Huellas de la desintegración social
El pasaje de la escuela pública a la privada fue una constante entre 2003 y 2009. La mayor causa es el surco de las desigualdades. Entre 1975 y 2003 la Argentina aumentó las brechas de ingresos como ningún otro país de América latina. Al mismo tiempo creció -mucho más en democracia- el acceso a la escuela. La consecuencia fue una intensa segregación del sistema educativo. Los sectores medios huyeron a la escuela privada, esquivando a los pobres que entraban en la pública.
El crecimiento económico desde 2003 hizo que muchas familias tengan recursos y opten por la escuela privada, como parte de ese patrón de separación entre sectores sociales. La escuela pública perdió (salvo en ciertas localidades) su eje de integración social. Cada escuela se aisló en un imaginario social, reduccionista, segregatorio, endogámico. Tal como ocurrió con la sociedad: cada uno protegiéndose de los demás, perdiendo los lazos comunes, buscando la distinción, la "salvación".
El declive de la escuela pública fue parte de este proceso, que se expresó tanto en el magro salario docente de los años 80 y 90 como en el desánimo por tener que contener a los derrotados de un modelo de exclusión social. La degradación del eje pedagógico hizo de la escuela pública un espacio cada vez más evitado por aquellos que tenían recursos materiales o simbólicos para refugiarse en las privadas, que también se hicieron más heterogéneas socialmente.
Esta búsqueda de distinción no estuvo basada en la calidad educativa. Incluso las pruebas PISA demuestran que, controlando las variables externas a las escuelas, las públicas y privadas tienen los mismos resultados en la Argentina. Lo que llevó a la elección de las privadas fue más la necesidad de unirse en colectivos de pertenencia social compartida.
El ausentismo y los paros docentes -que sugestivamente se realizan en las escuelas públicas pero no en las privadas, pese a que ambas se benefician de las mejoras salariales- también dejaron su huella como causa del pasaje. Esto incluso comienza a ser debatido seriamente en la actualidad.
La buena noticia para quienes pensamos en la escuela pública como un bastión a recuperar es que el pasaje se frenó en 2010. El impacto de Conectar Igualdad y un incipiente rescate de las políticas pedagógicas -en el currículum, la capacitación, la supervisión y la evaluación- comienzan a sentirse en las escuelas.
La mejora de la inversión educativa y de los salarios docentes cimentaron estas condiciones. Pero no basta con estas fuerzas para recomponer lo desarticulado. Es imperioso volcar las prioridades en las capacidades docentes para fortalecer la escuela pública. Y dar las necesarias batallas por la distribución de la riqueza, verdadera base de un sistema educativo más justo.
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