Hablemos de familia. El lugar de los hijos durante el divorcio
Reorganización: los adultos deben asumir nuevas responsabilidades y respetar los roles propios de los chicos
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Algunas familias quedan desmembradas a partir de la separación de los padres, con hijos repartidos como si fueran trofeos en lugar de personas. A veces por decisiones que no tienen en cuenta la importancia de mantener el ambiente familiar lo más parecido posible a cuando estaban todos juntos para no sumar más pérdidas y dolores.
Otras veces es porque se arman alianzas inconscientes que llevan a esas divisiones de los “tuyos” y los “míos”, esto puede ocurrir también en parejas que continúan unidas y no es buena para ninguno.
Lo mejor para cada uno de los hijos es contar con la incondicionalidad de los dos progenitores, sin alianzas subliminales, sin necesidad de tomar partido, ni de cuidar a los padres, tranquilos de que pueden hacer sus vidas y de que sus progenitores están bien, ya sea solos o en pareja, y siguen a cargo de sus hijos.
Los adultos tenemos que estar muy atentos también a la movilización y cambio de roles que puede aparecer en los nuevos esquemas familiares posdivorcio para asegurarse de que los hijos permanezcan como hijos y no tomen lugares “reemplazando” al progenitor que no está, no salir para cuidar a mamá, cocinar en casa de papá, cuidar al hermanito, estar por demás atentos a no olvidarse nada, retar a los hermanos menores, no responder al adulto a cargo, identificarse y repetir conductas del ausente, como gritos o malos tratos…
A partir de la separación, los dos progenitores tienen que retomar las tareas que tenían previamente delegadas uno en el otro, así los chicos seguirán sintiéndose protegidos en todas las áreas, y no quedarán huecos de cuidado que los hagan sentir solos, abandonados, o que los lleven a llenar ese hueco ocupando un lugar de adultos que no les corresponde.
Es muy distinto bañar al hermanito porque le divierte y para ayudar un poco a papá (natural y sano), que hacerlo porque papá lo necesita, se lo exige, no sabe o no puede hacerlo, o porque papá no lo bañaría.
Ante todo, protección
A partir de la separación, los dos progenitores tienen que retomar las tareas que tenían previamente delegadas uno en el otro, así los chicos seguirán sintiéndose protegidos en todas las áreas, y no quedarán huecos de cuidado que los hagan sentir solos, abandonados, o que los lleven a llenar ese hueco ocupando un lugar de adultos que no les corresponde.
Así lograremos minimizar algunos “efectos secundarios” evitables de la separación ya que tienen bastante con lidiar con los efectos inevitables, como el dolor, el extrañar, la inseguridad, el miedo, la culpa, el tiempo que se consume para “estar” con cada uno de los progenitores, etc.
No siempre los padres son responsables de esos cambios de roles, hay hijos muy atentos a sus padres y sus necesidades y lo hacen por ayudar, o se identifican con algún rasgo del progenitor ausente, seguramente como forma de no sufrir tanto o de que no se note su falta; otros descubren un beneficio importante en el nuevo lugar que ocupan en la casa, por ejemplo, no está papá entonces yo mando a mis hermanos…
Estemos atentos a que los chicos no se aprovechen de la separación para escaparse por la tangente y esquivar responsabilidades, como quedarse en la casa donde los vigilan menos, no comentar que tienen examen para no estudiar, decir que ya se bañaron en la otra casa, etc. Sería ideal que, aun separados, siga funcionado la regla de que hacen falta dos “sí” (de papá y mamá) para los pedidos y permisos.
En la reacomodación de roles a veces somos los padres los que podemos confundirnos y reclamar a un hijo por un enojo que en realidad corresponde al otro adulto. Sin darnos cuenta “vemos” en el hijo/a al padre o a la madre, y entonces nos enojamos con nuestra hija porque se pone impaciente o con nuestro hijo por su lentitud o desorden.
En la reacomodación de roles a veces somos los padres los que podemos confundirnos y reclamar a un hijo por un enojo que en realidad corresponde al otro adulto.
Son rasgos que nos incomodaban en la pareja y que de alguna manera nos la recuerdan. Es una ardua e interesante tarea reconocer que estamos trasladando a nuestros hijos nuestros fantasmas o dificultades con el otro progenitor para poder así dejar de hacerlo.
Hace unos días vimos la importancia de buscar lo mejor para los hijos en lugar de lo mejor para perjudicar a nuestra expareja. ¿Cómo lo hacemos? Es más fácil si nos reconectamos con la época en que la elegimos como compañera de vida, y si recordamos que estamos irremediablemente unidos como copadres por muchos años más.
Recordar el pasado
Pese a nuestros enojos y reclamos de hoy, para que nuestros hijos sean quienes son fue necesaria la unión de espermatozoides de ese hombre con óvulos de esa mujer… si no fuera así los hijos serían otros, ¡y resulta que a los hijos o hijas que queremos es a éstos! La misma idea vale para las otras formas en que una pareja se convierte en familia, ya que fue en el seno de esa pareja en aquel momento bien-avenida que surgió el proyecto -y su realización- de tener hijos de ambos, ya fuera por adopción, donación de óvulos o espermatozoides, o por subrogación.
Ese ex, con quien estamos tan enojados /dolidos/ ofendidos, de quien estamos tan defraudados es quien hizo posible que estos hijos existieran en nuestra vida. ¡Qué importante es tener eso claro, junto al amor que alguna vez nos tuvimos, y tenerlo presente llegado el momento de tomar decisiones en la separación!
El terapeuta catalán Joan Garriga nos enseña que aunque no tengamos nada para agradecerle a nuestros padres siempre podemos agradecerles que nos hayan dado la vida.
Algo parecido vale para nuestras exparejas: el agradecimiento por nuestros hijos, el respeto a la persona que fue y que elegimos en su momento, el recuerdo de la historia compartida y de lo que significó en nuestra vida pueden ayudarnos a salir del enojo, armar equipo y reenfocarnos en los temas relacionados con los hijos de modo de poder cuidarlos y acompañarlos a crecer.
Psicóloga