Hablemos de familia. Redes y adolescencia: los peligros cuando los chicos están en su punto de máxima indefensión
Enseñar a pensar: la importancia de que antes de la adolescencia puedan evaluar riesgos y sacar conclusiones
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Me conmovió hasta lo más íntimo la noticia de la muerte de una niña de 12 años en Santa Fe mientras jugaba un desafío (blackout challenge) propuesto por TikTok. Es inconcebible lo que ocurrió. Si no dimensionó el riesgo que corría, si la molestaban tanto (en el ámbito escolar o familiar) que lo hizo a propósito, si estaba deprimida y no tenía más fuerzas ni ganas de vivir, son cuestiones que el juzgado tendrá que descubrir, pero es grave que a los doce años haya tenido esa opción a su alcance, y es un tema que los dueños de las redes tendrán que revisar, evidentemente no alcanza con poner “para mayores de 16 años” y dejarlo librado a la decisión de los usuarios.
El tema legal excede a las familias, pero en cambio es importante que logremos que no se repita. Estamos alertados, tenemos que hacer cambios en el acompañamiento de nuestros hijos. Solo si no vuelve a ocurrir, porque cada familia extrema los cuidados, podremos decir que su muerte no fue en vano.
Lamentablemente el objetivo de las pantallas, las redes, la publicidad es económico, buscan seguidores y ventas, ganar dinero sin medir los medios para lograrlo.
Es al comienzo de la adolescencia cuando los chicos corren los mayores riesgos. Como dice François Dolto, están en su punto de máxima indefensión, perdieron la seguridad y la protección que les ofrecía la infancia, etapa en la que creían y confiaban en lo que les decíamos sus padres y cuidadores. Buscan diferenciarse de los adultos y ya no quieren escucharnos ni tenernos como referentes; de todos modos seguimos actuando como padres internalizados, pero no podemos confiarnos en que con eso alcanza.
Como no se puede vivir sin brújula, y necesitan rumbo, la buscan en sus amigos, en las pantallas, en las redes o en sus ídolos de las redes: ya no dicen “me dijo mamá que es peligroso y no voy a hacerlo”, sino “me dijo mi amiga”, “lo vi en internet”, “es un juego divertido de TikTok, mis amigas juegan”, “si no juego me dicen cobarde, o inmadura, y me bardean”, o “¡quiero pertenecer!”…
Al empezar la adolescencia dejan de confiar en nuestro criterio cuando les explicamos que ciertas restricciones o prohibiciones son para que estén bien y seguros, como no volver solos caminando de noche, o no hacerse amigos de desconocidos en las redes; ni cuando los alertamos acerca de la veracidad o la confiabilidad de lo que ven o escuchan, o de lo que otros les proponen. Incluso, –pensando en los que la instigaron a hacer ese desafío– ya puede ser tarde para hacerles entender la ética de las relaciones humanas: que una propuesta puede ser divertida pero peligrosa, que es de cobardes escudarse en el grupo, que sus provocaciones pueden dañar a otros de formas que escapan a su control, etc.
Esa es una de las muchas razones por las que es tan importante aprovechar la oportunidad que nos ofrece la latencia, la etapa previa a la adolescencia, para enseñarles a pensar, a buscar opciones, a evaluar riesgos, a mirar hacia adelante para ver lo que podría pasar, a fijarse en quiénes son sus fuentes de información y si son válidas, a buscar otras fuentes y comparar, a sacar conclusiones.
Por su edad y maduración todavía no tienen suficiente criterio para evaluar sus fuentes de información ni para medir riesgos posibles y no se les ocurre consultar otras opiniones: hace un tiempo ‘palabra santa’ era la de sus padres y docentes, ahora pasa a ser la de sus pares y amigos, o la de un desconocido en las redes…
Esa es una de las muchas razones por las que es tan importante aprovechar la oportunidad que nos ofrece la latencia, la etapa previa a la adolescencia, para enseñarles a pensar, a buscar opciones, a evaluar riesgos, a mirar hacia adelante para ver lo que podría pasar, a fijarse en quiénes son sus fuentes de información y si son válidas, a buscar otras fuentes y comparar, a sacar conclusiones.
Justamente porque antes de los 11 o 12 años nos creen y confían en nuestro criterio es que podemos acompañarlos a dudar, averiguar, investigar, no quedarse solo con lo que está a la vista, o lo que dice su referente, sea quien sea, eso implica permiso para dudar incluso de nuestro criterio, de modo que cuando, un poco más grandes, ya no estén todo el tiempo junto a nosotros, tengan incorporadas la duda, la inquietud, y la evaluación de fuentes de información y de riesgos.
Las oportunidades son muchas, solo se trata de estar atentos: el hermanito dice “todos la ven” (a una serie para mayores de 16), la vecinita se queja: “todos mis amigos tienen celular” (y tiene 8 años), una publicidad quiere convencernos de que algo es indispensable, mirar juntos y conversar con ellos sobre posteos de Instagram o TikTok, alguna serie o los juegos de las consolas.
En la adolescencia necesitan apartarse para no quedar atrapados -seducidos- por la seguridad que les ofrece la niñez y estar cerca de nosotros. No podemos pretender que nos escuchen cuando es lo último que quieren hacer, por eso tenemos que empezar antes. Y dentro del convenio que hacemos con ellos de uso de teléfonos, pantallas y redes, los adultos tenemos que seguir mirando y acompañándolos en lo que hacen hasta alrededor de los 14 años, en realidad hasta que estemos tranquilos de que pueden manejarse con seguridad y con una ética adecuada.
Nuestros hijos también necesitan que los adultos protejamos el tiempo de la infancia para que dure lo suficiente, que no adelantemos ni permitamos que ellos adelanten intereses, que escuchen música infantil, que no miren –y a partir de allí copien– los bailes sensuales que ven, que no compitan antes de tiempo en la cancha o en las consolas, porque cuando empieza la competencia ya dejan de jugar para querer ser mejor que otro, ganar… Sabemos que la adolescencia los encuentra indefensos, ¡no la adelantemos nosotros! y ofrezcamos durante los años anteriores los recursos y herramientas que necesitan para transitarla con menos riesgos. Tienen muchos años para ser grandes, pero solo pueden ser niños hoy, y necesitan nuestro apoyo para no quemar etapas fortalecedoras de sus personas.