Hasta siempre, Leonard
Hemos sido conmovidos por su voz. Era el poeta del amor y la desolación, el demiurgo de los paisajes interiores y arquitecto de la belleza, el cantante de expresión honda y grave que casi provocaba un nuevo grado de conciencia, casi un hechizo. Miles de sus acongojados admiradores lo despidieron este fin de semana escuchando sus canciones. Sus afectos más cercanos lo hicieron en la más estricta intimidad: Leonard Cohen, que murió a los 82 años, fue sepultado junto a sus ancestros en el cementerio Shaar Hashomayim, a los pies del Mont Royal, en Canadá. Su hijo Adam le quiso decir adiós ayer en las redes sociales. En ese texto breve le agradece a su padre la dignidad, la elegancia, la sabiduría y las conversaciones; le agradece el consuelo que le ofreció en los momentos difíciles. Las canciones, también: aquellas con las que lo dormitaba cuando era un niño, y las que le regaló al mundo después. Nos queda la compañía de su música, y sin embargo estamos un poco más solos.