Hernán Lacunza: “Cuando se dice ‘no se puede hablar de ajuste’, el gobierno está hablando del sector público porque el sector privado sí está ajustando”
“Ningún país paga su deuda cash. Cuando llega el vencimiento, se renueva. Si tuvo más déficit, se renueva a tasa más alta; si tuvo menos déficit, a tasa más baja pero nadie pierde el crédito. Cuando no tenés crédito y tenés que pagar todo cash, no hay recurso que alcance. Como en el segundo gobierno de Cristina, que usó 55.000 millones de dólares de reservas del Banco Central”, argumenta. “Fuimos al FMI para reemplazar una deuda cara por una más barata”, señala en relación al endeudamiento de Cambiemos. “Me gustaría vivir como en Suecia o como en Singapur. Lo que no se puede es gastar 40 y recaudar 30, porque faltan 10. Y si faltan 10, lo pone el sector privado con más impuestos, como la suba de hace 20 días, o con más deuda, que son más impuestos más adelante. O con más inflación, que es el impuesto al efectivo que tenemos en el bolsillo, que pagan más los pobres”, describe. “Las cuentas siempre cierran. Cierran por las buenas, o sea con políticas económicas conducidas, consistentes, o por las malas, con inflación o con devaluación”, alerta. “La palabra “deuda” está muy estigmatizada. Lo bueno es tener crédito sostenible. Lo que no es bueno es no tener crédito, que a veces acá se vende como una virtud. Para el que no tiene crédito, toda deuda es impagable, que es un poco lo que le está pasando a este gobierno”, señala. “Pensando en 2023, cualquiera sea el gobierno, cualquier programa económico para la Argentina tiene que tener tres pilares, que son: no se puede gastar más de lo que ingresa, la maquinita de la felicidad no existe y hay que vivir integrado al mundo, que es lo opuesto a más Estado a cualquier precio, la emisión no genera inflación y vivir con lo nuestro. Son dos modelos de desarrollo antagónicos”, propone.
El último ministro de Hacienda durante la gestión de Cambiemos, Hernán Lacunza, estuvo en La Repregunta en medio de la polémica protagonizada por la ex presidenta Cristina Kirchner y el ex presidente Mauricio Macri en torno a la deuda y en momentos críticos en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lacunza fue también el ministro de Economía de la compleja Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de María Eugenia Vidal. Fue gerente general y economista jefe del Banco Central entre 2005 y 2010. Es economista por la Universidad de Buenos Aires.
Deuda, ¿es una herramienta legítima? ¿Prohibido ajustar o… prohibido decir “ajuste”? China, ¿puede ser mejor acreedor que Estados Unidos y el FMI? El contrafáctico clave: ¿cómo pensaba Cambiemos que pagaría la deuda con el FMI de ganar las elecciones? Del corto plazo a 2023, ¿qué hay que hacer sí o sí para crecer? La eterna discusión sobre la deuda, ¿es insistir con el pasado? Kirchnerismo vs Cambiemos: deuda y déficit. ¿Qué hacer cuando el acuerdo con el FMI ya no sea un obstáculo?
Aquí, la entrevista completa.
-Nuevo capítulo en esta saga de la deuda argentina con dos ex presidentes reprochándome mutuamente su responsabilidad sobre la deuda. ¿Cuánto condicionaría el presente, el corto y el mediano plazo, que el acuerdo con el FMI no se concretara o se postergara?
-La discusión del pasado siempre es relevante para no repetir errores pero a esta altura me parece agobiante. Imagino que le pasa lo mismo al ciudadano de a pie con estos pases de factura. Deberíamos tratar de aprender esas lecciones y mirar un poco hacia el futuro. Obviamente, el eventual acuerdo con el Fondo Monetario va a ser decisivo para los próximos meses y también para los próximos años. Estamos ahora negociando contrarreloj de manera innecesaria: hace dos años que se sabe que hay un vencimiento en marzo. Y ahora faltan dos meses y obviamente, siempre contrareloj el poder de negociación es menor. El gobierno, el Poder Ejecutivo, el responsable de esa negociación, nos contó acerca de presuntas reuniones constructivas a lo largo de dos años que evidentemente no eran tales y a dos meses del vencimiento de la cuota, estamos como cuando vinimos de España: no hay acuerdo en ninguno de los puntos centrales y ahora la energía del gobierno está concentrada en buscar culpables, sea la oposición, Estados Unidos, el Fondo. Todo siempre con una mirada del pasado y poca energía en el futuro.
“Las cuentas siempre cierran. Cierran por las buenas, o sea con políticas económicas conducidas, consistentes, o por las malas, con inflación o con devaluación”
Economía urgente. ¿Hay algún plan?
-Estuvo el ministro de Relaciones Exteriores Santiago Cafiero con Anthony Blinken, el Secretario de Estado que se encarga de las cuestiones diplomáticas en la Presidencia de Joe Biden, en Washington. ¿Cuánto puede influir un canciller argentino en la negociación con el FMI a esta altura de las circunstancias?
-Esas gestiones hay que hacerlas pero probablemente, habría que haberlas hecho antes. Hay que agotar todas las instancias. Pero también, a veces la posición argentina parece un poco egocéntrica, un poco argentino céntrica, eso de pensar que el resto del mundo nos está mirando. Hay una afirmación de funcionarios argentinos diciendo que si la Argentina entra en default, el Fondo va a perder legitimidad: no funciona así. O la pretensión, un poco infantil, de que la Argentina pueda predicar en el mundo cómo deben ser las reglas financieras internacionales. Todo eso es un malgasto de energía. Más allá de hacer la gestión, no hay que confundir esa instancia política que no anula la instancia técnica o la instancia económica. El Directorio del Fondo Monetario está integrado por ministros de finanzas de los países que tienen contribuyentes, taxpayers, a sus espaldas. Como cualquier acreedor, va a decir: la Argentina tiene problemas para pagar ahora algo que sabía desde hace dos años que tenía que pagar; el año pasado le dimos Derechos Especiales de Giro que no estaban previstos y aún con esa ayuda tampoco fue suficiente. Pero si necesita más plazo, que demuestre que más adelante la probabilidad de cobro va a ser mayor, no menor. Entonces, que la Argentina muestre el plan para que eso sea probable, para que eso suceda.
-¿Hay algún viso de plan? Para un experto como usted, que ha estado en la gestión de la economía de este país, en las decisiones que se toman a diario desde el Ministerio de Economía o en el gobierno en relación a la macroeconomía y a la microeconomía, ¿se puede decir que aunque no está enunciado explícitamente hay algún tipo de estrategia?
-Hay decisiones tácticas múltiples, simultáneas e inconexas. Los lunes nos despertamos y decimos “nos faltan divisas” y entonces prohibimos las importaciones. Como hay menos competencia, los martes sube la inflación entonces congelamos los precios. Como congelamos los precios, y también las tarifas, los miércoles se corta la luz y tenemos que importar gas, y entonces nos faltan más divisas que el lunes. Desde hace dos años, estamos en ese callejón donde cada vez nos acercamos más al paredón. No hay un plan consistente arriba de la mesa, que hace falta no por el Fondo Monetario. Hace falta por los argentinos. Supongamos que el Fondo Monetario tuviera un ataque de indulgencia y dijera “esta bien, no me debes nada o postergamos todo diez años como vos querés.”
-Es interesante imaginar ese escenario: nos sacamos de encima el problema del Fondo Monetario. ¿Qué pasaría?
-Si pasara hoy, mañana tendríamos los mismos problemas que hoy porque la inflación estaría en 50%, tendríamos la pobreza en 40% y tendríamos la economía estancada o el desempleo en torno al 10%. También, niveles de actividad todavía menores que antes de la pandemia, porque no se recuperó todo lo que cayó. Y la brecha cambiaría estaría en 100%. El Fondo Monetario no es el problema sino cómo va a hacer la Argentina para crecer con este desorden macroeconómico donde no estamos convergiendo a un equilibrio sino que estamos alejándonos de un equilibrio. La manifestación de esos desequilibrios es que la inflación del 2020 fue 36% y en 2021, 51%. Para ponerlo en términos de la conversación con el Fondo Monetario, la autoridad argentina dice que las diferencias son en torno a las metas fiscales. Si son respecto a las metas fiscales, son respecto a todo porque hay objetivos fiscales, monetarios, o sea inflacionarios, y cambiarios. El segundo depende del primero y el tercero depende del segundo porque si tenés un agujero fiscal que no podés financiar voluntariamente y que no querés achicar, lo vas a financiar con emisión. Si emitís, vas a generar inflación. Si generás inflación, todo sube y vas a generar exceso de pesos. Si sobran pesos, es lo mismo que falten dólares, entonces vas a tener problemas cambiarios. Así que en realidad no es que hay diferencias en la página 6 del acuerdo con el Fondo. Hay diferencias en toda la concepción del programa macroeconómico.
¿Prohibido ajustar o… prohibido usar la palabra “ajuste”?
-La resistencia al ajuste o el desequilibrio fiscal, el déficit fiscal, es el piolín que tira de las otras piezas, o uno de los piolines que arrastra las otras piezas.
-El Gobierno tiene esa interna entre ajuste y no ajuste. La Vicepresidenta dice que no podemos hablar de…
-No se puede hablar de ajuste.
-Distingamos acá: Cuando se dice “no se puede hablar de ajuste”, el gobierno está hablando del sector público, porque el sector privado sí está ajustando.
-¿En qué sentido ?
-La inflación está licuando ingresos de los trabajadores y de los jubilados. La suba de impuestos está ajustando los ingresos disponibles de los contribuyentes. Todo lo que no quiere ajustar el sector público, lo ajusta el sector privado. No se puede gastar todo el tiempo más de lo que ingresa. Tenemos un Estado que orilla el 40% del Producto. Cada país puede tener el Estado que el contrato social así determine. Los escandinavos dicen 45% y en Singapur es 22%. Me gustaría vivir como en Suecia o como en Singapur. Lo que no se puede es gastar 40 y recaudar 30, porque faltan 10. Y si faltan 10, lo pone el sector privado con más impuestos, como la suba de hace 20 días, o con más deuda, que son más impuestos más adelante. O con más inflación, que es el impuesto al efectivo que tenemos en el bolsillo, que pagan más los pobres.
-Pero ese ajuste del sector privado tampoco alcanza para equilibrar las cuentas fiscales.
-Primero que es traumático, desordenado, regresivo porque, por ejemplo, a la inflación la sufren más los pobres que los ricos, que se pueden defender mejor.
-Y no hay nadie balanceando eso.
-Ocurre por las malas. Te voy a dar una mala noticia: las cuentas cierran siempre. A fin de año, el balance externo, el balance del Banco Central, el balance monetario siempre cierran. Cierran por las buenas, o sea con políticas económicas conducidas, consistentes, o por las malas, con inflación o con devaluación. Cuando cierran por las malas es cuando queda la gente afuera. La gente queda afuera cuando sube la inflación, o cuando ocurre una devaluación traumática. El balance externo o el balance monetario cierran siempre. Lo podemos hacer con un programa económico ordenado, que es lo que estamos esperando para que no ocurra esto de que lo que hacemos el lunes repercute el miércoles. Mientras no tengamos ese programa, no por el Fondo sino por los argentinos, vamos a estar empeorando.
“Me gustaría vivir como en Suecia o como en Singapur. Lo que no se puede es gastar 40 y recaudar 30, porque faltan 10. Y si faltan 10, lo pone el sector privado con más impuestos, como la suba de hace 20 días, o con más deuda, que son más impuestos más adelante. O con más inflación, que es el impuesto al efectivo que tenemos en el bolsillo, que pagan más los pobres”
Deuda. ¿Pagar con “cash” o renegociar?
-La deuda, que ha sido demonizada, ¿es en algún contexto un instrumento legítimo para un Estado para financiar su déficit? ¿O la deuda es legítima siempre que se dé en un contexto de equilibrio fiscal?
-Tener crédito es bueno. Para un país, para una familia, para una provincia, para un municipio, para una empresa, es bueno. Permite anticipar inversiones, gastos. Si tenés que comprar una heladera y excede tu salario porque es un bien a 10 años, entonces tomás un crédito personal. O si querés comprar un departamento, deberías poder pedir un crédito hipotecario. Tener crédito es una facilidad para una familia o para un país. Así que te diría que es bueno siempre y cuando sea pagable. Siempre y cuando al cuarto mes ya no te dan mas crédito o se asfixia tu capacidad de pago. Ese crédito tiene que ser sostenible. Para el que no tiene crédito, toda deuda es impagable, que es un poco lo que le pasa a este gobierno.
-¿Para el que no tiene crédito o para el que no tiene crecimiento?
-Para el que no tiene crédito, que depende de la confianza. El crédito es fiduciario. Fiduciario viene de fe, de confianza. La deuda argentina no es una deuda alta en términos de producto. Depende de cómo se mida, es 80% del producto; es una deuda parecida a los países emergentes como Argentina. Pero ningún país paga su deuda cash. Ningún país, ningún municipio, ninguna provincia. Cuando llega el vencimiento, se renueva. Si tuvo más déficit, se renueva a tasa más alta; si tuvo menos déficit, a tasa más baja pero nadie pierde el crédito. Cuando no tenés crédito y tenés que pagar todo cash, no hay recurso que alcance. Como en el segundo gobierno de Cristina, que usó 55.000 millones de dólares de reservas del Banco Central, porque subir pasivos o bajar activos es lo mismo. Para tu patrimonio es lo mismo que vendas el auto o que contraigas una deuda.
-Me parece interesante entender bien ese razonamiento. ¿La idea es que hay una deuda cara pero lo mejor que le podría pasar a un país no es re pagarla con reservas sino renegociarla en la medida de su productividad?
-Es lo que hacen todos los países. La deuda, al fin y al cabo, depende del déficit. ¿Cuándo se genera deuda? Cuando gastás más de lo que ingresa. Si no, no hay posibilidad de que se genere deuda. Esta discusión que hay sobre el origen de la deuda, quién contrajo la deuda: la deuda se genera cuando se genera el faltante, cuando se gasta más de lo que ingresa. En 2007, el gobierno de Cristina Kirchner heredó un superávit de 4 puntos del Producto y en 2015, dejó un déficit primario de 4 puntos del Producto. O sea 8 puntos del producto entre su inicio y su final. Ahí se gestó la deuda que después documentó y contrajo el gobierno de Cambiemos. Digo documentó porque había mucha deuda indocumentada con los holdouts, los llamados buitres. Y el gobierno de Cambiemos tardó en bajar ese déficit y lo hizo de manera más apurada en los últimos dos años. Y llegó casi a un equilibrio fiscal primario como para que este gobierno no tuviera que endeudarse. Lamentablemente, entre la pandemia y la impericia, porque este gobierno ya empezó a aumentar el déficit antes de la pandemia, en los últimos años, la deuda subió a un ritmo más acelerado que en los cuatro años en promedio del gobierno de Macri.
-Parece contracultural que para un país que tiene una deuda, es mejor no pagarla e ir renegociándola y postergándola. Uno de los logros enunciados por el kirchnerismo es haber dejado el país libre de deudas. Si la idea es que un país se sostenga y tenga equilibrio fiscal y no se endeude innecesariamente, ¿no es ése un razonamiento aceptable que contradice la idea que mejor no pagar la deuda, no usar cash y renegociarla?
-Lo que digo es que es mejor tener la alternativa de renegociar la deuda y de no tener que pagar cash. Lo que instaló el kirchnerismo no es cierto. Fue cierto entre 2003 y 2007: bajó la deuda porque le había quedado un superávit fiscal producto de la crisis de 2002, porque había licuado gastos. No hay magia porque la magia no existe: tuvo excedente, tuvo superávit, pudo bajar deuda. Entre 2007 y 2015 no hubo baja de deuda porque volvió el déficit. No solo hubo aumento de deuda porque en esos 8 años la dejó en 240 mil millones de dólares y había asumido con algo parecido a 180 mil millones. Pero además vendió activos, reservas, le puso Letras al Banco Central. Le tomó al Banco Central 50 mil millones de dólares y le dio papelitos. Por eso tuvo que poner el cepo, porque se quedó sin dólares; los papelitos no servían para nada; imprimía pesos. Entonces en un momento no podía cambiar pesos por dólares.
Las medidas urgentes para el primer semestre. ¿Por dónde ajustar?
-De aquí a 6 meses, corto plazo, ¿qué decisiones deberían tomarse en materia económica superado el tema de la deuda, suponiendo que se llega a un acuerdo, para empezar a encontrar un rumbo? ¿Cuáles son los pasos clave?
-Espero que esta negociación termine bien. Yo creía que iba a haber acuerdo porque las dos partes se favorecen con un acuerdo. Es muy difícil desacordar cuando a las dos partes les conviene el acuerdo. Ahora estoy bastante menos optimista dado los últimos acontecimientos en torno a la negociación. La veo empantanada y con más energía enfocada en buscar culpables antes que soluciones. Pero más allá de ese desafío de acuerdo con el Fondo Monetario, la Argentina está en un sendero fiscal infinanciable. El Fondo le dice al gobierno que no podés hacer un ajuste brutal de un año al otro pero no hagas más desajustes. El déficit fiscal primario sin Covid del año 2021 fue de 2,5 puntos del PBI. El presupuesto que querían presentar era de 3,3, es decir aumentaba el déficit.
-Y ya fuera de la pandemia.
-Así que no hay que hacer más desajuste porque eso se va a financiar con inflación, que es más impuesto a los pobres y es más estrés cambiario. Hay una cuenta fácil. En los meses buenos, perdemos 500 millones de dólares por mes y en los meses malos, mil millones de dólares. Estamos perdiendo combustibles todos los meses. Esta nave empezó con 12 mil millones de dólares de reservas netas. En 2021 le llovieron 13 mil millones de dólares inesperados, 13 mil litros de combustible entre Derechos de Giro y la soja, 12 más 13 y ahora apenas tiene 1000 millones de dólares de reserva. En 24 meses, el gobierno perdió veintipico mil millones de dólares, o de litros de combustible. Estoy seguro de que así no se puede seguir.
-Entonces, equilibrio fiscal que hay que recuperar y eso implica un ajuste…
-Un sendero que muestre esa dirección. Equilibrio no va a haber en lo inmediato pero que por lo menos haya un desequilibrio financiable no con emisión.
-Bien. Tenemos que reducir gastos, que se sintetizan en ajuste.
-Ajuste ya está ocurriendo por el sector público.
-Me refiero al sector público, lo que el gobierno puede decidir directamente. ¿Cuáles son los ítems clave? ¿Son los subsidios a la energía, a la electricidad?
-Esa es una tarea del gobierno, del Ejecutivo de turno que tiene que desplegar su política económica. Mencionás un punto neurálgico. Los subsidios a la energía, que son 2,5 del Producto, es casi lo mismo que se recauda de IVA. Cuando los pobres compran alimentos, les estamos cobran el IVA para financiar energía que la mayor parte no va a los pobres. Es un subsidio muy regresivo. Empecemos por ajustar ese gasto que parece el menos eficaz y el más regresivo.
-Esa es la batalla cultural: comprender que las tarifas planas para todos son regresivas y no una extensión de derechos de los sectores vulnerables.
-Cada país decide en su contrato social qué bienes y servicios públicos quiere dar sin costo para el usuario. Una cosa es la educación y otra es el gas, sobre todo cuando el 40% de la población de menores recursos no tiene gas de red. En los últimos dos años hubo 105% de inflación cuando las tarifas subieron 9%.
La utopía exportadora del kirchnerismo. ¿Creíble u oportunista?
-Hay un nuevo discurso instalado, y que quedó muy expuesto a partir del debate en torno a la explotación offshore, las granjas porcinas, la soja, la pesca, la minería y cuánto impacta o no ecológicamente, y una insistencia desde el Gobierno en la idea de exportar y ampliar mercados externos para que ingresen divisas. ¿Hay datos de contexto como para creer que efectivamente el Gobierno está pensando en recaudar dólares genuinamente y eventualmente ponerlos para generar más producción o repagar la deuda?
-No hay una política exportadora ortodoxa o realmente ordenada. Cuando suben los precios, se prohíben las exportaciones de carne y entonces, a toda la inversión que hubo ahí en rodeo, en cabezas en frigoríficos, le cambiaron los planes de un día para el otro. Nada peor para la exportación que la incertidumbre. Abrir mercados cuesta mucho. Segundo, el atraso cambiario, evidente, que el año pasado fue de 20%: no estamos allí pensando a las exportaciones como la prioridad. Respecto del dilema ecología versus producción, la Argentina a veces es víctima de las discusiones polares. No queremos hacer ni offshore, ni Mar del Plata, ni porcinos, ni minería en Chubut… bueno, qué vamos a producir y qué vamos a hacer. Y no digo que haya que hipotecar la naturaleza pero Noruega, Australia o Canadá hacen todo eso y viven como nos gustaría vivir y sin poner en riesgo el planeta. Hay diagonales que recorrer. Las posiciones extremas y radicalizadas no ayudan en nada al debate.
-En la medida en que no se discute el ajuste y el ajuste es tabú, ¿se puede pensar que hay un riesgo de que la política quiera esas divisas para seguir generando déficit y no para políticas que apunten al crecimiento?
-Mirá, no sé. Cuando el gobierno dice “no al ajuste”, no entiendo bien de qué habla. Está hablando nada más que de una parte del gasto, porque sube impuestos. Subió 19 impuestos en dos años. El ajuste es la relación del sector público con el privado; tiene dos carriles: uno, cuánto gasta y otro, cuánto recauda. Y por éste, está ajustando sobre el sector privado. Siempre podemos pensar una respuesta un poco instintiva que escucho en las autoridades: “más Estado”. A cualquier nivel de gasto es “más Estado”. El Estado es 25, más Estado; 30 o 40, más Estado. En algún momento se tienen que preguntar qué Estado podemos financiar. Pensando en 2023, cualquiera sea el gobierno, cualquier programa económico para la Argentina tiene que tener tres pilares, que son: no se puede gastar más de lo que ingresa, la maquinita de la felicidad no existe y hay que vivir integrado al mundo, que es lo opuesto a más Estado a cualquier precio, la emisión no genera inflación y vivir con lo nuestro. Son dos modelos de desarrollo antagónicos.
China. ¿Mejor socio financiero que el FMI y Estados Unidos?
-Como respuesta a todos estos dilemas, una respuesta que se está instalando en parte de la política kirchnerista, es que China puede ser un mejor socio financiero que los Estados Unidos. ¿Cuán realista es ese análisis de que China puede ser quien preste plata a Argentina si finalmente no se puede cerrar el acuerdo con EEUU y el FMI?
-Me tocó dialogar con las autoridades chinas por las responsabilidades que tuve. Primero, te diría ojo que China suele jugar al ajedrez y Argentina suele necesitar ping pong, respuestas rápidas instantáneas, y eso con China no se da.
-Ajedrez es largo plazo y estratégico.
-Sí, a lo Confucio. Una mirada pausada, panorámica, una movida pensando más en décadas que en minutos o meses. Segundo, no tengo información pero presumiría que si eso tuviera algún asidero, ya habría ocurrido. Esto es una conjetura pero ningún país deja caer las reservas netas a mil millones; apela antes a ese instrumento, y más en un año electoral como el que acabamos de terminar. Tercero, ojo con lo que se pone arriba de la mesa de negociación. Para un financiamiento, las condiciones son económicas: suele haber una tasa de interés y un costo beneficio perfectamente estimable desde el punto financiero y económico. Ojo que no se metan en la mesa ingredientes geopolíticos y soberanos.
-Claro, ya hay un base china…
-No tengo información pero hay que tener mucho cuidado con eso.
-Hubo información de que China podría ser, en un futuro no muy lejano, autosuficiente en soja. ¿Cuánto impactaría eso para la Argentina?
-Argentina es uno de los grandes productores mundiales de soja. No determina los precios, es un tomador de precios. Eso alteraría el mercado mundial de soja, por lo tanto la cotización. De todas formas tomaría con pinzas esa versión. China tiene solamente el 7% de su superficie cultivable y tiene 1.300 millones de habitantes. No parecería ser autosuficiente en alimentos.
Cambiemos y la segunda presidencia que no fue. ¿Cómo le habría pagado al FMI?
-Volviendo al pasado, en este caso de su gestión como ministros de Economía. Usted hablaba de que tiene sentido tomar deuda cuando se puede sostener el flujo de ingresos necesario para poder pagar esa deuda. Cuando Cambiemos toma la deuda con el FMI y llegado 2019 se complica tanto el panorama, de ganar esas elecciones, ¿cuál era el camino que podía llegar a hacer sustentable ese pago?
-La pregunta está bien. La respuesta es contrafáctica.
-Pero hagamos ese contrafáctico para ver cómo se habría pagado.
-Cambiemos entregó el gobierno casi con equilibrio primario. Era un deficit del 0,4 % del Producto. La Argentina se quedó sin crédito a mediados de 2018, en abril de 2018… Argentina digo, no un gobierno sino Argentina… Porque otra vez se discute si fue por responsabilidad del gobierno actual, por el que venía…
-Concedamos que fue la Argentina.
-Exacto. La lógica para ir al Fondo era para tomar deuda más barata y así reemplazar la deuda cara del mercado, que no te la renovaba, por un crédito más barato y más largo con la lógica de que a los dos o tres años recuperábamos el crédito voluntario porque estábamos en un programa de consistencia fiscal.
-Y de crecimiento.
-Sí, por supuesto. El crecimiento es una consecuencia. Ningún país dice “voy a crecer y crece”. Tenés que generar condiciones fiscales, monetarias, inflacionarias, cambiarias, previsibilidad. Lo que hace la política pública es asfaltar el camino; después vienen los privados y lo recorren con sus vehículos, con su inversión y generan empleo. Entonces, con un programa de consistencia macroeconómico fiscal, monetario y cambiario, que son sus aristas más visibles, y de crecimiento que estaba ya recreándose, se habría revertido esa lógica y los vencimientos de ahora se financiarán con acceso a crédito voluntario. La palabra “deuda” está muy estigmatizada. Lo que es bueno es tener crédito. Después, el país soberano decide si lo usa o no lo usa. Lo que no es bueno es no tener crédito, que a veces acá se vende como una virtud. Una cosa es que uno no quiera tomar un préstamo y otra cosa es que nadie te quiera prestar. Eso fue lo que le pasó al kirchnerismo entre 2007 y 2015 y lo que le está pasando ahora.
-Que Argentina entre en esa senda de equilibrio fiscal y crecimiento y tome deuda como parte de una decisión más libre y su repago se pueda dar en mejores condiciones, ¿todo eso es una derivación de la confianza política y no tanto de lo económico o la confianza política surge a partir de las decisiones económicas?
-Las dos cosas. Que el que hable sea creíble, que es el político, pero sustentado en un programa, en un plan de decisiones económicas.
-En el cortísimo plazo, ¿un programa de equilibrio fiscal alcanzaría para que este gobierno recuperara la confianza?
-No, para este gobierno no alcanzaría porque tiene que ser creíble y no caer en el “voy a promover las exportaciones pero después, voy a expropiar Vicentín” porque si no, nadie invierte. Nunca es monocausal. Hago un sendero fiscaL; después tenés que tener un Banco Central convencido de que la maquinita de la felicidad no existe y tiene que haber una concepción macroeconómica que diga que si faltan dólares y sobran pesos, son dos caras de la misma moneda.