¿Hasta qué punto sirve mostrar las imágenes del horror?
El reciente tiroteo en Texas avivó la discusión sobre cómo cubrir fotográficamente las grandes tragedias
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Después de que Noah, el hijo de 6 años de Lenny Pozner, murió en la tragedia de Sandy Hook, su padre contempló por un momento la posibilidad de mostrar al mundo el daño que un rifle AR-15 causó a su hijo.
Primero, pensó: “Eso conmovería a algunas personas, cambiaría algunas mentes”.
Y luego: “Mi hijo no”.
El dolor y la rabia por los dos horribles tiroteos masivos en Texas y Nueva York, con solo 10 días de diferencia, han reavivado un viejo debate: ¿difundir imágenes explícitas de lo que ocasiona la violencia con armas de fuego podría sacar al liderazgo político del estancamiento?
Desde el movimiento abolicionista hasta Black Lives Matter, desde el Holocausto hasta la guerra de Vietnam y la invasión rusa a Ucrania, fotografías y videos han revelado el costo humano del racismo, el autoritarismo y la política exterior desastrosa. Estas han provocado la indignación del público y, a veces, han conducido al cambio. Sin embargo, el uso potencial de esas imágenes para acabar con la pasividad oficial tras los tiroteos masivos plantea consideraciones nuevas y dolorosas para las familias de las víctimas.
“Es cierto que las fotografías impactantes del sufrimiento a veces dejan huella”, comentó Bruce Shapiro, director ejecutivo del Centro Dart de Periodismo y Trauma de la Universidad de Columbia, citando la famosa imagen del fotógrafo Nick Ut de una niña vietnamita desnuda huyendo de un ataque con napalm en 1972. “Lo que hace de esto un reto ético es que, cuando eres editor de fotografía, nunca sabes realmente cuál es la fotografía que dará la impresión de ser abusiva y qué imagen va a tocar la conciencia de la gente y va a ser un catalizador del debate”.
Las principales organizaciones de noticias a veces muestran imágenes perturbadoras de personas que han muerto para ilustrar los horrores de un acontecimiento, como la fotografía tomada por Lynsey Addario de una madre, dos niños y un amigo de la familia asesinados en marzo en Irpín, Ucrania, o la imagen de un niño kurdo sirio de 3 años cuyo cuerpo fue arrastrado a la orilla en Turquía en 2015. Pero rara vez se muestran cadáveres despedazados. En el caso del tiroteo de Uvalde, no se permitió a los fotoperiodistas entrar en la escuela y la policía no difundió ninguna imagen de la escena del crimen.
Las personas que tienen acceso a esas fotografías y se inclinan por difundirlas tienen que preguntarse: ¿Servirá para iluminarnos u ofrecernos alguna solución o simplemente es algo horrible?
“Si las familias dicen: ‘Creo que debemos mostrar esto’, me parece que debemos escucharlas”, opinó Emily Bernard, autora y profesora de Inglés en la Universidad de Vermont. “Pero las personas que tienen acceso a esas fotografías y se inclinan por difundirlas tienen que preguntarse: ¿Servirá para iluminarnos u ofrecernos alguna solución o simplemente es algo horrible?”.
“Me puedo imaginar algunas imágenes que podrían hacerse sin deshumanizar a las víctimas que hablan de la historia del rifle AR-15, una historia que no se ha visto ni contado en su totalidad”, dijo Nina Berman, fotógrafa documental, cineasta y profesora de periodismo en la Universidad de Columbia. “Las ventanas destrozadas, los escritorios destrozados, la completa destrucción del aula con esta arma que está diseñada solo para arrasar humanos. Ahí es donde está la conversación política ahora mismo: ¿Por qué nos estamos armando con una AR-15? ¿Por qué nuestros legisladores creen que esto es algo que la Constitución alguna vez contempló?”
Pero los periodistas estadounidenses “ni siquiera tienen acceso para intentar tomar estas imágenes”, dijo Berman. Las escenas del crimen se acordonan rápidamente y se prohíbe a los fotógrafos. La policía restringe el acceso a las fotos de escenas del crimen a veces durante meses o años mientras dura la investigación. “Tenemos una cultura demasiado inmersa en la violencia, pero pasamos mucho tiempo evitando que alguien vea esa violencia”, comentó Berman. “Algo más está pasando aquí y no estoy segura de que sea solo que estamos tratando de ser sensibles”.
Después de la muerte de su hijo, Pozner dedicó su vida a luchar contra los creyentes en teorías conspirativas que difundieron afirmaciones falsas acerca de que el tiroteo en Sandy Hook fue un engaño del gobierno, con la intención de promover los esfuerzos por controlar las armas. No está convencido de que la publicación de la fotografía de Noah hubiera cambiado mucho las cosas.
“Todo se amplificaría”, agregó. “Los conspiracionistas tendrán más cosas que negar, los absolutistas tendrán más cosas que decir y la gente traumatizada por los tiroteos masivos lo estará aún más”.