El calor de lo doméstico, desde la mirada del feminismo
La periodista y feminista Mona Chollet reivindica ese espacio privado como ámbito de creatividad, creación e, incluso, de emancipación
No pensamos lo suficiente sobre nuestras casas y el tiempo que pasamos en ellas; o tal vez sí, tal vez no es una cuestión de cantidad. Alguien podría argumentar que nuestros feeds de Instagram están poblados de fotos de brunchs caseros e ideas de decoración, que al menos una vez por mes nos topamos en un algún sitio de lifestyle con "cinco estrategias para aprovechar el espacio en tu monoambiente", que el libro de Marie Kondo, ese que nos enseñaba que organizar nuestras casas es también organizar nuestras vidas, fue un best seller absoluto. Pero en estos ejemplos, el espacio que habitamos aparece o bien como un objeto de consumo a ser "customizado"y exhibido (antes que disfrutado), o bien como un recurso escaso que debe ser optimizado. Como mucho, si nos sustraemos por un segundo a estos pensamientos economicistas, podemos, si hacemos un esfuerzo, concebir nuestras casas como refugios del afuera, lugares que permanecen estáticos (por suerte) frente al movimiento y el caos que representa el exterior. Pero muy rara vez pensamos en el espacio doméstico como un lugar de búsqueda, de creación e, incluso, de potencial emancipación. Las dimensiones creativas, productivas y políticas de la vida parecen ser necesariamente atributos de los espacios públicos, más que de los privados. Incluso el pensamiento feminista, en general (con la prominente excepción de Virginia Woolf, que escribió con mucha lucidez sobre esa libertad maravillosa e imprescindible que experimenta un ser humano cuando, paradójicamente, puede cerrar una puerta detrás de sí y quedarse solo), puso el énfasis, con razón, en la apropiación de lo público y en una redistribución de las tareas domésticas que hiciera posible que las mujeres salieran de sus casas. Contra todo esto viene a escribir Mona Chollet su libro En casa, un manifiesto para la reconquista de nuestros espacios privados.
Mona Chollet nació en Suiza y es feminista, trabaja como periodista y colabora en medios como Le Monde Diplomatique y Charlie Hebdo: eso dice la solapa de la edición de En casa de Hekht Libros, la misma editorial responsable del boom nacional de Teoría King Kong de Virginie Despentes. No parece que se trate de una casualidad; Chollet comparte con Despentes una voluntad de mezclar la teoría con la pancarta, el dato con la experiencia privada, la autoridad de la investigación con la de la primera persona. Algo de esa dualidad hace que En casa se sienta al mismo tiempo profundamente personal (tanto en términos de la autora, que se expone en verdaderos striptease emocionales, como en términos de la experiencia de lectura, esa sensación de "me están hablando a mí") y auténticamente novedoso en su iluminación de preguntas e inquietudes sobre la vida cotidiana. La propia Chollet reconoce la semejanza: "Teoría King Kong desplegaba una especie de ?feminismo visceral' con el que me identifico completamente. Nunca podría escribir un libro sobre un tema que no me involucrara profundamente, que no se originara en mis experiencias y preguntas más íntimas. Solamente discrepo con ella sobre la prostitución", se ocupa de aclarar.
Guardarse para salir
Chollet parte de algo que podría ser una ocurrencia de café y lo reconduce a una reflexión sobre el derecho al espacio. Chollet es una persona casera: muy seguido prefiere quedarse sola en su casa. Valiéndose tanto de sus propias experiencias como de los aportes de la historia y la literatura (los lectores y los escritores son tal vez los hogareños más legitimados socialmente, aunque ellos también tengan que escuchar seguido cosas del tipo "dejá ese libro y andá a vivir un poco"), Chollet enumera los prejuicios que por izquierda y por derecha deben combatir aquellos que aprecian el tiempo de soledad en casa. Serán acusados de excéntricos, de poco curiosos y de antisociales, pero también de indiferentes, de insensibles a los problemas sociales, de burgueses y egoístas. La visión de Chollet es radicalmente distinta: por una parte, hay mucho para descubrir y reflexionar sobre uno mismo y sobre el mundo entre cuatro paredes, especialmente si entre esas cuatro paredes hay libros y una conexión a Internet.
Por otro lado, y respondiendo a la acusación de burguesa, esperar que una persona que no tiene un espacio privado pueda contribuir en el espacio público es para Chollet como esperar que alguien que se está ahogando salve a otra persona. "Supongo que mucha gente podría estar en desacuerdo, porque valoran ante todo la acción y el involucramiento en la vida pública. Pero estoy convencida de que no podemos hacer nada por el bien común si no tenemos tiempo para nosotros mismos, para pensar, para descansar, para leer, para soñar", dice Chollet. Así, entonces, se refiere a la crisis habitacional que se vive en casi todas las grandes ciudades del mundo (incluyendo París, el caso más estudiado en En casa) y que afecta a casi todos los sectores sociales. En el extremo inferior de la pirámide social tenemos al caso de los sin techo; Chollet cita el documental Au bord du monde (2013), que investigó este problema a través de las historias de una decena de personas en situación de calle en la ciudad de París. A través de sus relatos comprendemos la ruina material y simbólica en la que viven las personas que no tienen casa y que, por supuesto, ni siquiera son admitidas en el espacio público: "Si al menos pudiéramos estar realmente en algún lugar; pero molestamos en todos lados", dice Wenceslas, uno de los protagonistas del film, sobre la creciente criminalización de los sin techo solamente por existir.
Pero no son ellos los únicos que sufren esta crisis del espacio; las clases medias bajas y bajas viven en condiciones precarias, muy bien retratadas en otro documental, À l'abri de rien (2011). En la película podemos ver a personas que conviven con ratas, caños rotos e instalaciones eléctricas inseguras, incluso con consecuencias mortales; o adultos mayores sumidos en la pobreza, custodiando departamentos que ya no tienen dinero para mantener pero que no quieren abandonar. Incluso las clases medias y medias altas, argumenta Chollet, son disciplinadas políticamente por el sueño de la casa propia, que hoy suele implicar créditos de diez, veinte o treinta años: "No por casualidad-escribe Chollet- al poder le gustan los endeudados: están obligados a quedarse cortitos. Sacrifican el presente con la esperanza de asegurar el futuro".
Reunir las partes
Los problemas de estos estratos sociales están profundamente vinculados entre sí en más de un sentido: por ejemplo, en la cuestión del mantenimiento de los hogares, hoy en día confiada fundamentalmente a mujeres, de forma remunerada (empleadas domésticas) o no remunerada (esposas y madres que, se espera, cargarán con el ciento por ciento de las tareas del hogar "por amor"). Los ideales del pasado se sostienen porque se reactualizan: esas amas de casa perfectas que exhiben sus cupcakes decorados y sus chicos siempre bañados y peinados en las redes sociales no son mucho más que una versión 2.0 del ángel del hogar de 1950. Chollet también analiza las políticas de Sarkozy en torno a los "servicios a la persona", que pretendían hacer crecer el empleo a partir de trabajos flexibles basados en el cuidado de hogares y personas (tal vez el único sector que no se volvería más mecánico y menos intensivo en sus necesidades de trabajo humano en el futuro cercano). De acuerdo con los economistas François-Xavier Devetter y Sandrine Rousseau, estas políticas venían a traducir "un modelo de sociedad explícitamente fundado en una incrementada división del trabajo, donde los ?productivos' tienen que delegar las tareas más básicas para dedicarse a actividades donde cuentan con una ventaja comparativa". Las tareas domésticas, podemos imaginar, podrían ser manejables al interior de cada casa si los empleadores previeran la necesidad del tiempo para llevarlas a cabo, en lugar de aprovecharse de las desigualdades educativas y laborales existentes.
El argumento más fuerte de Chollet, en conversación con la nación, se dirige a la necesidad de restaurar en la conversación política la comunicación indisociable entre las dimensiones pública y privada, devolviéndole a la segunda su peso legítimo. "Tal vez las feministas tienen más claro cómo lo íntimo se relaciona con la política, porque saben muy bien cómo el patriarcado forma y controla directamente sus cuerpos. Una vez leí un libro sobre el modo en que el trabajo deforma los cuerpos de los trabajadores, pero ésa es una manera muy poco usual de analizar y denunciar la explotación", asegura, y explica para evitar malentendidos: "Definitivamente, necesitamos análisis globales, imágenes amplias, especialmente hoy, cuando el periodismo está en una situación tan mala y el riesgo es perdernos en lo trivial. Pero también creo que deberíamos intentar restaurar la relación con lo privado: incluso si en la izquierda hay mucha desconfianza al respecto. Inmediatamente se lo vincula con el ?individualismo', lo cual es tristemente dogmático. Estoy segura de que ayudaría a la izquierda a recuperar parte de la influencia cultural que ha perdido".
Tal vez la novedad central de la propuesta de Chollet radique en esta idea de politización del "bienestar", una idea que tenemos muy asociada, efectivamente, al individualismo y el aislamiento del mundo exterior (como si nuestro bienestar no fuera altamente dependiente de condiciones políticas y económicas). Chollet propone para su trabajo, orgullosa y no despectivamente, la categoría de autoayuda política: "Los libros de autoayuda casi siempre intentan lidiar con la sensación de desesperación e injusticia que tienen las personas, pero solamente para apaciguar cualquier atisbo revolucionario. Me gusta mucho la idea de reintroducir un horizonte político en nuestro anhelo de bienestar. Creo que no puede haber real bienestar sin lucidez. También espero llegar a lectores que nunca leerían un libro más directamente político. Cuando En casa fue lanzado en francés, alguien me mandó una foto del libro en una librería, en la sección de libros de jardinería y gatitos, ¡y me puso muy contenta!".
EN CASA
Mona Chollet
Hekht Libros
Trad.: Nicolás Gómez
336 páginas