Harry Potter, creador de lectores
Veinte años después de su primer libro, la exitosísima serie del niño mago creó una comunidad de seguidores para quienes fue la puerta de entrada a otras lecturas y un refugio desde donde explorar el misterio
"Los cuentos empiezan justo donde nuestra razón se detiene. Por eso son tan necesarios", afirmar el escritor español Gustavo Martín Garzo. Los cuentos, algunos más que otros, se clavan como una flecha ardiente en la corteza de nuestra experiencia sensible y dejan gotear la savia de su imaginería hasta que desborda los límites de la realidad. Entonces el mundo se ensancha. Hace 20 años, Harry Potter reveló por primera vez a su lectores un mundo mágico, sólo perceptible para aquellos muggles que se animaran a creer. Creer en los seres sobrenaturales que conviven con los hombres, las mujeres y los niños en los rincones vacíos, en las sombras, detrás de los espejos, ocultos entre las bambalinas de los teatros y las trastiendas de los bares de mala muerte.
Con Harry Potter, J.K. Rowling redescubrió la esencia de los clásicos, echó mano a toda esa herencia de lecturas imprescindibles, esas muchas historias que todos creemos conocer pero que pocos hemos realmente leído. ¿Quién puede pasar por alto el rasgo ceniciento del pequeño Harry? Un niño huérfano, marcado y dueño de un poder que no imagina, puesto al cuidado de unos tíos mundanos, lleno de privaciones en una casa en la que su primo recibe toda clase de atenciones, agasajos y comodidades. Confinado en una alacena, Harry ni siquiera puede sospechar que justo cuando toquen las doce de la noche y comience a correr el día de su cumpleaños número once tocará a su puerta el viejo Hagrid, un gigante bonachón que, como un hada madrina, viene a traerle noticias de su pasado y a entregarle las llaves de su futuro.
"Todos los niños del mundo conocerán su nombre", profetizó la profesora Minerva McGonagall en el primer capítulo de Harry Pottery la piedra filosofal. Tal vez no todos, pero muchos niños del mundo, hayan o no leído sus libros, conocen hoy el nombre de Harry Potter, así como el de La Sirenita, Pinocho, Alicia y Peter Pan.
Lecturas compartidas
Con ese primer libro -publicado en 1997- y los que vendrían después, Rowling creó un paisaje, un refugio de palabras para sus lectores, una forma de hogar en el que siempre se es bienvenido. "Nada une más que compartir experiencias imaginarias", dice el británico Aidan Chambers en su libro El ambiente de la lectura. La lectura compartida da lugar a la creación de una comunidad y una identidad cultural. Harry Potter ha sido para muchos niños y niñas ese primer libro que desplegó ante sus miradas atónitas el deslumbramiento de la ficción, la poderosa maquinaria de la literatura. Como el niño mago, sus lectores llevan la marca del relámpago como huella de su iniciación.
Quien se ha dicho fanático de Potter se ha dicho a sí mismo lector, miembro leal de la cofradía de buscadores de historias. Chicos y chicas que podían reconocerse en su lengua común, la lengua de Harry. Lechuzas, escudos y casas, varitas, escobas, anteojos de marcos redondos y bufandas que salían del libro y coloreaban la vida cotidiana. Se convertían en seña y contraseña de acceso a esa comunidad con devotos capaces de tragarse sin respiro todo nuevo título para escapar a los spoilers de los amigos y luego entregarse a largas relecturas en las que degustar cada escena del gran teatro de Rowling.
Veinte años pasaron, Harry creció junto a sus lectores y completó su instrucción en Hogwarts. ¿Cuántos de esos devoradores de páginas de la saga fueron a por más libros, más autores, más títulos; cuántos de ellos llevan una novela en sus morrales, cuántos de ellos tienen ficción en sus vidas? Quién puede saberlo. Gianni Rodari solía decir que no se acerca literatura a los pequeños para que todos sean escritores sino para que ninguno sea esclavo. Entonces, qué bueno que hayan tenido, al menos una vez, la chance de llenarse los bolsillos de hechizos y pociones.
Como sea, Harry, Ron, Hermione y Dumbledore siguen conquistando nuevos lectores, siguen armando comunidad entre los más pequeños.
Una atmósfera que abraza
"Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había de aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región." Ya desde el arranque, Harry Potter y la piedra filosofal exalta los sentidos y abraza en su atmósfera al lector para que se sienta lo suficientemente a cobijo como para lanzarse a la aventura.
Releo ahora esos primeros pasajes y vuelven a mi memoria con una voz, la de mi sobrino Juan, que mordía las palabras antes de poder soltarlas. Apenas había aprendido a leer cuando le regalaron ese libro que se imponía en los rankings de ventas y trepaba a las portadas de los suplementos de cultura. Yo había decidido acompañar su lectura dispuesta a encontrarle los hilos a la novela. Leí asomada sobre su hombro, tan deslumbrada por el libro y sus personajes como por el modo en que éstos se hacían parte de su vida. Un libro también es eso: las circunstancias de su lectura. La tensión amorosa con que se enlazan las páginas, las voces y los lectores.
La autora es periodista, especialista en literatura infantil y autora de Todo lo que necesitas saber sobre literatura de la infancia (Paidós)
María Luján Picabea