Hacia un nuevo sistema tributario
Esta pregunta encapsula una oportunidad: ¿cómo debería ser el sistema tributario de la Argentina de modo tal de convertirlo en el país de América latina más atractivo del G-20 en la próxima década?
La interacción estratégica dentro del G-20 es desafiante. Desde la década del 80, los países G-20 crecientemente se comportan como empresas. En efecto, mientras las empresas buscan maximizar sus market-share, dichos países buscan maximizar la atracción de capital en sus diferentes formas, tales como capital financiero, intangible y humano.
Por ejemplo, los países G-20 emplean ciertos países no G-20 como canales de distribución de sus productos y servicios (incluidas calidad institucional y conectividad con otros mercados), de tal modo de minimizar el costo fiscal de ingreso y egreso de capitales. Esto suele implementarse mediante regulaciones como los convenios para evitar la doble imposición internacional. Así, las inversiones directas extranjeras en Estados Unidos suelen ser canalizadas a través de Holanda; en México, a través de Suiza; en Rusia, a través de Chipre; en China, a través de Hong Kong.
Esta dinámica genera una creciente competencia fiscal entre países que ha dado origen a un tsunami de disputas fiscales desde la crisis financiera global de 2008. El volumen de disputas en esta década será al menos el doble del de la década anterior. Esto carece de precedentes desde el surgimiento del derecho tributario internacional en 1923, tal como se demuestra en nuestro libro A Global Analysis of Tax Treaty Disputes, que publicará Cambridge University Press.
El sistema tributario de Australia es un buen modelo para la Argentina a raíz de semejanzas clave entre ambos países. La economía australiana se concentró hasta la década del setenta en sus industrias agraria y de minería. Desde entonces Australia se ha diversificado hasta convertirse en uno de los países centrales del G-20.
Australia ofrece uno de los sistemas fiscales más desarrollados del G-20. Esto incluye un impuesto a las ganancias que promueve la innovación, una red de convenios amplia para evitar la doble imposición que une a Australia con los principales nodos del sistema de tributación internacional y un sistema de resolución de controversias fiscales que incluye el arbitraje fiscal.
El impuesto a las ganancias de Australia y el de la Argentina se inspiran en un mismo modelo: el del Reino Unido. Ambas son jurisdicciones clave en dos industrias globales: el agro y la minería. La Argentina tiene ahora incipientes industrias, tales como servicios basados en el conocimiento, comparables en calidad a las australianas; las exportaciones de dichos servicios desde la Argentina han generado US$ 5.800 millones en 2015 y han creado más de 120.000 puestos de trabajo en la Argentina. La Corte Suprema de Justicia de la Nación es la más equilibrada desde hace casi cien años; sus cinco miembros han sido designados por tres presidentes distintos, tal como sucede con la Corte Suprema de Australia.
Ahora es un excelente momento para que la Argentina inicie un camino de desarrollo diversificado análogo al de Australia. Nuestro país debería focalizarse en producir creciente conectividad con el G-20 mediante un sistema normativo previsible y compatible con estándares internacionales. El sistema fiscal es un elemento crucial para que la Argentina avance en este prometedor sendero.
Decano de la Escuela de Derecho, Universidad Torcuato Di Tella
Eduardo Baistrocchi