Hay que formar innovadores
El mundo está cambiando aceleradamente. Los vehículos serán autónomos y no necesitarán de un conductor. Los sistemas expertos llevarán la contabilidad de las empresas en forma automática. Los programas de traducción, cada vez más eficaces, redefinirán el rol del traductor público. Muchas profesiones desaparecerán si no se innova para redefinirlas.
Los avances de la robótica, las tecnologías de la información y la inteligencia artificial están transformando el mundo laboral. Miles de puestos de trabajo van a desaparecer. Un estudio de la Universidad de Oxford estimó que el 47% de los empleos actuales dejarán de existir. Sin embargo, investigaciones de la OCDE señalan que ese valor está basado en ocupaciones, no en tareas, lo que podría haber generado una sobreestimación de los efectos de la cuarta revolución industrial.
Más allá de esas diferencias, ¿qué estudios deberíamos sugerir a los jóvenes que ingresan a las universidades para que logren una mejor adaptación a este nuevo contexto laboral?
La buena noticia es que no hay una respuesta taxativa. Los jóvenes deben elegir formarse en aquello que los apasione, lo que más les guste. Deben estudiar con seriedad, hacer muy bien su carrera, "diferenciarse" y continuar aprendiendo siempre. No hay una profesión específica para estudiar, sino que en cualquiera de ellas se puede alcanzar un futuro promisorio si se innova. Robert Aumann, premio Nobel de Economía, señalaba que el elemento más importante para fomentar la innovación es la educación. Los puestos laborales del futuro requerirán competencias transversales: se demandarán creatividad, flexibilidad, competencias numéricas y de programación, habilidades de comunicación, pensamiento crítico y de trabajo en equipo: la integración de personas y tecnologías es una tarea multidisciplinaria.
Es imprescindible que nuestro sistema educativo promueva la formación de innovadores. Tenemos que repensar la forma en que enseñamos. En primer lugar, desde la educación debemos reforzar la transmisión de ciertos valores que serán cada vez más importantes: la perseverancia, la autodisciplina, la facultad de aprender de los propios errores y la capacidad de trabajar en forma colaborativa.
En segundo lugar, tenemos que actualizar los diseños curriculares acercando lo que enseñamos a las tendencias vigentes, a la realidad circundante. Tenemos que introducir más práctica, se puede y se debe "aprender haciendo". Hay que innovar en las metodologías de enseñanza y lograr el compromiso de nuestros alumnos. Es necesario incorporar tecnología a los procesos de enseñanza, pero teniendo en cuenta que siempre está primero la pedagogía. También tenemos que evaluar con exigencia.
La clave para lograr un ingreso socialmente inclusivo al mundo del futuro está en la educación. Hace 150 años, Domingo Faustino Sarmiento se encontró en una encrucijada similar y vislumbró con claridad cuál era el camino a seguir. En ese momento sentó las bases de un país próspero desarrollando un sistema educativo modelo para la época, basado en las mejores prácticas que había visto en otros lugares del mundo y adaptándolas a nuestra realidad.
Hoy estamos en una disyuntiva muy similar. El futuro de nuestro país se resuelve con más y mejor educación.
Miembro de la Academia Nacional de Educación