Hablemos de familia. La importancia de proteger a los chicos-rehenes
Involucrarse: como sociedad todos somos responsables de velar por el bienestar de los menores
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Durante los primeros años de la vida de nuestros hijos los padres y/o madres y/o cuidadores somos sus únicos referentes: ellos conocen el mundo de nuestra mano, nos buscan para obtener apoyo, aliento, consuelo o protección. Por todo eso es que digo que son nuestros rehenes, están “atrapados” con nosotros, incluso ni siquiera tienen forma de saber si nos estamos equivocando, si el modo en el que los cuidamos no es bueno para ellos, ni cuándo tendrían que pedir ayuda, ni a quién tendrían que pedirla.
Nuestra responsabilidad es enorme, junto a nosotros conocen y aprenden –o no– el amor incondicional, la confianza, la empatía, el respeto, que luego trasladan a otras relaciones. Esto incluye que nos puedan decir que no también a nosotros y que nosotros aceptemos esos no, siempre que sea factible: “así no”, o “basta”, “me duele”, “no me gusta”, “pará”, de modo que se sepan escuchados y respetados en sus pedidos y deseos y aprendan junto a nosotros que tienen derecho a expresarse, a pedir, a aceptar o a rechazar… Los habilita a cuidarse en casa y también afuera y a reconocer cuando alguien no respeta sus fronteras personales (como sí lo hacen sus cuidadores primarios). Así desde muy chiquitos se animan a decirnos “me asusta cuando me gritás”, “a los niños no se les pega”, y si no logran que nos detengamos saben que pueden pedir ayuda a otras personas, porque nosotros mismos les enseñamos antes que tienen esos derechos.
Podemos no conocer o distraemos del peso, tanto positivo como negativo, que tienen para nuestros hijos nuestras palabras, actitudes y acciones. Cómo nuestra incondicionalidad y confiabilidad les permite a los chicos sentirse sostenidos, abrirse al otro y recibir, entregarse, mostrarse vulnerables (sin necesitar esconder su vulnerabilidad ni defenderse o atacar) de modo de poder llenarse con esos cuidados y con ese amor.
Cómo, cuando en cambio no les ofrecemos ese ámbito seguro para crecer, no pueden hablar, ni pedir ayuda ni defenderse, y entonces aparecen síntomas de muchos tipos (problemas para dormir, pesadillas, miedos, dificultades de alimentación, accidentes en el control de esfínteres, berrinches a edades a las que ya no son esperables, enojos desmedidos, desánimo, tristeza, tartamudeo, tics, ansiedad, etc.) o enfermedades, en todos ellos el cuerpo expresa aquello que el niño no puede decir. O, como en el caso de Lucio –que seguramente tuvo toda clase de síntomas que sus cuidadoras no atendieron, o lo hicieron sentir culpable y lo castigaron– aparecen moretones, heridas, incluso quebraduras de huesos o ingresos al hospital con golpes inexplicables que es fundamental que las personas del entorno estén atentos a descubrir e interpretar para poder ayudarlos.
Sólo los adultos (y no todos) podemos ofrecer un amor generoso, responsable, comprometido, seguro, y también aceptación incondicional (de su persona, no de todos sus actos). Adultos que tenemos el deseo de nutrirlos, de mejorar en beneficio de ellos, que tenemos voluntad y deseo de sacrificarnos para el crecimiento y desarrollo de los niños. Padres, madres y cuidadores primarios somos el primer círculo de protección, como el primer anillo amurallado de las ciudades medievales, que resulta muy seguro cuando podemos amarlos y protegerlos bien, pero de altísimo riesgo de no ser así, como queda bien claro en el aberrante asesinato de Lucio a manos de su madre y su pareja.
A veces los padres u otros adultos a cargo no pueden ofrecer ese amor nutricio a los chicos, ya sea por su experiencia como hijos, por carencias personales actuales o por las padecidas en la infancia, o por conflictos actuales (con la expareja por ejemplo) muy fuertes que los llevan a no estar atentos a lo que es mejor para su hijo.
¿Qué pasa cuando esa persona a quien el niño pide apoyo o protección es justamente aquella de quien necesita que lo protejan? Un niñito hospitalizado quemado en el 70% de su cuerpo llora llamando a su mamá… que es quien le prendió fuego…
Qué importante es que los padres, docentes y otros cuidadores de niños entendamos que tenemos una responsabilidad enorme en relación con ellos, responsabilidad que aumenta en la medida en que somos sus referentes o guías.
Es imposible integrarse como persona con un psiquismo sano en esas condiciones. Un niño pequeño confía en que su mamá (o papá, o abuela, o docente) sabe, que debe tener una buena razón para hacer lo que hace, ya sea pegarle, gritarle, lastimarlo, abusar. Aunque cueste creerlo los chicos inconscientemente ‘eligen’, ‘prefieren’ proteger a su cuidador, creer que es culpa de ellos porque les da esperanza de poder cambiar y que lo que está pasando deje de suceder, y así mantienen a la mamá en su lugar de protectora, porque es tanto lo que la necesitan, no pueden arreglarse sin ella. Si ellos se dieran cuenta de que ella hace las cosas mal se sentirían muy solos y desamparados, por eso el niño quemado la sigue llamando, ¡es su mamá!
Qué importante es que los padres, docentes y otros cuidadores de niños entendamos que tenemos una responsabilidad enorme en relación con ellos, responsabilidad que aumenta en la medida en que somos sus referentes o guías.
Qué importante es armar y sostener círculos concéntricos de protección más amplios por fuera de ese primer “anillo” de la familia pequeña: el pediatra, el hospital, una guardia médica, los docentes del jardín maternal o de infantes, la familia grande, los vecinos, un juzgado de menores, la justicia, y ojalá también el municipio, el gobierno provincial y el nacional. Que todas esas instancias estén atentas para protegerlos de modo que todos los chicos estén seguros. Que cada instancia se haga cargo de su parte y no mire para otro lado diciendo “no es mi problema”, “la próxima vez hago la denuncia”, “no tengo tiempo”.
Por suerte no todos los casos son tan graves. A veces sólo se trata de ofrecer una mano, un consejo, una ayuda a una mamá, o a una familia, o a una docente, sobrepasados. No dudemos, hagámoslo. Como señala con lucidez Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor.”