Hay que elegir: crecer o no crecer
Faltan pocos días para que los votantes decidan el futuro económico del país, eligiendo entre dos políticas realmente diferentes: estatismo y antiestatismo. Elegir entre Unión por la Patria, con su candidato Massa, defensora a ultranza del máximo estatismo, y La Libertad Avanza, con su candidato Milei, que circunscribe la acción estatal a aquellos servicios que se consideran bienes públicos.
Conocemos demasiado bien los resultados del estatismo ejercido durante los últimos cuatro años y épocas anteriores, que se remontan hasta los años cuarenta del siglo pasado, mientras del antiestatismo solo conocemos propuestas muy especificas cuyo valor teórico puede evaluarse estudiando las revolucionarias ideas de la Escuela Austríaca de fines del siglo XIX.
Si le preguntáramos al estatismo cómo hará para detener la alta inflación que hoy padecemos seguramente contestará que reducirá el déficit público incrementando los impuestos a la producción del campo y a las grandes empresas. Nada deberían temer los votantes. Evidente mentira que se descubre con un elemental análisis económico mostrando que todos los impuestos se trasladan en mayor o menor medida según elasticidades-precio imposibles de calcular. Cualquier nuevo impuesto terminan pagándolos todos. Esa es la pura verdad. Un ejemplo clásico de esta mentira conceptual es el caso de financiar subsidios vía el impuesto inflacionario. ¿Quién paga este impuesto?. Obviamente todos, aunque los estudios econométricos relevantes dicen que mayormente lo pagan los más pobres, tal vez los mismos subsidiados.
Si le preguntáramos al antiestatismo cómo hará para detener la alta inflación seguramente contestará: con crecimiento del PBI. ¿Cómo crecer? Todos los economistas coinciden que la tasa de crecimiento depende de la tasa de inversión; sin inversión que supere la amortización del capital no hay crecimiento. El crecimiento es la solución a nuestro caos económico porque aumentan los ingresos de todos, de los asalariados, de los jubilados, de los pequeños y medianos y grandes empresarios. Pero, ¿de qué depende que haya más o menos inversión? Muy simple: de que el inversor no se vea amenazado por el Estado, de que el inversor crea que el estatismo no aparecerá en lo inmediato, ni después, ni en el mediano o largo plazo. Esto es terminante: el mayor enemigo de la inversión privada es el estatismo. Por ello la propuesta de un antiestatista, de Milei, es crucial, es la única garantía de una mayor inversión, de la posibilidad de crecer.
Todo indica que a Milei le van a creer que es antiestatista. Su inspiración es la famosa Escuela Austriaca, cuyo fundador, Karl Menger, es reconocido por ser el primero que introdujo el tema del crecimiento como el más importante en teoría económica. Pero mucho me temo que si Massa les pidiera invertir a los inversores, no le creerían. Me voy a permitir citar a un economista de renombre, Marcos Buscaglia (LA NACION, 5-11-23, Economía, pág. 5): “El meme que circuló por Halloween, en el que un Massa vestido exactamente igual en cuatro fotos se proponía como disfraz de liberal, o de menemista, o de kirchnerista o de antikirchnerista, resume bien el problema que enfrenta el ministro/candidato. La credibilidad es fundamental para hacer política económica. La eficacia de cualquier anuncio depende crucialmente de la credibilidad de quien lo realice y de las garantías que las instituciones políticas brinden a tal anuncio. Dado que la Argentina no ofrece garantía institucional de estabilidad de cualquier política, la credibilidad del anunciante es lo único que queda, pero es algo de lo que Massa carece”.
El próximo 19 definimos nuestro futuro Y los votantes debemos profundizar sobre estas dos opciones de política económica. El estatismo lo hemos vivido, lo conocemos de demasiados años y hemos comprobado hoy fehacientemente su fracaso, el antiestatismo es una promesa que ha sido muy estudiada por mentes brillantes con espectaculares resultados comprobables en otros países.
Contador Público Nacional