Hablemos de familia. Los adultos, frente a los nuevos rituales adolescentes
Festejos: del UPD al UUD, una serie de rituales llevan a alterar el ritmo de vida y la salud de los chicos
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Pasó el UPD (último primer día de clase de los estudiantes que terminan este año la secundaria) sin que los padres o las instituciones escolares pudieran evitar ese nuevo ritual: los adolescentes pasaron la noche anterior juntos en una casa tomando alcohol y fueron a la mañana directamente al colegio, sin dormir, muchos de ellos en un estado calamitoso. Hubo intentos de frenarlo, varios colegios invitaron a los chicos a desayunar ese día junto con sus padres pero, como suele ocurrir, hubo familias que abrieron su casa para el programa, y muchos padres, aun no estando de acuerdo, no quisieron que sus hijos se perdieran el encuentro y los dejaron ir.
Como toda la organización de ese evento ocurrió antes de que empezaran las clases, no hubo tiempo para armar una estrategia conjunta padres-colegios que lograra que los alumnos que este año terminan el secundario entraran “enteros” a su último primer día, no solo sobrios sino habiendo dormido unas horas.
Igual que en años anteriores algunos chicos no estaban en condiciones de entrar y las autoridades de los colegios los mandaron de vuelta a su casa, otros se quedaron dormidos en el aula, y otros se retiraron antes del final del día porque no podían aprovechar la jornada escolar.
Tras unos pocos años los adolescentes perciben el UPD como un derecho adquirido; es necesario encontrar la forma de cambiar esto. Lo mismo ocurre con los desmanes del último-último día (UUD), y con las fiestas y los viajes de egresados que a menudo se parecen más a excusas para el exceso de alcohol, drogas y sexo, que a fiestas o viajes de chicos de 17 años.
Tras unos pocos años los adolescentes perciben el UPD como un derecho adquirido; es necesario encontrar la forma de cambiar esto. Lo mismo ocurre con los desmanes del último-último día (UUD), y con las fiestas y los viajes de egresados que a menudo se parecen más a excusas para el exceso de alcohol, drogas y sexo, que a fiestas o viajes de chicos de 17 años.
Perdidos los rituales de generaciones anteriores (el uso del pantalón largo, tacos, vestirse de negro, maquillarse, la fiesta de quince, permiso para tomar alcohol), que eran establecidos por los adultos, hoy los chicos inventaron estos nuevos rituales de despedida, de la mano de la sociedad de consumo que no solo se aprovecha, sino que alimenta la búsqueda de puro placer. Lo hacen sin ver el contexto ni mirar hacia adelante, cebados por redes sociales donde circulan las ideas e información a gran velocidad y sin control. Así se extendieron estas propuestas.
El comienzo de un nuevo año escolar es buen momento para repensarlas, en primer lugar entre los adultos a cargo y luego con los adolescentes. Ya vimos que el UPD no puede cancelarse quince días antes; hay que trabajar el tema durante todo este año para lograr hacer algo distinto en marzo de 2024 con los chicos que están hoy en el anteúltimo año del secundario.
Los adultos no podemos –ni debemos– vivir a través de ellos las cosas que nos hubiera gustado hacer en nuestra adolescencia, y que no hicimos por “culpa” de padres e instituciones escolares autoritarias: pareciera que algunos padres disfrutan esa rebelión de sus hijos como una revancha y no se dan cuenta de que no los están cuidando.
Toda la vida los adolescentes hicieron las cosas antes de la edad a la que se los autorizaba, pero lo hacían a espaldas de sus padres, no avalados y apoyados por ellos. Estaban atentos a que podía no estar bien lo que hacían, y ese saber los protegía: se cuidaban más al tener claro que por alguna razón –que desde su omnipotencia adolescente ellos no entendían ni compartían– los adultos consideraban que no estaban listos.
Los adolescentes buscan transgredir, pasar el límite, esto ocurre en sus intentos de diferenciarse, de encontrar su identidad; y es muy valioso, ya que nos sacuden, nos desestructuran y nos permiten revisar viejos criterios y acuerdos. Las miradas adolescentes nos enriquecen y nos permiten mirar el mundo desde otra perspectiva y hacer cambios interesantes para la sociedad y la cultura.
El problema es que en su afán de rebelarse o divertirse ellos van a ir por más, un paso más lejos: conceder ciertos permisos o derechos puede agravar las situaciones y los posibles riesgos en lugar de resolverlos.
El gran cambio hoy es el aval de algunos padres para el alcohol, para pasar noches sin dormir, y no solo el UPD sino infinidad de fiestas de egresados que se organizan en días de semana.
El gran cambio hoy es el aval de algunos padres para el alcohol, para pasar noches sin dormir, y no solo el UPD sino infinidad de fiestas de egresados que se organizan en días de semana. Incluso en algunos casos vemos que tienen el aliento y el apoyo de sus padres para temas muy serios como la toma de los colegios por reclamos y enojos de los chicos con la institución escolar.
Volviendo a los rituales de celebración: los médicos nos han informado hasta el cansancio que el hígado y el cerebro no pueden metabolizar el alcohol hasta los 18 años, y también que no se puede rendir, trabajar, aprender, ni conservar el buen humor o la capacidad de tomar decisiones sin haber dormido la suficiente cantidad de horas; tenemos claro también que las drogas no resuelven las dificultades personales sino que las postergan y provocan daño –o pueden provocarlo– en el cerebro de los seres humanos, incluso pueden generar adicciones o detonar cuadros psiquiátricos que de otro modo habrían podido evitarse.
Los chicos necesitan padres y docentes que presentemos modelos adultos, y que pongamos bordes a la “cancha” en la que se mueven, sabiendo que ellos se van a enojar con nosotros y con nuestros “no”. Tenemos que fortalecernos para tolerar sus desacuerdos, sin tenerles miedo a nuestros hijos (del que ya hace años hablaba Jaime Barylko).
Está en nosotros adultos poner reglas claras, juntarnos a conversar con tiempo para repensar esos eventos y hacerles nuevas propuestas, atractivas, interesantes. Y si llegamos tarde para hacer cambios este año, vayamos planeándolos para los próximos grupos de egresados. Ellos no lo van a agradecer, pero nosotros vamos a dormir tranquilos sabiendo que no estamos abandonando a los chicos a su suerte, sino ejerciendo nuestro rol de adultos y cuidadores.
Psicóloga