Huelga mundial por el clima: hacia una ciudadanía global
"No hemos venido aquí para rogar. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente". Así se expresaba la joven activista sueca Greta Thunberg en su discurso ante 200 países en la Conferencia sobre cambio climático realizada en la ciudad polaca de Katowice el pasado diciembre.
Desde ayer, y por una semana, tiene lugar una movilización global en cientos de ciudades de todo el mundo, incluido nuestro país: una huelga planetaria por la crisis climática. El origen de esta iniciativa podría remontarse a aquel día de agosto de 2018 en que Thunberg decidió dejar de ir a la escuela para reclamarle al gobierno sueco -de conformidad con el Acuerdo de París (2016)- la reducción de las emisiones de carbono. Thunberg contaba entonces apenas 15 años. Todos los días, durante el horario escolar, se sentó frente al Parlamento de Suecia con un cartel de cartón, escrito a mano, que decía: "Kolstrejk för klimatet" (huelga estudiantil por el clima), una acción individual que devino poco después en los "Fridays for Future" (Viernes por el Futuro), una exitosa movilización que supera ya el millón de jóvenes dispuestos a presionar sobre la política y la industria.
Un camino posible
Se trata de huelgas estudiantiles de niños y jóvenes que cada viernes exigen a sus gobiernos la adopción de medidas que frenen o prevengan el avance de la crisis climática. Con sus acciones, ellos crean conciencia ambiental, social y política. "Si no se actúa -señalan- no habrá un futuro para el cual se deba estudiar o prepararse, mucho menos mientras los políticos ignoren los hechos y datos reportados por la ciencia". Fridays for Future es una organización apolítica y descentralizada, destinada a promover manifestaciones pacíficas desarrolladas dentro de un marco de legalidad. Viernes por el Futuro se apega a los reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y a lo establecido por los acuerdos internacionales, principalmente por el Acuerdo de París.
Durante esta semana tendrán lugar actividades en diferentes partes del mundo para reclamar políticas públicas que aseguren un futuro donde la temperatura del planeta no supere los 1,5°C por encima de los niveles preindustriales. Thunberg participará en los debates de la Cumbre sobre la Acción Climática el próximo 23 de septiembre en Nueva York, ciudad adonde arribó a fines de agosto luego de cruzar el océano Atlántico a bordo del velero autosustentable Malizia II a fin de evitar las emisiones contaminantes de los aviones. Para ese día, los activistas del cambio climático -quienes suelen actuar en cada cumbre- pretenden colapsar la ciudad de Washington cortando calles importantes y dificultando el tráfico.
El discurso de Greta es irrefutable: contamos con apenas más de una década para cambiar radicalmente nuestras economías para garantizar que los efectos del actual calentamiento sean de proporciones manejables. Al respecto, Greta se remite fundamentalmente al informe del IPCC publicado en octubre de 2018, el cual alerta sobre el estado actual del planeta y donde se advierte que, de continuar la dinámica del escenario actual ("business as usual"), se superarían los 3°C para fin de siglo.
¿Cómo explicar el fenómeno generado por esta adolescente de 16 años? ¿Qué moviliza a millones de personas alrededor del mundo? La causa principal, sin duda, es que estamos frente a una emergencia planetaria y las medidas globales instrumentadas no son acordes con esa gravedad. Ya sabemos cómo deberíamos proceder para impedir las consecuencias extremas del cambio climático. Sin embargo, esto no tiene correlato en las políticas públicas. En las cumbres climáticas se promocionan las energías renovables, pero su implementación es aún insuficiente y las emisiones continúan en aumento.
Posiblemente Greta Thunberg sea la expresión de una profunda inversión en materia de responsabilidades generacionales: debido a que los mayores han sido incapaces de orientar correctamente el cuidado del planeta, jóvenes como ella salen hoy a enfrentar a una generación calificable en aspectos esenciales como filicida. Tal vez en esta época siga siendo más difícil eludir la palabra y la acción de una niña que desconocer el diagnóstico de los científicos. Mientras algunos insisten en asociar -perversamente- a estos últimos con intereses económicos espurios, ¿qué consistencia tendría el mismo procedimiento con las aspiraciones de una adolescente? Ninguna. Eso le da a ella una credibilidad emocional invalorable para esta sociedad. No obstante, cabe preguntarse por la viabilidad de contar con un poder de transformación real a fin de forzar el imprescindible cambio de actitud que debe hacer la humanidad.
Como señala Helen Margetts -autora del libro Turbulencia política: cómo las redes sociales dan forma a la acción colectiva-, desde hace una década han venido proliferando las movilizaciones difundidas en redes sociales, dando a los ciudadanos más herramientas para hacerse escuchar. Este aumento de los movimientos de protesta tal vez implique un fenómeno más básico: las redes sociales facilitan la difusión de la indignación y frustración ciudadana y movilizan a la gente a organizar actividades masivas. Pero la autora agrega algo que merece una importante reflexión: "Las redes sociales pueden llenar las calles de gente, pero lo difícil es consolidar los pasos siguientes".
Millennials en acción
Nadie hubiera imaginado a miles de adolescentes irrumpiendo en el espacio público por una causa tan global, etérea en cierto modo, como es el cambio climático. Sin embargo, de alguna manera, tiene sentido que estas marchas sean promovidas por gente joven: después de todo, son ellos y sus hijos y nietos quienes vivirán en carne propia las consecuencias de la inacción de los gobiernos actuales. Así, una encuesta recientemente publicada por Global Shapers asegura que al 48,8% de quienes tienen ahora entre 18 y 35 años -los llamados millennials- son los más preocupados por el cambio climático y la destrucción de la naturaleza. Más del 91% de ellos coinciden o coinciden fuertemente con la afirmación según la cual la ciencia ha probado que los seres humanos son responsables de este problema. Conforme a ello, el 78,1% de los jóvenes está dispuesto a cambiar su estilo de vida para proteger la naturaleza y el medioambiente, estando en América Latina y el sur de Asia los más comprometidos, con un 82,5% y 86,7% de los votos respectivamente. La misma encuesta destaca que, pese a querer ser activos a la hora de ayudar a mejorar el mundo y su propio país, más de la mitad de los jóvenes (56%) siente que sus puntos de vista no importan lo suficiente a sus gobiernos a la hora de tomar decisiones. No obstante, la juventud genera cambios inimaginados: hasta hace pocos años, en Estados Unidos, ser republicano era casi un sinónimo de negacionista climático. Se trata, sin duda, de un sesgo ideológico que ha confundido a quienes sostienen la necesidad de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero con un nuevo comunismo. Sin embargo, una encuesta reciente muestra que el 36% de los republicanos millennials ya admite el cambio climático, mientras el 60% de ellos estima que el actual gobierno de su país no está haciendo suficiente en materia ambiental.
La iniciativa Viernes por el Futuro tiene el mérito de llevar el tema del calentamiento a la cima de la agenda actual. Una movilización juvenil universal en favor de mantener la temperatura del planeta en los niveles recomendados por la ciencia no tiene precedentes en la historia reciente. Sin distinción de nacionalidad, estos niños y adolescentes reflejan una novedosa experiencia política común. Quizá la verdadera globalización no solo requiera una acción responsable: tal vez esté promoviendo también una inusual e imprescindible conciencia planetaria, un compromiso colectivo para la consolidación de una evolución de la humanidad hacia una ciudadanía terrestre, hacia una ciudadanía ecológica.