Hablemos de familia. Preparando a los chicos para el comienzo de las clases
Cambiar el ritmo: es recomendable, de a poco, volver a los horarios escolares y reducir el uso de pantallas
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El último fin de año fue especial para todos, estábamos muy cansados, parecía que no llegaban nunca estas vacaciones, anhelábamos la posibilidad de tener menos responsabilidades y de salir y encontrarnos con amigos después de dos largos años de encierro. Lamentablemente esos deseos no pudieron cumplirse tal como hubiéramos querido ya que, pese a las vacunas recibidas, tuvimos que cuidarnos: conservar las distancias, dejar las ventanas abiertas, usar tapabocas, unos cuantos tuvimos que aislarnos algunos días… De todos modos el verano fue una bocanada de aire fresco, distinto, y tuvimos los encuentros -aunque con algunos resguardos- que todos necesitábamos.
Con temperaturas estivales, días largos y noches agradables para estar al aire libre fue relativamente sencillo cuidarnos y a la vez encontrarnos. Ya fuera en casa, en la plaza, en el club, en la vereda, en la playa, cada persona y cada familia a su manera, recuperamos algo de aquella maravillosa -por relajada- vivencia de las vacaciones antes de la pandemia. ¡Y cómo seguimos extrañando la cercanía física con familiares no tan directos y amigos, los besos, los abrazos, los acercamientos relajados! Y eso por el momento no cambia…
Ahora, a mediados de febrero empezamos a pensar en el comienzo de clases y en lo que nuestros chicos necesitan para esos días: ropa, zapatos, zapatillas, útiles escolares, algún repaso, terminar la lectura que les dieron para las vacaciones…
Igual de importante, o más, es que de a poco empecemos a cambiar el ritmo de la casa: para ellos fueron dos largos meses de acostarse y levantarse sin horario, transitar los día sin apuro y con pocos planes, tener tiempo libre, ver alguna película en familia, o jugar a juegos de cartas o de mesa, salir a pasear, hacer programas, ir a casa de amigos, salir de vacaciones en familia… y también mucho tiempo de pantallas y jueguitos electrónicos.
Tanto si lo pasamos bien como si nos quedó gusto a poco puede surgirnos la idea de disfrutar estos últimos días sin hacer cambios hasta el último minuto, como forma de prolongar ese tiempo de vacaciones. El calorcito y los días largos son tentadores y cuesta empezar las acomodaciones que propongo. Pero la realidad es que nos puede ayudar, y mucho, ir haciendo pequeños cambios en las rutinas para que resulte menos abrupto y doloroso el comienzo de clases:
-volver de las vacaciones unos días antes (de ser posible)
-preparar con los chicos útiles y ropa, incluso probársela
-empezar a comer más temprano a la noche para ir acostándose más temprano e ir de a poco cambiando también el horario de levantarse para que no resulte tan fuerte el contraste
-hablar del año que empieza, también de alguna extracurricular que querrían hacer
-fomentar encuentros con los compañeros
-bajar las horas de pantalla, hacerlo por su salud y no por “culpa” del cole, ¡si no lo van odiar!
-y todo aquello que se nos ocurra para acomodarse al cambio que les espera en poco días.
Es importante conversar del tema con los chicos, tomando lo que les gusta y lo que no del inicio de clases, los miedos, las ganas de reencontrarse con amigos, la fiaca, etc., también jugar a la maestra, recordar algún inicio anterior, contar algún cuento del tema, pasar varias veces por el jardín o el colegio, incluso entrar con diferentes excusas, si se pudiera sería ideal que los chicos conozcan el aula y a su maestra. Lo que hagamos en estos días puede facilitarnos la adaptación, especialmente la de los más chiquitos.
Ratos de vacaciones
Conversemos con ellos y elijamos juntos algunos rituales y rutinas de vacaciones para conservar durante el año lectivo que nos ayuden a sentir que algo queda: una noche por semana de juego de cartas, o salir a pasear juntos los sábados a la tarde, no todo necesita ser obligaciones y trabajo durante el período de clases. Encontremos la forma de tener “ratos de vacaciones” a lo largo de todo el año. Quizás así logremos que el fin de 2022, a diferencia de 2021, nos encuentre a todos menos agotados física y emocionalmente, menos necesitados de descanso. Tengamos en mente una de las grandes lecciones que nos deja el Covid: podemos pasarla muy bien con un ritmo más tranquilo, sin tantos cursos, actividades, salidas, programas. A pesar de que, tras dos años de aislamiento, es tentador, no necesitamos comernos la vida apuradísimos, porque al final es la vida la que nos termina comiendo a nosotros, con el estrés, el agotamiento y las corridas a las que nosotros mismos nos forzábamos antes de la pandemia.
Tengamos en mente una de las grandes lecciones que nos deja el Covid: podemos pasarla muy bien con un ritmo más tranquilo, sin tantos cursos, actividades, salidas, programas. A pesar de que, tras dos años de aislamiento, es tentador, no necesitamos comernos la vida apuradísimos, porque al final es la vida la que nos termina comiendo a nosotros, con el estrés, el agotamiento
No se trata solo de prepararnos y preparar a los chicos para el ciclo lectivo sino también de disfrutar los pocos días que quedan con el ritmo tranquilo y relajado, todavía sin tareas, ni tantos eventos sociales, ni correr a la librería o a anotarlos en las actividades extracurriculares.
Así como en diciembre estábamos encantados de que se terminaran las presiones, los horarios, las reuniones, los exámenes, ahora empezamos a anhelar el orden y el silencio de las mañanas con todos los chicos en el jardín o en el colegio. En algunos padres predomina la alegría de que la vida se ordene y los chicos salgan de casa durante algunas horas, otros en cambio lo lamentan y desearían que no empiecen.
Los adultos tenemos que estar atentos a nuestra actitud porque sin darnos cuenta podríamos contagiarles nuestro enojo, frustración, desánimo, miedo, desconfianza, quejas, en lugar de entusiasmo y ganas de que aprendan y tengan amigos y disfruten lo que les toca en este momento. Parte de lo que hace tan atractivas a las vacaciones es que empiezan y terminan, si todo el año viviéramos de vacaciones no las valoraríamos... ¡ni las extrañaríamos!