Hay mucho que reformar, juntos
Existe la posibilidad de salir de la decadencia, del abandono, de la marginalidad, de la ilegalidad, del descreimiento, de la resignación a no poder progresar social, familiar o personalmente. Pero hay enemigos: hay muchos -de carteristas a funcionarios- que creen que la ley no se les aplicará a ellos; hay jueces que están dispuestos a no aplicar la ley; hay empresarios que, escudados en la excusa de que "así es el sistema", aceptan pagar para que no se les aplique la ley; hay policías que no rechazarían alterar pruebas para que no se aplique la ley; aún hay fiscales que aceptan no cumplir con su deber de acusar, ya sea por dinero, por política, por ideología; hay amenazas y cobardías.
También hay quioscos o curros. Hay poderosos que destruyen a quienes proveen los bienes y servicios que ellos hacen, venden o prestan, para que no haya competencia a favor de los consumidores, para luego abusar de ellos en precio o calidad, encareciendo los costos de productos, de logística, de puertos e impidiendo progresar a millones de argentinos. Hay otros poderosos que logran que los funcionarios les den altas protecciones para que nadie compita con ellos y poder mantener ganancias abusivas, y luego critican a los políticos desde mansiones en Punta del Este tomando champán francés. A eso le llaman defender el trabajo argentino. Hay políticos que inventan cargos y creen que se pueden cobrar sin trabajar. Pero llega un momento en que la cosa no va más. Éste es el momento.
El propósito de la reforma no es algo personal contra los quiosqueros. El propósito de la reforma es permitirle a la enorme mayoría de los argentinos mejorar, progresar, que es algo que los quiosqueros les impiden, porque está todo trabado. Es hora de que la justicia social pase de las palabras a los hechos. Argentinos, a las cosas. Es necesario sacar a millones de argentinos del barro, de la basura, del ataque de enfermedades medievales, de la falta de infraestructura básica como el agua o las cloacas, de la falta de comida en un país que alimenta a 400 millones de personas, del control de narcos y mafiosos, de la falta de educación de calidad para conseguir un trabajo digno, que les dé igualdad de oportunidades de partida. Tenemos que hacer eso y tenemos que hacerlo ahora.
La reforma debe generar confianza porque la confianza genera previsibilidad, y la previsibilidad baja los riesgos, y los bajos riesgos aumentan las inversiones, y las inversiones generan trabajo y nuevas riquezas. Por eso, es importante que haya ley y correr a los sinvergüenzas que impiden que se aplique a todos por igual. Los Estados no deben gastar más de lo que tienen para no generar más incertidumbres y quiebras. La reforma debe impulsar obras en rutas, trenes, aviones, puertos, energía, para crear trabajos y para que los argentinos puedan producir a precios internacionales y vender lo que producen. La reforma debe reemplazar la confrontación sistemática entre empleados y empleadores por la asociación y la cooperación entre ellos, para que lo que produzcan se pueda multiplicar en un mundo que exige permanentes cambios, dinámica, adaptabilidad, innovación.
La reforma es salir de la decadencia y cambiarla por la confianza en nosotros, en nuestras instituciones, en nuestro país. La mitad de los chicos no terminan el secundario. Un tercio de la población no cubre sus necesidades básicas. La mitad tiene un ingreso familiar inferior a los 20.000 pesos. Hay mucho que reformar, juntos.
Presidente provisional del Senado de la Nación