Historia olvidada: el puerto francés que dio nombre a las Islas Malvinas
A 40 años de la guerra, la Fragata Libertad hizo una simbólica visita a Saint-Malò, de donde zarpó la primera expedición que pobló el archipiélago argentino
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De todos los nombres de nuestro vasto suelo patrio, hay uno lejano que late como ninguno en el corazón de los argentinos: las Malvinas. A cuarenta años del conflicto del Atlántico Sur, la emblemática Fragata Libertad, ese imponente velero que surca los mares del mundo formando a los futuros oficiales de la Armada argentina, regresa de su quincuagésimo viaje de instrucción luego de una simbólica escala en Saint-Malò, el puerto de donde zarpara, allá por 1763, la valiente expedición de Louis-Antoine de Bougainville al mando de quienes se convirtieron en los primeros pobladores del archipiélago, y con cuyo gentilicio, en su femenino plural, bautizaron las islas con el inconfundible nombre de “Iles Malouines”.
“Por primera vez –cuenta el comandante de la Fragata, capitán de navío Carlos Schavinsky–, el 2 de agosto hicimos esta escala que representa tanto para los argentinos porque fue justamente de esta ciudad de la Bretaña, al norte de Francia, de donde surgió el primer asentamiento de las Malvinas. Haber llegado con la Fragata, como embajadora itinerante, es un motivo de orgullo para toda la tripulación”.
¿Por qué nunca antes se visitó este puerto? “No tengo esa respuesta –asegura el comandante–. Sí puedo afirmar que, en cuanto la oportunidad se presentó, allí la concretamos.”
He aquí la historia de un encuentro, un símbolo, una reivindicación.
Del pequeño puerto de esa antigua ciudad amurallada, de construcciones góticas y calles medievales que en tiempos pasados supo ser fortaleza de navegantes y aventureros, partió un día hacia los mares del sur, el intrépido conde de Bougainville, capitán de navío de la Marina de Francia.
“Cuando el año pasado se comenzaba a diseñar el itinerario del viaje de 2022 (un recorrido que suele durar entre cinco y siete meses), me presentaron un planisferio que incluía Dublín, Cádiz y Tolón entre otros puntos –relata el contraalmirante Marcelo Tarapow quien como director general de educación de la Armada es el responsable del buque escuela y, en este caso, autor y promotor de la iniciativa de Saint-Malò-. En el momento en que vi que la Fragata salía de Irlanda y pasaba por Francia para continuar hacia el Mediterráneo, tuve una visión, una idea que se iluminó a partir de esta historia olvidada –y aclara que la historia de los colonizadores franceses no es en absoluto desconocida, que no está siendo descubierta sino solamente recordada–. Entonces, se me representaron las imágenes y las fechas, los cincuenta viajes y el propio mapa que me invitaba a ese destino, no por una casualidad sino por una motivación trascendente: el aniversario de la Guerra de Malvinas.”
Una vez concebido el proyecto, Tarapow se lo propuso al jefe de la Armada, almirante Julio Guardia. “De allí en más –agrega Schavinsky– la idea fue bienvenida por todas las autoridades que coincidieron en que esta visita revestía un importante carácter simbólico.”
El intrépido Bougainville
Del pequeño puerto de esa antigua ciudad amurallada, de construcciones góticas y calles medievales que en tiempos pasados supo ser fortaleza de navegantes y aventureros, partió un día hacia los mares del sur, el intrépido conde de Bougainville, capitán de navío de la Marina de Francia. Dos embarcaciones integraban su expedición: la fragata El Águila y la corbeta La Esfinge. Zarparon en septiembre de 1763 y arribaron al archipiélago austral en enero de 1764. Esos hombres y mujeres -29 colonos “todos hijos de Saint-Malò”–, construyeron el primer asentamiento permanente con el objetivo de colonizar esas tierras sin habitantes ni vestigios de haber sido habitadas.
“El liderazgo de Bougainville era sorprendente –refiere Tarapow interpretando el carisma del explorador, militar, diplomático e incansable cronista de viaje que, bajo el permiso de Luis XV, ‘el bien amado’ rey de Francia, se convirtió en el primer marino francés en lograr la vuelta al mundo–. A menos de un año de la derrota por la cual perdió las colonias francesas en Canadá, y con una mirada cosmopolita, organizó para la corona francesa esta expedición a las Malvinas que le servirían como punto de apoyo para el cruce al Pacífico.”
A poco del primer desembarco ya se había erigido un fuerte, un obelisco conmemorando la gesta y varias construcciones con las que establecieron un poblado que, el 5 de abril de ese 1764, se inauguró en honor al soberano francés bajo el nombre de Fort Saint Louis. Concluida la fundación, Bougainville volvió a embarcarse de regreso a Francia para abastecerse y reclutar más voluntarios, sumando al número de los colonos arraigados otras ciento treinta personas que en 1765 expandieron notablemente la colonia malouine.
“Bougainville realizó una tercera expedición en septiembre de 1765 y un viaje logístico al estrecho de Magallanes en 1766 con el propósito de llevar madera para ampliar las construcciones existentes”, informa Tarapow, apasionado con la historia y la figura del colonizador. Continúa: “Pero, a casi un año de la fundación, una expedición proveniente de Inglaterra al mando de John Byron, desembarcó en la Malvina occidental y haciendo caso omiso de la preexistente población francesa, designó el punto de su desembarco con el nombre de Puerto Egmont.”
España consideró que el establecimiento era intruso y le reclamó a Francia la devolución de las “Iles Malouines”. Francia reconoció que se trataba de un territorio español y aceptó ante los tribunales internacionales el derecho de soberanía, pero le solicitó a la corona española una indemnización para Bougainville por sus inversiones en dichas tierras. España accedió al pedido y así se cerró el trato: la indemnización fue abonada y las islas fueron restituidas. En abril de 1767 pasaron a depender formalmente de la Capitanía General de Buenos Aires, nombrándose un gobernador en las islas, conservándose el nombre traducido de Islas Malvinas y cambiándose el original de Fort Saint-Louis por el de Puerto de la Soledad.
¿Qué importancia revisten estos hechos? “La del reconocimiento que hizo Francia respecto de la soberanía de España porque sentó un precedente fundamental en favor de nuestros derechos sucesorios del Virreinato del Río de la Plata –expone el marino–.
¿Qué importancia revisten estos hechos? “La del reconocimiento que hizo Francia respecto de la soberanía de España porque sentó un precedente fundamental en favor de nuestros derechos sucesorios del Virreinato del Río de la Plata –expone el marino–. Los franceses nos legaron una impresionante variedad de documentos fundacionales y mapas que describen las ‘Iles Malouines’ desde el siglo XVIII con un exquisito nivel de detalle que testimonia la indiscutible y temprana colonización francesa –y subraya con especial énfasis–: siempre anterior a la invasión de los ingleses.”
Al encuentro de los malouins
“Zarpando de Buenos Aires el 30 de abril, llegamos a cumplir, además de esta visita histórica a Saint-Malò, varios actos de reconocimiento a nuestros máximos héroes navales: el almirante Guillermo Brown e Hipólito Bouchard”, menciona Schavinsky al mando en este viaje de una tripulación de 326 integrantes: 27 oficiales de la plana mayor, 180 del personal de suboficiales y 119 cadetes de la Escuela Militar Naval.
Pero la experiencia de Saint-Malò adquirió un sentido histórico. “Ingresamos al puerto en un magnífico día de verano, entonando la Marcha de las Malvinas con nuestra banda de vientos y percusiones, y realizando una maniobra vistosa y emocionante para los turistas que esperaban el arribo del velero -relata el comandante-. La característica de este puerto es que tiene una gran amplitud de marea: la bajamar deja muy poca cantidad de agua para el calado del buque con lo cual es necesario entrar por un sistema de esclusas, y el pasaje por la compuerta con los remolcadores es algo difícil porque la Fragata, con sus 104 metros de eslora, entra bastante justo. Es una maniobra exigente que requiere práctica y exactitud.”
“Manejar este buque de 3600 toneladas a vela significa dominar fuerzas muy grandes de modo que la gente que trabaja en cubierta tiene que ser precisa en cada maniobra –agrega el teniente de navío Rodrigo Fernández Méndez, jefe de material naval encargado del mantenimiento de cubierta, casco y embarcaciones menores–. La imagen de nuestra Fragata es algo que deslumbra. Su presencia, el mascarón de proa… es una imagen que atrae a cualquiera. De allí la cantidad de artistas que se acercaban al muelle para pintarla desde un atril –recuerda–. Fuimos a divulgar la historia de la colonización francesa y realmente me sorprendió el número de visitantes que se interesó y se detuvo frente a los banners en los que expusimos mapas de la época, datos y documentos que respaldan nuestra posición. Me quedó grabado como un gran momento de este viaje, el final, cuando zarpamos de Saint-Malò con una despedida inolvidable por la belleza del atardecer y la calidez extraordinaria de la gente que nos acompañaba.”
1982 - 2022
En otros atardeceres menos idílicos y más sangrientos, durante la guerra de Malvinas la Fragata Libertad estuvo fondeada en un puesto de observación frente al Río de la Plata, cumpliendo una misión de control como barco de vigilia sin entrar en el teatro de operaciones. ¿Cuál era la hipótesis en aquel caso? “Que los ingleses intentaran minar el canal para bloquear los suministros, la entrada y salida de los buques mercantes. Una típica acción de guerra –reconoce el contraalmirante Tarapow–. Aunque, si bien la fragata ocupó ese puesto, la situación nunca ocurrió.”
Es que la verdadera misión de esta “embajadora de los mares” (dueña del récord mundial del cruce del Atlántico Norte a vela en apenas 5 días y medio, alcanzado en 1966, entre otros méritos de los que se vanagloria la Armada), no es la guerra sino la representación.
Y por eso, dado que en cualquier puerto del mundo se la considera una prolongación del suelo argentino, la conexión con Saint-Malò tuvo un aire a reivindicación en el aniversario de la guerra, “un agradecimiento intrínseco –según el marino–, a los expedicionarios franceses que llegaron a nuestras islas.”
Durante muchos años, la Argentina reclamó y sigue reclamando sus imprescriptibles derechos de soberanía sobre las islas del Atlántico Sur y los espacios marítimos circundantes, por vías pacíficas diplomáticas sin tomar el camino de las armas como lamentablemente lo hiciera en 1982 en un intento de recuperar el territorio usurpado. “Para la Argentina, el conflicto nunca se cerró. De hecho –señala Tarapow–, hasta el argumento de la autodeterminación de los pueblos, acaba por darnos la razón porque en las islas nunca hubo habitantes originarios y los primeros pobladores no fueron ellos, sino los franceses.”
De modo que Inglaterra, que se arroga una autoridad basada en la cantidad de años que lleva ocupando las islas por la fuerza, invoca para sí un derecho que ella misma le ha arrebatado a un país soberano y elude la condición de haberlo hecho a partir de un acto belicista, acto por el cual, el 3 de enero de 1833, usurpó el territorio mediante fuerzas militares, desalojó a la población y a las autoridades argentinas allí establecidas legítimamente.
“En épocas muy lejanas –fundamenta el contraalmirante–, los reclamos de derechos de posesiones se regían por el orden del descubrimiento: al que descubría una tierra y tomaba posesión de ella en nombre de su corona o gobierno, ese solo título le bastaba. Otro orden se fundaba en la distribución de dominios por parte del Vaticano. Pero con el tiempo, el derecho internacional se fue perfeccionando y el título de un mero descubrimiento o de la voluntad de un Papa, dejaron de otorgar legitimidad. Entonces comenzó a pesar ‘la primera población’. O sea que, si nos preguntamos quién descubrió las islas: no existe tal certeza. En cambio, sí se puede probar que las Malvinas no tenían población autóctona ni existía un nativo, y que las islas estaban despobladas y que la primera colonizadora fue Francia. A esto se suman los argumentos de la plataforma continental, la proximidad territorial y los derechos heredados del antiguo Virreinato del Río de la Plata.”
“¿Quién entonces nos habla aquí de olvido, de renuncia o de perdón?”, dice uno de los versos del poema de Carlos Obligado que desde la Marcha de las Malvinas le sigue cantando a nuestros héroes y a la memoria renovada en el gesto de esta Fragata que acaba de recorrer el mundo llevando la historia de la colonización de Bougainville y de los valerosos hijos de Saint-Malò, como un hecho relevante a la hora de fundar el legítimo reclamo argentino. “Un hecho que es histórico, verídico y ampliamente documentado y que, como antecedente –concluye Tarapow–, se nos revela hasta en el nombre de nuestras islas.”