Hacia los liderazgos compartidos
Al hablar de liderazgo en empresas del mundo privado, en la sociedad civil y en el sector público mostramos una tendencia a concentrar nuestra atención en los individuos que están en la cima de estas organizaciones. Solemos relacionar sus éxitos o fracasos a su personalidad, a sus cualidades y a sus conocimientos. Sin embargo, ¿es esto correcto? ¿Puede un individuo por sí mismo reunir todos los conocimientos y habilidades para llevar adelante ese trabajo? Más aun, frente a las importantes transformaciones que se esperan para la Argentina en los próximos años, ¿contaremos con las capacidades sustentables para aprovechar las oportunidades y solucionar las dificultades que se nos presenten?
Algunos académicos sostienen que existe una demanda para que el liderazgo esté distribuido más equitativamente en las organizaciones. Esta necesidad surge de diferentes fuerzas. Ningún individuo está en condiciones de poseer la información suficiente y relevante en un mundo cada vez más complejo e interdependiente que cambia rápidamente. A su vez, los tiempos de respuesta frente a la velocidad con que varían las condiciones deben ser cada vez más ajustados y no resultan compatibles con un proceso jerárquico de toma de decisiones. Por último, la complejidad de las tareas requiere del conocimiento y habilidades complementarias de varias personas que trabajen de forma armónica.
La definición más completa del liderazgo compartido la plantea Craig L. Pearce. Lo define como el proceso de influencia dinámico e interactivo entre individuos dentro de grupos u organizaciones, cuyo objetivo es liderarse mutuamente para alcanzar las metas grupales y organizacionales. Así, el liderazgo está distribuido entre un grupo de individuos en lugar de estar concentrado en manos de una persona. El liderazgo compartido tiene numerosos puntos de contacto con la teoría de redes y con la exploración de las relaciones informales dentro de una organización. Así descripto, el liderazgo no se relaciona con un rol jerárquico, sino que constituye un proceso social. Significa dejar de lado el yo para pasar a priorizar el nosotros.
Existen numerosas experiencias por las cuales se reconoce el aporte del liderazgo distribuido en las organizaciones, confiriéndoles institucionalidad a las iniciativas de aprendizaje e innovación autogeneradas a través de la organización.
Existen circunstancias paradojales que atentan contra una comprensión acabada del liderazgo compartido. Muchas veces los líderes jerárquicos son quienes deben impulsar un modelo de liderazgo compartido. Asimismo, las habilidades que son necesarias para implementarlo exitosamente no son las que lo llevaron hasta ese lugar. Y por último, aun cuando las dos paradojas anteriores se hubieran superado, cuando se describe la historia del éxito de esa organización, el foco se centra en la autoridad individual que estaba al tope de la pirámide y no en el equipo que lo consiguió.
Las lecciones aprendidas incluyen numerosos factores comunes positivos. Existe una clara visión y propósito compartidos, la convicción de que el todo es superior a las partes, la existencia de un vínculo de confianza entre los individuos, la definición clara de las áreas de competencia de cada uno, la comunicación transparente, el compartir tanto los créditos de las buenas decisiones como las consecuencias de las malas, la complementariedad de los conocimientos y la proximidad (especialmente en términos emocionales).
¿Cómo nos preparamos para los nuevos desafíos que tendrá el país en los próximos años? ¿Están dadas las condiciones para que equipos de conducción lideren los cambios transformacionales que debemos implementar en múltiples planos de la vida nacional? ¿Existen equipos innovadores, abiertos y diversos que estén pensando en aplicar las lecciones y principios del liderazgo compartido? Sospecho que sólo en algunos casos. Siendo tan complejos los desafíos que tenemos por delante, resulta imprescindible abandonar el mito del liderazgo jerárquico concebido como conducción vertical y abordar el proceso social más arduo, pero de resultados más sustentables, del liderazgo compartido. Para el bien de nuestras organizaciones, nuestras comunidades y, en esencia, de nuestro país.
El autor es magíster en Estudios Organizacionales de la Universidad de San Andrés
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