Horacio González comienza a despedirse de la Biblioteca Nacional
El sociólogo, ensayista y miembro de Carta Abierta, en la presentación de la edición facsimilar de tres revistas literarias, dijo que "tiene que venir otro"
En la fría y soleada mañana de ayer, y en el primer piso de la Biblioteca Nacional, debía presentarse la edición facsimilar de las tres revistas literarias dirigidas por Abelardo Castillo entre 1959 y 1986: El grillo de papel, El escarabajo de oro y El ornitorrinco. Estos nuevos volúmenes, que reproducen fielmente las publicaciones originales en un formato de fácil lectura, se suman a un extenso catálogo dentro del que ya figuraban los facsímiles de Los libros, Literal, Contorno y La rosa blindada, y a los que pronto se sumarán los de Nuevo hombre, Cristianismo y revolución y El lagrimal trifurca. En la cabecera de la mesa de reuniones se ubicaba el director de la Biblioteca, Horacio González. Junto a él, el responsable del área de publicaciones, Sebastián Scolnik. ¿Y Abelardo Castillo? Al parecer, una lumbalgia de último momento lo había retenido en su casa del barrio de Congreso. Y como las revistas no se discuten, sino que se leen, la conversación grupal pronto se desplazó de las décadas del 60 y 70, contexto en el que aparecieron aquellas publicaciones, al trabajo realizado por la Biblioteca en los últimos diez años, institución a la que el propio González se animó a caracterizar como una "con rasgos de disidencia, incluso con el propio Estado".
Cada pregunta asumía, en la respuesta afable y digresiva de González, el carácter de un balance. Se le consultó, por ejemplo, por la polémica en torno al escritor Pablo Katchadjian y a la viuda de Jorge Luis Borges, María Kodama, quien se sintiera molesta con la manifestación en respaldo del autor de El Aleph engordado que se realizó días atrás en la explanada de la Biblioteca: "Voy a llamar a Kodama, con quien tenemos una buena relación", dijo González. "Si bien nadie debería coartar judicialmente una experiencia literaria, lo cierto es que la Biblioteca Nacional no puede estar enfrentada con la albaceas de Borges". Después, anunció la compra de los últimos papeles dispersos de Macedonio Fernández para el acervo de la institución, la recepción del archivo de papel y fotografías histórico del diario Crónica (que ocupa ahora mismo el tercer subsuelo completo del edificio diseñado por Clorindo Testa) y se lamentó por la imposibilidad de adquirir la biblioteca de Adolfo Bioy Casares: los herederos pidieron seis millones de pesos, y solo se podía pagar la mitad de ese precio, así que no hubo acuerdo.
"Disculpen que me extienda un poco en las respuestas", se disculpó en cierto momento el sociólogo, ensayista y miembro de Carta Abierta. "Pero esto es casi como mi despedida", agregó, sorprendiendo a los periodistas y colaboradores que lo rodeaban. La pregunta se hizo obligada, sobre todo asumiendo que el oficialismo tiene, al parecer, tantas chances como la oposición en las elecciones presidenciales de octubre próximo. ¿Acaso no seguiría en su puesto si se lo ofrecieran? "No creo que me lo ofrezcan. Y tampoco creo que seguiría. Tiene que venir otro. Yo he hablado mucho. Y la figura del próximo gobernante puede entrañar polémica. Para seguir, debería acallar muchas de las críticas que hice", se sinceró González recordando las declaraciones recientes que hiciera sobre Daniel Scioli, al que dijo que votará "en desacuerdo".
Más allá de gustos y polémicas, lo cierto es que luego de superar algunas reticencias iniciales la gestión de González (tal vez el único intelectual del kirchnerismo con capacidad para elevar cada tanto algunas críticas al Gobierno) al frente de la Biblioteca llevó adelante algunas políticas culturales atendibles, como precisamente las reediciones facsimilares, muestras dedicadas a escritores argentinos, compras como la colección de primeras ediciones de los libros de Julio Cortázar. "Yo me quedo con la construcción del edificio del Museo del Libro y de la Lengua, para la que tuve que convencer, sin demasiados argumentos, a Julio De Vido. Y con que muchos de los empleados de la biblioteca me saluden por las mañanas", agregó González. Uno de los periodistas alcanzó a preguntarle cómo se veía entonces en el futuro cercano. "Como un jubilado", respondió entre risas, antes de despedirse.
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