Hablemos de familia. “¡Qué lindo sería!”: una frase mágica para la crianza
Empatía: el modo condicional ayuda a comprender y acompañar los sueños de los chicos
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“¡Qué lindo sería!” “¡Te encantaría hacerlo!” “¡Cómo desearías tenerlo!”: es maravilloso el modo potencial para acompañar a nuestros hijos. En mi primer libro, Criar hijos confiados, motivados y seguros, hablé de este tema como la técnica del potencial simple.
Este modo verbal es un portal que habilita nuestra comprensión empática de lo que los chicos plantean, piden, sueñan, incluso a menudo nos ayuda a acercarnos para entender algo que hicieron. Y al sentirse escuchados y entendidos, los invita a ellos a escuchar y comprender. La expresión “¡ojalá!” cumple la misma función que esas frases en modo potencial.
Este modo verbal es un portal que habilita nuestra comprensión empática de lo que los chicos plantean, piden, sueñan, incluso a menudo nos ayuda a acercarnos para entender algo que hicieron. Y al sentirse escuchados y entendidos, los invita a ellos a escuchar y comprender.
Este, como su nombre lo indica, abre nuestra mente a infinitas posibilidades, sin necesariamente decir que sí, y en eso consiste su valor para la crianza. Al enunciar esas frases ponemos la realidad entre paréntesis, postergamos nuestra respuesta para investigar sus planteos, que suelen venir de:
1) Deseos, pedidos, incluso reclamos y exigencias no siempre atinadas –más bien suelen ser desatinadas, tanto si confían en nosotros y se animan a pedir como si todavía no confían y exigen tiránicamente (“quiero una bici nueva porque la mía no tiene canastita”; “traeme un vaso de coca ¡YA!”; “quiero invitar a una amiga ahora, no me importa que sean las ocho de la noche”)
2) Sueños, ilusiones, proyectos (quiero ir a la playa, no quiero ir más al colegio, quiero subir al Everest…). Es muy importante dejar volar la imaginación de nuestros chicos sin ser nosotros sus “pisa brotes”, cuántas veces tiramos abajo sus sueños sin registrarlo: a) muy a menudo les cortamos las alas para que no se ilusionen sin habernos tomado el tiempo de acompañarlos en eso que se les había ocurrido; b) podemos hacerlo para “educarlos” repitiendo sin revisar mensajes que escuchamos nosotros de chicos, como “no corresponde, es un disparate, ubicate”; c) queremos que no les duela, buscamos que no sufran y entonces les pinchamos el globo sin darnos cuenta de que acompañar esos sueños no significa que los vamos a ayudar a realizarlos, sino tan solo interesarnos por su interés y recién después ver juntos la forma de realizarlos o acompañarlos en el dolor de que no son factibles.
3) Incluso ante acciones inaceptables o mentiras (“esas figuritas las encontré tiradas en la vereda”, “hoy hice cinco goles”, “no le saqué la plata a mi hermano del cajón”, “yo no le pegué”), si les respondemos con frases en modo potencial nos van a sentir más cerca y van a poder aprovechar nuestros comentarios posteriores, incluso van a estar mucho mejor predispuestos a hacerlo si registran que entendemos por qué hicieron lo que hicieron o dijeron lo que dijeron.
Veamos este modo potencial en acción en algunos de estos ejemplos que mencioné más arriba: “Cómo te gustaría ser hijo único…”, “Qué lindo sería que hoy fuera sábado y no lunes…”; “Ojalá pudiéramos comprar esa bici increíble (o campera, botines, caramelos, helados, etcétera)…”; “Te encantaría armar una huerta en el balcón de casa, o recorrer el mundo en moto, o vivir sin trabajar, o haber hecho cinco goles…”; “Ojalá esas tizas no fueran de tu maestra…”
Este último tema es el más complicado: son aquellos actos que consideramos reprobables, como mentir o robar: por nuestra educación tendemos a juzgar, desilusionarnos, y esperar una madurez que no siempre tienen los chicos: a los 4 años se traen los marcadores o la brillantina del jardín de infantes, o las figuritas de la casa del amigo; saben que está mal, porque de hecho se esconden para hacerlo, pero nuestra enseñanza va a tener mayor posibilidad de éxito si empezamos con ese “¡ojalá fueran tuyos!, o “¡qué lindo sería que tu amigo te los hubiera regalado!” para luego aclarar que los vamos a devolver porque son del jardín o del compañero, sin avergonzar ni humillar a nuestros hijos.
Todavía, hacia los siete años, a pesar de tener una conciencia moral clara, muchos se dejan llevar por esas tentaciones. La clave es que nos demos cuenta y que no se acostumbren a lograr sus objetivos con esos atajos. De más grandes todavía mienten para evitar retos y es más constructivo decirles “¡ojalá no te hubieran dado el boletín de calificaciones, pero sí te lo dieron, tus compañeros salieron con él en la mano”, en lugar de nuestro habitual “¡encima de que debés tener malas notas agregás una mentira!”
Mientras la confianza en nuestro amor incondicional va creciendo en ellos, sumada a nuestra vigilia atenta para no dejarnos engañar, se irán fortaleciendo en sus recursos sin apagar sus sueños.
Y no olvidemos que los adultos también tenemos derecho a soñar en voz alta; es gratis y nos permite salir por un rato de la vida diaria que a veces se pone dura, pesada o aburrida. No es nuestra tarea como cónyuges, padres o amigos volver al soñador a la realidad. Porque, ¿cuál es el problema de divagar con la idea de tomarse un año sabático para recorrer el mundo… o para leer los siete tomos de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust? Cómo nos gustaría escuchar “¡qué idea increíble”, “¡cómo lo disfrutarías!”, (o disfrutaríamos, si ese sueño fuera de los dos). Algunas pocas veces tendremos que salir del modo potencial cuando el otro toma nuestra respuesta como un sí y sale a reservar los pasajes, pero la gran mayoría de las veces la conversación queda en ese sueño despierto que compartimos. ¡Es tan lindo soñar de a dos, o en familia! Y qué distinto es que de entrada el otro nos diga que seamos realistas, que no estamos en condiciones de concretar semejante delirio… No solo se nos quiebran las alas sino que nos sentimos muy solos, no entendidos, muy lejos de aquella persona que no se anima a acompañarnos en nuestras ilusiones y sueños que quizás, en el momento oportuno, hasta podrían convertirse en proyectos.
Psicóloga