¿Hasta que el gobierno nos separe? Cómo son las alianzas que sobreviven a las campañas
Por la crisis de los partidos, porque la gobernabilidad exige cada vez más acuerdos que confrontaciones y porque las sociedades reclaman contra la "vieja política", muchos países están hoy gobernados por coaliciones que, lejos de ser agrupamientos electorales, logran hacer acuerdos verdaderos y renovarse en el poder. El lanzamiento del Frente Amplio -UNEN en el país hace volver la mirada a los ejemplos más cercanos de alianzas duraderas: la Concertación en Chile y el Frente Amplio en Uruguay
Una parte importante de la dirigencia política argentina suele admirar en público las exitosas experiencias mundiales de gobiernos de coalición que se alternan en el poder sin que cada cambio de administración implique un salto al vacío o un retroceso de lo bien hecho.
Así, se siguen de cerca procesos consolidados como el del Frente Amplio, en Uruguay, que desde 2004 conduce el país compartiendo las principales decisiones con un conglomerado de más de una docena de partidos de centroizquierda e izquierda. O el de Chile, donde la Concertación domina la política desde 1990, con el paréntesis del gobierno de Piñera entre 2010 y este año.
Con características distintas, hay experiencias de convivencia política en Brasil entre las fuerzas políticas lideradas por los ex presidentes, y en México, donde en diciembre de 2012 los tres principales partidos firmaron el Pacto por México con 95 compromisos de política pública y un Consejo Rector para su ejecución.
Una gran mayoría de los 28 Estados miembro de la Unión Europea -en general, los de tradición parlamentaria- están gobernados hoy por coaliciones y alianzas de partidos políticos. En Alemania, país líder de Europa, la conservadora Angela Merkel hizo una alianza de gobierno con sus rivales socialdemócratas de centroizquierda. Y de las últimas elecciones parlamentarias de Finlandia en 2011 surgió una nueva coalición de gobierno formada por seis partidos de distintas ideologías, llamada Coalición Arco Iris.
El reciente lanzamiento del Frente Amplio-UNEN de cara a 2015 hace volver la mirada a esos ejemplos de coaliciones que lograron atravesar los tiempos de campaña, gobernar y conservar el poder.
Convivencia política
La aparición y persistencia de algunas coaliciones en los gobiernos no son ajenas a un clima de época.Por estos tiempos, las sociedades del mundo, ayudadas por las nuevas tecnologías, están presionando por un cambio de estructuras institucionales con nuevos liderazgos capaces de gestionar la agenda pública de este siglo. "Existe una inestabilidad mundial que obliga a realizar enormes esfuerzos a los gobiernos. Por eso deben pactar, hacer alianzas y coaliciones impensadas antes para sostener la gobernabilidad", señala Juan Gabriel Tokatlian, director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.
En los 30 años de democracia argentina, en tanto, el alfonsinismo, el menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo se sostuvieron en el poder con alianzas multifacéticas de grupos políticos funcionales al poder central, pero sin conformar gobiernos de coalición basados en consensos previos. La Alianza, un intento en ese sentido, fracasó y dio paso a una de las peores crisis de la Argentina reciente.
Aunque la fragmentación política es notable, y la etiqueta ideológica parece decir cada vez menos a los votantes, la dirigencia se muestra incapaz, cuando no mezquina, para consensuar con fuerzas distintas a los propios objetivos y acciones de gobierno de mediano y largo plazo.
"Las coaliciones políticas no resuelven los problemas que tienen los partidos. Aquí suelen agrupar a las estructuras en crisis. El mejor ejemplo de ello fue la Alianza. En cambio, en Alemania funciona una coalición de gobierno porque representa el impulso social que impone la agenda pública y los partidos la ejecutan", dice el politólogo Marcos Novaro, investigador del Conicet y director del Centro de Investigaciones Políticas (Cipol), para quien los frentes que se arman desde el poder son, de hecho, cooptaciones de partidos menores que terminan siendo satélites.
Quizás el desafío que plantea el Frente Amplio-UNEN es, primero, si puede superar el mal recuerdo de la Alianza y, después, si consigue gobernar un país con un fuerte sistema presidencialista, inclinado a los liderazgos individuales.
No es un rasgo, en rigor, sólo argentino. Desde hace muchos años los partidos políticos, en todo el mundo, están sumidos en una crisis de identidad y de representatividad. Las estructuras perdieron lealtades partidarias y los votantes son volátiles, atados a la percepción de que las soluciones de los problemas del país están más en las manos de las personas que en los equipos y programas de gobierno.
"Cuando Lula era presidente solía decir que su trabajo más importante y que más tiempo le llevaba era dialogar con la oposición. Es decir, Brasil desarrolló la cultura de la negociación política, mientras que aquí prevalece la cultura de doblegar al adversario", afirma Juan Pablo Lohlé, ex embajador argentino entre 2003 y 2011. El diplomático se refirió a la fórmula de la convivencia política en ese país: "Su estabilidad institucional y política se sustenta en que los tres principales movimientos políticos pactaron mecanismos de gobernabilidad y de objetivos del país en el mundo". Se refiere a los partidos de tres presidentes de la actual democracia: el Partido de los Trabajadores, de Lula; el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de Fernando Henrique Cardoso, y el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de José Sarney; a este último se le reserva siempre la presidencia del Senado. "El Ministerio de Asuntos Institucionales articula las decisiones políticas con la oposición, se ocupa directamente de coordinar la gestión con los partidos que tienen un poder real en la estructura del país", dice Lohlé. "En Brasil, las coaliciones de gobierno definen los temas importantes y estratégicos, y se hace en el Congreso", agrega Tokatlian.
¿Qué condiciones se tienen que dar en la Argentina para que algo parecido suceda? Para Novaro, es central que los acuerdos se hagan entre partidos que se conozcan bien, que duren en el tiempo y puedan mostrar resultados. También cree que es necesario que haya mecanismos claros de distribución de cargos y responsabilidades específicas de gestión, y modificar las leyes electorales. "El sistema de las PASO no estimula la competencia y la participación, porque el que pierde queda afuera y así es imposible que haya acuerdos políticos para compartir responsabilidades de gestión", dice.
Para Lohlé, "los acuerdos se pueden firmar en poco tiempo, pero para que tengan éxito es indispensable saber qué ideas fuerza y objetivos tienen para convocar a la sociedad, y la capacidad para organizarlos y ejecutarlos. Porque gestión es conocimiento aplicado con resultados concretos y medibles". En la misma línea interpreta Tokatlian: "Una coalición política tiene que transmitir un firme propósito de gobernar el país y esto tiene que ser muy claro para el electorado. La sociedad debe captar que hay un proyecto de gobierno y de gestión. Y para que tenga éxito, el acuerdo debe ser ofensivo y no defensivo, mirando hacia adelante y evitando quedar en la crítica al pasado".