Hamilton: el exitoso musical, un llamativo espejo para Alberto Fernández
¿Por qué en la Argentina puede interesarnos un musical sobre la vida de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos? Porque existe hoy en nuestras pampas un dilema semejante al que se enfrentaron hace más de dos siglos Alexander Hamilton, el protagonista del musical en cuestión, y su adversario histórico Aaron Burr. Quizás, justamente por la vigencia de su contenido, Hamilton –obra de Lin-Manuel Miranda basada en la biografía escrita por Ron Chernow– fue récord de taquilla en Broadway y la versión filmada superó recientemente todas las expectativas con su estreno en la plataforma de streaming Disney+, aumentando las descargas en un 74%, con casi el 40% de las mismas fuera de los Estados Unidos.
Hamilton y Burr discuten sobre la visión que cada uno tiene sobre el liderazgo. El dilema, que culmina en un duelo en el que muere el primero, contrapone dos miradas antagónicas de la política. Por un lado, una postura en la que se debe abrazar una causa por la cual luchar, aún a costa de generar mayores resistencias. Por el otro, una visión pragmática en la que debe primar el silencio estratégico para no incomodar a nadie y sobrevivir en las trincheras de la política. En esa discusión, Hamilton rechaza esa visión estratégica y sostiene: "Aquellos que no representan nada mueren por cualquier cosa". En cambio, Burr asegura: "No hay que hacer hoy lo que puedes posponer para mañana, ya que la demora te dará más claridad para saber qué curso de acción tomar".
Mientras tanto, en una galaxia no tan lejana, encontramos al Burr argentino: el tiempista Alberto Fernández. El presidente se está tomando su tiempo: para terminar de delinear el plan económico, para definir los alcances de la cuarentena o para precisar su política internacional, por ejemplo, en relación con los derechos humanos en Venezuela.
Esa posición intermedia que se esfuerza en sostener Fernández está acorralada por los extremos de la política argentina, personificados en los expresidentes Mauricio Macri y Cristina Kirchner. Ellos, que sostienen un posicionamiento más ideológico y una causa definida, son dos de los líderes con mayor imagen negativa en el país, con 61% y 67% respectivamente, según una encuesta realizada en julio por la Universidad de San Andrés. Sin embargo, al mismo tiempo, les da las mayores –aunque insuficientes– bases de apoyo electoral que los hacen imprescindibles para cualquier armado político futuro. De acuerdo con una investigación reciente realizada por Dynamis Consulting, el sector del electorado afín al oficialismo se compone en un 34% por votantes duros cercanos al kirchnerismo y en un 11% por votantes blandos. En el otro extremo, el sector más afín a la oposición se compone por un 31% más cercano al macrismo y un 12% más blando.
La tensión que está viviendo hoy la política argentina es, como sucede en Hamilton, una dicotomía entre la moderación del presidente y las causas que promueven quienes se encuentran en los extremos
En la otra esquina del cuadrilátero, los moderados tienen menos resistencia en el electorado. Tanto Alberto Fernández como Horacio Rodríguez Larreta representan sectores más dialoguistas y, consecuentemente, son mejor vistos con un 55% y un 52% de imagen positiva respectivamente, según la misma encuesta de la Universidad de San Andrés. De esta forma, la tensión que está viviendo hoy la política argentina es, tal como sucede en Hamilton, una dicotomía entre la moderación del presidente y las causas que promueven quienes se encuentran en ambos extremos del espectro político.
Con condiciones externas favorables, Alberto Fernández podría sostener la espera, apelando a que los resultados de su gestión hablen por sí mismos. Pero hay diversos factores que atentan contra esta estrategia: un contexto azotado por la pandemia, una crisis económica de proporciones históricas que difícilmente permita mostrar resultados positivos en el corto plazo y, por último, un electorado dividido por una fuerte polarización afectiva dado que cada partido tiene una antipatía pronunciada por el sector opositor.
Alberto Fernández está atrapado entre los tiempos de la moderación y la urgencia de la gestión. Pero, para escapar de esta trampa, el presidente necesita embanderarse con una causa propia. No en vano, empiezan a aparecer en estos días los primeros atisbos de un albertismo sentando las bases de la agenda de "lo que se viene". Doscientos años atrás, Hamilton y Burr definieron sus diferencias en un duelo. Hoy no hace falta llegar a tanto. Quizás Alberto Fernández pueda reescribir a Hamilton con un nuevo dogma: aquellos que representan algo, sobreviven a todo.
La autora es politóloga, directora de Dynamis Consulting