Historias cruzadas de la crisis
Sobre Los besos en el pan, de Almudena Grandes
El comienzo de Los besos en el pan, último libro de Almudena Grandes (Madrid, 1960), evoca un relato costumbrista decimonónico. El narrador se dirige a sus lectores para presentarles el escenario donde se van a desarrollar sus múltiples historias: "Estamos en un barrio del centro de Madrid. Su nombre no importa, porque podría ser cualquiera entre unos pocos barrios antiguos". Luego compara dos épocas de la historia de España reunidas por un mismo tema: la crisis económica, la del siglo XX y la del siglo XXI.
Las décadas posteriores a la Guerra Civil estuvieron marcadas por una pobreza persistente y generalizada. Pero "los españoles siempre hemos sido pobres, incluso en la época en que los reyes de España eran los amos del mundo", advierte el narrador de Los besos en el pan. Esa "tradición" los ayudó a atravesar todo el franquismo sin que la pobreza les quitara la posibilidad de ser felices, sin que ésta fuera un motivo de vergüenza: "Los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados". En aquellos años aún existía la costumbre de agradecer y adorar el alimento que Dios proveía: "Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera".
La España de fines del siglo XX, que ya no recordaba el hambre ni sacralizaba el alimento, vio crecer rápidamente su economía, entró orgullosa al primer mundo y comenzó a sentirse parte del círculo de los grandes países europeos: "De repente, éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda… ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?". La falta de memoria paraliza a los más jóvenes, se han perdido "las referencias que ahora podrían ayudarles a superar la nueva pobreza que los ha asaltado por sorpresa". Para los más viejos, la situación actual "no sería una crisis, sino un leve contratiempo". La salida no está en volver a besar el pan, sino en recordar, recuperar la rebeldía, la idea de que "la felicidad era también una manera de resistir".
Más que de una trama, sería adecuado hablar en Los besos en el pan de un entramado. El tema de la actual crisis económica en un barrio cualquiera de Madrid habilita el desarrollo de más de veinte microhistorias entrelazadas mediante sus personajes y los ambientes en que se mueven. Tampoco parece apropiado hablar de protagonista, porque no hay un personaje sobresaliente, sino más bien un héroe colectivo. En esto radica la problemática originalidad de Los besos...; una ficción que sólo abarca: alrededor de 80 personajes conectados entre sí, que entran y salen para protagonizar sus escenas, o participar secundariamente en las ajenas. Las historias se desarrollan fragmentariamente, alternándose, desplegándose a lo largo de poco más de 300 páginas. Por si esto fuera poco, María, Mari, Marita, Martina, Marisa, Maribel, Marisol, Mariana, Mari Carmen y María Gracia (al margen de si es realismo, desidia o falta imaginación) ponen a prueba la memoria del lector más atento.
Los vecinos de ese barrio son sobre todo solidarios, poseen un fuerte sentido de pertenencia a una comunidad que se siente capaz de resistir, como cuando se movilizan para protestar contra el traslado del Centro de Salud. Casi todos son buenas personas: de frivolidad pasajera y perdonable, transgresores tolerables y hasta simpáticos; los conflictos internos son superados con entereza y valentía. Los malos son pocos. El verdadero malo es el sistema económico, encarnado por la voracidad del mercado inmobiliario, los bancos que multiplican los desahucios y los políticos corruptos e insensibles a las necesidades de la gente. En síntesis, un mundo bastante maniqueo, simple, que exhibe una pobreza siempre solucionable, pero poco de la mezquindad humana que la produce. Los vecinos de Los besos... son un modelo de dignidad, héroes de una telenovela muy diferente a la realidad del movimiento de los indignados.
LOS BESOS EN EL PAN Por Almudena Grandes. Tusquets. 336 págs. $ 289