Hablemos de familia. Los chicos y el tiempo libre: ¿actividades u ocio en casa?
Más espacios: la importancia de dejarles a los hijos momentos para crear, jugar y descansar
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Estamos empezando un año escolar tranquilo, sin miedo de que nos encierren. Después de un 2022 sin sobresaltos, con escuelas abiertas durante todo el año sin interrupciones, podemos volver a confiar en que hay tiempo, en que no necesitamos “comernos” el mundo ni la vida, ni aprovechar cada minuto libre para hacer una actividad, un programa, un curso… y, sobre todo, que nuestros hijos no necesitan hacerlo.
Por lo que los profesionales de la salud vimos en el consultorio y en nuestros entornos cercanos el año pasado, muchas familias se excedieron en la cantidad de actividades extraescolares, y el fin de año resultó una maratón de muestras y clases abiertas interminables y, por lo tanto, difíciles de disfrutar.
Al comienzo del ciclo tenía sentido habilitarlos para hacer aquellas actividades que no habían podido hacer durante dos años, los padres querían aprovechar esa libertad por el terror de que pudiera volver el encierro y/o por las enormes ganas que tenían los chicos de salir de sus casas, encontrarse, hacer cosas que les divertían, y que durante mucho tiempo no pudieron realizar.
Pero el balance final del 2022 no fue bueno para las familias, los días y meses se pasaron muy rápido, padres e hijos se quejaron mucho del cansancio, de la falta de tiempo y de las corridas casi desde el comienzo del año lectivo, los chicos no tuvieron tiempo ni oportunidad de volver a casa cada día y descargar el estrés
Pero el balance final del 2022 no fue bueno para las familias, los días y meses se pasaron muy rápido, padres e hijos se quejaron mucho del cansancio, de la falta de tiempo y de las corridas casi desde el comienzo del año lectivo, los chicos no tuvieron tiempo ni oportunidad de volver a casa cada día y descargar el estrés –no sólo el inevitable del aula, el aprendizaje y la sociabilización, sino el acumulado de años anteriores–; siguieron llegando a los consultorios chicos y adolescentes con ansiedad, depresión y dificultades emocionales de todo tipo y color. Lamentablemente el año pasado les faltó tiempo libre para jugar, aburrirse, descansar, pasar ratos en casa tranquilos, inventar, etc. Tiempo libre que es indispensable para encontrar el camino que permite procesar las cosas vividas.
Con tantas horas en actividades pautadas y dirigidas los chicos y adolescentes van perdiendo la capacidad de estar solos, o de entretenerse con sus hermanos, de crear, de aburrirse, de entusiasmarse con algo y fluir –flow en palabras de Mihaly Csikszentmihalyi– es decir de disfrutar ratos largos de una idea o una actividad perdiendo incluso la noción del paso del tiempo, todas ellas funciones muy enriquecedoras para el ser humano. Se ve agravado por el hecho de que al pasar tanto tiempo en actividades pautadas y reguladas, llegan a casa cansados y sin ganas de hacer nada más que echarse en un sillón y pegarse a pantallas y consolas, después de un día tan largo como el día laboral de sus padres, o más, no les queda resto para idear, inventar, explorar, o simplemente pensar o soñar…
Al escribir eso no intento proponer que los chicos no hagan ninguna actividad extraescolar, les encantan, son justamente las que más les interesa y que ellos eligen, a diferencia de la escolarización obligatoria (y necesaria); tampoco pretendo que no usen nunca las pantallas, sino que volvamos al buen criterio anterior a la pandemia: invitar a los chicos a hacer alguna actividad que les guste, que tengan que elegir una o dos pero no más, que deseen, que prioricen, que dejen alguna para otro momento o etapa, y que tengan tiempo de ocio en casa. Y que padres y madres no nos pasemos las tardes trabajando de “choferes” en lugar de estar en casa tranquilos, disponibles para ellos, compartiendo las experiencias de ese día y preparándonos para el siguiente; con tiempo para que nuestros hijos jueguen solos, también lo hagan entre los hermanos y con nosotros, lean, hagan tareas, se bañen, tiempo para que podamos preparar la comida y transitar las tardes/noches sin tantas corridas y, por lo tanto, sin tantos retos. Porque el apuro lleva casi inevitablemente a retos y a menudo a pedirles más… ya sea organización, orden, cumplimiento, compromiso, más de lo que ellos pueden.
Obviamente esto lleva a que los hermanos pasen tiempo juntos ¡y se peleen!, pero también a que aprendan cosas muy importantes como compartir a sus padres, posesiones y espacios, a que se conozcan entre ellos y encuentren intereses comunes, lleva a que cada uno busque hasta encontrar sus intereses personales, tengan tiempo para descubrir y desarrollar algún hobby y, fundamental, les da tiempo para acostumbrarse a mirar hacia adentro de ellos mismos y descubrir lo que les gusta, lo que tienen ganas de hacer, en lugar de estar permanente atentos hacia afuera a las propuestas del entrenador, del docente o del animador. De ese modo pueden descubrir capacidades personales que quedan adormecidas – o se pierden– por falta de uso al estar todo el tiempo ocupados en actividades organizadas por un adulto.
Obviamente esto lleva a que los hermanos pasen tiempo juntos ¡y se peleen!, pero también a que aprendan cosas muy importantes como compartir a sus padres, posesiones y espacios, a que se conozcan entre ellos y encuentren intereses comunes, lleva a que cada uno busque hasta encontrar sus intereses personales, tengan tiempo para descubrir y desarrollar algún hobby y, fundamental.
Esta propuesta tiene un inconveniente (maravilloso desde mi punto de vista): nos fuerza a los adultos a ser los que ponemos límites a las pantallas, en lugar de que las usen poco porque no les alcanza el tiempo, ya que al tener tiempo libre empiezan a pedirla y tenemos que fortalecernos para poner y sostener pautas de uso. Delimitar el uso de pantallas e ir enseñando un uso racional de las mismas es hoy uno de los temas fundamentales de nuestro acompañamiento a nuestros hijos escolarizados.
Otra gran ventaja de no pasar tanto tiempo en actividades pautadas es que bajan las oportunidades de compararse y competir con otros. Por muy relajada que sea la actividad, como podría ser un taller de cerámica o expresión corporal, seguramente haya otro/a que lo hace mejor, o más rápido, ya tienen suficiente competencia en el ámbito escolar, no porque la institución los ponga a competir, pero basta que haya varios chicos de la misma edad para que se miren unos a otros, se comparen y compitan, buscando destacarse o ser reconocidos por el adulto a cargo.
Ojalá las familias podamos tener un año escolar más tranquilo, un año que podamos disfrutar sin desear que se termine de una buena vez.
Psicóloga