Hablemos de familia. La difícil tarea de tomar decisiones
Es importante que los chicos aprenden de las decisiones que toman, no de las que les evitan los padres, y aprenden de sus errores, que suelen ser pequeños y con consecuencias también pequeñas cuando son chiquitos
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Los seres humanos aprendemos a tomar buenas decisiones… haciéndolo, es decir tomando muchas decisiones, a veces acertadas y otras no tanto, equivocándonos y pagando precios por nuestros errores.
Algunas noticias de la última semana me llevaron a reconsiderar si lo que estamos haciendo con nuestros hijos desde chicos los ayuda a prepararse para tomar esas decisiones, cada vez más difíciles y con consecuencias de complejidad creciente, a medida que crecen. Veo muchos padres que les allanan el camino a sus hijos de todas las edades, les resuelven los problemas, les evitan las consecuencias. Pero entonces los chicos no aprenden de la experiencia, o creen que no pasa nada hagan lo que hagan, hasta que sí pasa.
Mientras son chiquitos y no tienen todavía noción de peligro tenemos que estar muy atentos para que no se lastimen, quemen, golpeen o dañen a otro; impedimos, muchas veces físicamente, algunas acciones que los pondrían en riesgo o tendrían consecuencias no deseadas que ellos por su inmadurez no llegan a imaginar.
Por lo menos hasta los cinco años, la conciencia moral es externa a ellos: “no le pego a mi hermanito porque mamá se enoja”, “me lavo los dientes antes de ir a la cama para que no me reten”. Tenemos infinidad de oportunidades para acompañarlos a armar su propia conciencia moral: lo que está bien y lo que no lo está, que su libertad termina donde empieza la del otro, que hay un mundo a tener en cuenta antes de tomar decisiones, que algunas de sus decisiones pueden costarles muy caras a ellos o a otros… Así empiezan a entender los “sí” y los “no” de vivir en comunidad y los porqué de esos “sí” y esos “no”. A nuestro lado empiezan a tomar decisiones y a hacerse cargo de las mismas sin dejarse llevar por el enojo, por la frustración, por el grupo o por el líder. Para ayudarlos, les enseñamos a hacerse preguntas como lo harían si estuvieran solos, o si un adulto los estuviera mirando, o si les gustaría que determinadas acciones se las hagan a ellos.
Llegada la adolescencia, queremos que tengan claro que la conciencia moral no solo puede disolverse en un grupo sino también en alcohol, ya que al tomar de más uno ya no es dueño cabal de sus decisiones y puede hacer cosas de las que podría arrepentirse y/o que podrían ser irremediables. Acompañamos a los chicos hasta que aprenden a mirar sus conductas en el largo plazo, en un contexto, en relación con otras personas
Los adultos que los rodean son –o sería ideal que fueran– ejemplo permanente de respuestas reflexivas, no impulsivas ni reactivas; adultos que miran el contexto y miden las consecuencias posibles antes de responder.
Los padres y otros adultos son modelo y enseñan: entienden lo que le pasa al niño –o adolescente–, lo ponen en palabras y le muestran muchas veces, con firmeza y sin enojo, que no todas sus conductas son adecuadas, cuáles lo son, qué otra cosa podrían haber hecho, etcétera. Los chicos a su vez van descubriendo que algunas conductas tienen consecuencias no imaginadas ni deseadas.
Los padres y otros adultos son modelo y enseñan: entienden lo que le pasa al niño –o adolescente–, lo ponen en palabras y le muestran muchas veces, con firmeza y sin enojo, que no todas sus conductas son adecuadas, cuáles lo son, qué otra cosa podrían haber hecho, etcétera. Los chicos a su vez van descubriendo que algunas conductas tienen consecuencias no imaginadas ni deseadas. No hablo de imponer penitencias o castigos arbitrarios, injustos, exagerados, probable fruto de nuestro enojo y que son en realidad respuestas reactivas, sino de consecuencias naturales o lógicas, en lo posible reparadoras del daño hecho, que vayan pudiendo anticipar: cuando inundo el baño me divierto pero tengo que secarlo antes de prender la televisión, si rompo el juguete de mi hermano tengo que arreglarlo o comprarle otro con mi plata, si me burlo de mi hermana en la comida me pierdo la sobremesa familiar porque me hacen levantarme…
No les evitemos sistemáticamente el dolor, no les apartemos todas las piedras del camino. No queremos que sufran, pero entonces ellos no aprenden a mirar hacia adelante, atentos a lo que puede pasar. Aprenden de las decisiones que toman, no de las que les evitamos, y aprenden de sus errores, que suelen ser pequeños y con consecuencias también pequeñas cuando son chiquitos y están cerca de nosotros, pero pueden ser grandes cuando crecen, están lejos, y ya no estamos en condiciones de evitarles nada ni de “salvarlos” de las consecuencias. Y es entonces cuando salen en las noticias…
Psicóloga