"Hay que fijar reglas claras para discutir el salario docente"
Consultor en planeamiento y financiamiento de la educación en diversos organismos, este economista destaca que nunca hubo tanta inversión como ahora en el sector, pero advierte que tener mayores recursos es una condición necesaria, pero no suficiente, para mejorar la calidad de la enseñanza
En esta época, como todos los años, los maestros sólo hablan de números. Pero no hablan de eso ante los alumnos, como parte de una clase de matemáticas, sino ante los distintos funcionarios a los que les reclaman lo de siempre: aumentos salariales.
Si dejamos que hablen los protagonistas del conflicto (algo que sucede inevitablemente), terminaríamos más confundidos: todos parecen tener razón. Por un lado, a priori, lo que dijo hace pocos días el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, parece cierto: "Muchachos: no es sólo paro, paro, paro. No es el país de la carpa blanca, de la desaparición del Estado, de la desinversión educativa. Este es el país del 6,47 por ciento del PBI en educación, de las 1400 escuelas terminadas y otras 400 en construcción, de los 45 millones de libros distribuidos, de las 1.800.000 netbooks".
Pero la respuesta del titular del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), Roberto Baradel, también parece cierta: "Lo que no se condice con la realidad del país es que justifiquen un aumento del 100 por ciento en dietas de 15.000 pesos a los diputados y después ofrezcan sólo el 19 por ciento de aumento en salarios de 2300 pesos a los docentes".
¿Hay manera de salir de esta encrucijada permanente, que mantiene a millones de alumnos, y a sus familias, como rehenes? Es curioso: los últimos años fueron los de mayor presupuesto para el sector y, como se sabe, el 90 por ciento de los fondos dos se destina al pago de sueldos, por lo que suena acertado el economista Alejandro Morduchowicz: "El financiamiento educativo, como el amor con algunas mujeres, nunca es suficiente".
La frase ingeniosa no oculta el hecho de que este experto, metido de lleno en la coyuntura, también cree que para encarrilar el dilema salarial docente habría que "establecer algunas reglas de juego claras", como "cláusulas de aumento en función del Producto Bruto o de los precios".
Consultor en planeamiento y financiamiento de la educación que se desempeña en el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de la Unesco y en el BID, además de profesor en la Universidad Pedagógica, Morduchowicz fue funcionario de la cartera educativa nacional y de la porteña cuando fueron conducidas por el actual senador kirchnerista Daniel Filmus.
Esa experiencia le permite sostener que "el financiamiento educativo es un instrumento, poderosísimo, pero no un objetivo de política", por lo que, advierte, "si no se comienzan a debatir y a cambiar algunas cosas, como la carrera docente, la promoción del presentismo y la evaluación, entre otras, se habrá desaprovechado el marco más favorable para discutirlas que ofrece la disponibilidad de mayor cantidad de recursos que hubo en el sector durante estos últimos años".
Para Morduchowicz, los recursos para financiar la educación son "una condición necesaria, pero no suficiente" para mejorar la calidad de lo que se ofrece en las aulas. Y aquí sí, en el rubro de las reformas que se deberían hacer en la estructura docente, es cuando quizá pesa la resistencia gremial a tocar cualquier cosa que altere el statu quo: "Cuando se habla de la carrera docente -destaca-, a muchos les suena a derogar un montón de avances y de derechos que han logrado, pero nadie está hablando de eso, sino de establecer qué otras cuestiones son las que, en función de la situación en que nos encontramos, se deberían discutir, si es que hay que discutirlas".
-Como economista especializado en educación, quizá nos pueda ayudar a entender qué está en juego en este conflicto salarial de los docentes que se presenta todos los años.
-Lo que está en juego es que, a pesar de que ha habido una ley de financiamiento que dio cierta holgura financiera a la educación ( N. de la R.: esa norma dispuso que el dinero destinado a educación pasara de 4 a 6 puntos del PBI en cinco años), hay cosas que todavía restan definir, como la discusión eterna: ¿cuál es la fuerza de trabajo del docente? ¿Cuál es el salario que nos permita atraer y retener a los mejores docentes? La ley de financiamiento, se suponía, daba un marco adecuado y de cierta previsibilidad, por lo menos durante cinco años, pero no existe una ley del salario docente. Hasta que no se logre avanzar uno podría pensar en cláusulas de aumento en función del Producto Bruto o de los precios. Es el tipo de cosas que le darían un marco de previsibilidad a la discusión. En algunos países de América latina hay cláusulas que permiten que cada dos años se discuta según la evolución de los precios, del PBI o de la recaudación fiscal.
-Un especialista en temas educativos como Gustavo Iaies afirmó: "Es habitual escuchar que mejorar la educación requiere un aumento de presupuesto, aunque en nuestro país los aumentos de recursos no han mostrado, hasta el momento, mejores resultados educativos". ¿Es así? ¿Por qué?
-En educación, de cualquier cosa que hablemos los analistas podemos sacar un largo pergamino para contar todos los porqués del contexto, las causas, las consecuencias, las implicancias. Para dar más, no hay límites, no sólo en educación. Y para el financiamiento educativo, como en el amor con algunas mujeres, nunca es suficiente. Ahora, un gran debate que ocupa estantes enteros de las bibliotecas es cuál es la relación que hay entre la inversión educativa y los resultados en las pruebas de aprendizaje. Aparte de que están muy sesgados ideológicamente, porque hay que ver quiénes son los que financian esos estudios y quiénes lo dicen. Nosotros sabíamos, cuando participamos en la elaboración de la ley de financiamiento, que se iba a empezar a reclamar por resultados. Y los resultados no son inmediatos. Intuitivamente, uno esperaría que si hay más dinero, más cosas mejoren. Lo que pasa es que el financiamiento educativo es un instrumento, poderosísimo, pero no es un objetivo de política.
-¿Qué significa eso?
-El problema es que por sí solo (el financiamiento) no alcanza. Para graficarlo, suponga que para hacer pequeños arreglos en mi casa, de golpe me dan 10.000 pesos para hacerlos, pero por dejar la plata en la puerta de mi casa esos arreglos no se van a hacer. Uno debería plantearse cuáles son los otros arreglos institucionales que nos faltan, además de la ley de financiamiento, además de la ley de la educación nacional, además de la ley de los 180 días, además del fondo de incentivo docente, para que estas cosas empiecen a despejarse y mejore la calidad educativa. Porque la ley de financiamiento nos permitió despejar cuál era el problema. El problema no era el financiamiento, formaba parte de él. Lo que nos permite decir ahora que es una condición necesaria, pero no suficiente. El mejoramiento de la calidad educativa no es inmediato. Sería un problema si dentro de diez años tuviéramos esta misma charla.
-¿Y cuáles son los problemas que habría que solucionar con esos "arreglos institucionales" que usted menciona?
-Hay varias cuestiones que habría que discutir: la carrera docente, la cuestión de los estatutos, es decir, cómo hacemos para traer y retener a los mejores, algo que no es sólo el salario sino el desarrollo profesional del docente en general. También, el régimen de presentismo y de ausentismo en la Argentina, un tema central que los niños, los padres, las familias, demandan mejorar. La evaluación misma de los docentes es un tema nada sencillo, no es algo que se tenga que resolver de un día a otro. En países como Chile se han tomado como cinco años para resolverlo.
-Hubo duras críticas de la Presidenta a los docentes porque, según dijo, "trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones", que coinciden con la visión de quienes creen que los docentes tienen un sistema de trabajo privilegiado e incluso un grado de sindicalización que termina frenando cualquier debate para cambiar su trabajo.
-La Argentina, al tener provincializada su educación, incluye a más actores todavía en este sector, lo que torna todo muy dificultoso. Es un tema que hace a la gobernabilidad. Es obvio que los gremios van a defender lo que han logrado conseguir, pero en la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, hay no sé cuántos sindicatos docentes y es difícil tener discusiones así. En realidad, las críticas no son porque están mal las cosas sino porque son insuficientes. Es decir, son demandas por más. Eso es lo interesante de todas estas peleas o estas discusiones. Entonces, por qué no más ley, por qué no más clases, por qué no más insumos. No se está criticando por qué se dan computadoras. Entonces es un sindicalismo que no está objetando las cosas que se están haciendo, sino que va por más. Buena parte de la inversión educativa se ha logrado y por eso, en estos temas rígidos quizá sea la hora de que se fijen algunas reglas de juego claras respecto de la actualización o de cómo discutir ese salario docente.
-El estatuto docente es un tabú con el que nadie quiere meterse para evitarse líos...
-También es cierto que más de una vez se han visto amenazados. Cuando se habla de la carrera docente, a muchos les suena a derogar un montón de avances y de derechos que han logrado, pero nadie está hablando de eso, sino de establecer qué otras cuestiones son las que, en función de la situación en que nos encontramos, se deberían discutir, si es que hay que discutirlas.
-Usted parece tener un balance optimista del rumbo educativo. Aunque, por ejemplo, el informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) no nos deja muy bien ubicados en la región.
-No es optimismo ni pesimismo, sino que en algunas cuestiones sabemos, o creemos saber, las tareas pendientes. Si se harán o no, no lo puedo responder. Pero si no se comienzan a debatir y a cambiar algunas cosas, como la carrera docente, la promoción del presentismo y la evaluación, entre otras, se habrá desaprovechado el marco más favorable para discutirlas que ofrece la disponibilidad de mayor cantidad de recursos que hubo en el sector durante estos últimos años.
-Usted ha escrito sobre la necesidad de "mejorar la eficiencia y la equidad del financiamiento educativo". Esa lupa puesta en el concepto de eficiencia suele no ser bien visto por los sectores más progresistas.
- En educación, en una época, no estaba bien visto hablar de la eficiencia. Como si no cuidar los recursos públicos fuera una cuestión ideológica. Es más, hasta desde un punto de vista ideológico podría decirse: "Porque somos pobres o no tenemos recursos tenemos que cuidarlos mejor que nadie". No quiero sonar naïf, pero es un valor a rescatar, inclusive por los que nos creemos progresistas dentro del ámbito educativo. Ese dinero tiene que volcarse al sistema, tenemos que hacer valer cada peso. Estamos en una situación tal en la región en la que no hay conflicto entre ser eficiente y ser equitativo, y lograr cierta justicia educacional. Se puede invertir eficientemente y se pueden obtener mejores resultados.
-Hablar de eficiencia, así como de la productividad, a veces parecía indicativo para algunos sectores políticos de que uno se alejó del "campo nacional y popular"...
-No es que nadie vaya a decir "no me interesa la eficiencia". Lo que pasa es que para algunos discursos la eficiencia es un valor en sí mismo, es el objetivo, pero, en realidad, es un instrumento, uno necesita de esos recursos para alcanzar objetivos de equidad. No me quedo en ese discurso que dice: "Cuido los recursos, tengo tantos alumnos por aula, compro buenas computadoras, buenos libros, tengo escuelas preciosas, bien equipadas, etcétera". Eso es un instrumento, un camino, un proceso para que los recursos lleguen a las escuelas. Ahí también hay cosas para ver: cómo llegan los recursos a las escuelas, si hay que mejorar o no. Discutimos las cuestiones de financiamiento a nivel macro, pero hay que verlas a nivel micro.
-En las críticas contra Mauricio Macri por el cierre de aulas, ¿pesa el componente ideológico o hay legitimidad en el reclamo?
-No conozco la realidad municipal minuciosamente, pero imagino que tiene que ver con cosas del planeamiento educativo propiamente dicho. Hay un crecimiento vegetativo estancado, un pase de matrículas, aulas con muy pocos alumnos. Eso está en la norma, forma parte del planeamiento, del cuidado de los dineros públicos. Desde el punto de vista educativo, ¿cuál es la demanda que le hago a una medida así? Esos recursos que se ahorran, ¿quedan en la educación o van al Tesoro? Si quedan en la educación, quizá se usan para hacer un acompañamiento pedagógico docente en escuelas desfavorecidas que necesitan de más docentes. Desde el punto de vista estructural, si el dinero quedó en la educación estamos hablando de un mejor aprovechamiento de los recursos, que es lo que uno les demanda a los gobernantes. Si eso no sucede, es ajuste, algo que en educación uno siempre les reprocha a los gobernantes.
-¿Los bajos salarios docentes influyen de alguna forma en que la baja calidad educativa del país? ¿O no tienen nada que ver?
-No es sólo la inversión educativa lo que está vinculada con la calidad. Que aumenten el salario docente, ¿aumenta el aprendizaje? Mágicamente, por tener dinero no se resuelven las cosas. La cuestión del salario de los maestros tiene que ver con algo que es la fuerza de trabajo docente, cuánto debe ganar, cuánto tenemos que pagar para traerlo y retenerlo. Resuelto desde el punto de vista conceptual, hay algo para discutir: el solo hecho de pagarles 10.000 pesos a los docentes no quiere decir que vengan los mejores ni que los que vengan se capaciten o que tengan el mismo grado de compromiso. En la relación salarial docente no hay nada que diga que tiene que tener un excelente desempeño. Y su desempeño depende de sus motivaciones intrínsecas. Pero, además, ¿cómo definimos a un excelente docente? Algunas cosas se deberían modificar o empezar a discutir. Si no, corremos el riesgo de desaprovechar una buena oportunidad. ¿A qué me refiero? A que tuvimos más recursos y se mejoró el salario docente, pero hay que ver si el gobernante de turno se queda con eso. Uno puede decir: "Hicimos la ley de financiamiento y eso es maravilloso". Pero justamente porque se hizo esa ley es que le estamos demandando mucho más.
Mano a mano
Hablar sobre los dilemas de la educación argentina siempre me deja un sabor amargo. Y eso no se modificó luego de hablar con Alejandro Morduchowicz, pese a que este economista insistió, una y otra vez, en que el financiamiento educativo nunca estuvo en niveles más elevados. Hablamos durante una hora y media, pero admito que sigo sin entender por qué, si esto es así, los maestros pelean por cobrar apenas 3100 pesos y el rendimiento escolar no mejora. Es posible, como cree nuestro interlocutor, que los balances sean prematuros y que haya que esperar diez años para hacerlos, pero... me mata la ansiedad. De hablar acelerado y moderación extrema, Morduchowicz es de aquellos que ven el vaso medio lleno: si se reclama más es porque algo se hizo en el rubro de la inversión educativa. Pero no dejó de señalar la necesidad de empezar a debatir algunas cuestiones extrasalariales que hacen a la encrucijada docente, como revisar el estatuto, el régimen de presentismo, la evaluación. Pero que son parte de una trama difícil de desentrañar, más aún en un contexto de federalización en donde cada distrito es un mundo. Morduchowicz es un técnico que se mostró como el más político de los políticos: no criticó a nadie, y cuando lo hizo trató de compensar con algún elogio o justificación. En el fondo, quizá, no está mal. La educación debería dejar de ser un botín de guerra de los partidos gobernantes y pasar a ser un bien inexpugnable de cada uno de los argentinos.