Hablemos de familia. El encierro dejó secuelas que se notan en el aula
Cuesta arriba. Al volver a la escuela muchos chicos deben sortear dificultades nacidas con la pandemia
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Los chicos volvieron al colegio, ¿podemos simplemente dar vuelta la página y volver a la situación de marzo 2020? La idea parece maravillosa, pero no tiene en cuenta que no somos los mismos y tampoco lo son nuestros hijos, ni los docentes, ni las instituciones educativas. Además, si lo hiciéramos estaríamos dando la espalda a todo lo que descubrimos, lo que disfrutamos y lo que aprendimos con dolor en este año y medio.
Aunque sepamos cuánto necesitaban nuestros hijos el reencuentro con amigos y docentes, ¡cómo los extrañamos! Su presencia, sus peleas, hasta sus demandas… almorzar con ellos, no correr tanto a la mañana ni en otros horarios, había varios temas que nos gustaban a todos. Al mismo tiempo celebramos el silencio, el tiempo para trabajar sin interrupciones. O el alivio de ir a trabajar y no dejarlos tantas horas en casa solos o con supervisión.
Padres y madres tenemos que volver a entregar nuestra confianza en las instituciones y trabajar en equipo con ellas, dejar de lado los enojos, las quejas y los reclamos del período de cuarentena para poder preguntar, escuchar, pedir ayuda, también ofrecerla y colaborar con la tan anhelada presencialidad. No sólo porque los chicos perciben nuestras dudas, sino también porque los docentes van a poder escucharnos cuando no estén a la defensiva y así podremos juntos pensar, sumar, integrar, construir.
Va a llevar tiempo llegar a un buen equilibrio y contrarrestar los efectos colaterales de este año y medio de encierro. Por eso, dos conceptos a considerar:
1) Es necesario que los chicos aprendan a tolerar y manejar el estrés: no podemos ni debemos evitarles todas las situaciones de estrés, obviamente tampoco provocarlas sin necesidad.
2) Habitualmente procesamos lo que nos llega sin mucha conciencia de que lo hacemos. Pero algunos temas dejan secuelas, sucede cuando algo supera nuestra capacidad de entender y procesar, a veces por su violencia, por lo doloroso, por lo inesperado, por su intensidad duración. En este año y medio ocurrieron cosas de ese tipo dentro y fuera de casa y por eso notamos secuelas y cambios tanto en los chicos como en los adultos.
¿Qué encontramos en los chicos? No en todos ni todo el tiempo, pero algunas cuestiones se repiten en las consultas de los padres, y los colegios a su vez me cuentan las mismas o parecidas. Algunas son fruto de la vuelta al colegio y otras son secuelas de temas que no lograron terminar de procesar durante el confinamiento, ¡o combinación de ambas!
Miedos: recordemos que son normales, necesarios y nos ayudan a cuidarnos. Sólo nos ocupamos de ellos cuando son excesivos o provocan mucho sufrimiento. Es tan preocupante el exceso de miedos como su falta; hay chicos que por no conectar con su miedo se cuidan mal a sí mismos y a su entorno.
Ansiedad: es una de las consecuencias habituales del procesamiento insuficiente, y se relaciona con las dificultades para quedarse quietos, prestar atención y/o concentrarse. La ansiedad está desconectada de aquello que la originó: de tanto evadirlo los chicos ya no encuentran el camino de vuelta y solo notamos su inquietud, muy distinta de la angustia en la que sí suelen saber lo que les pasa y pueden contarlo y buscar ayuda. También encontramos chicos con languidez, desesperanzados, desmotivados: cuando es más severa pasa a considerarse depresión; nuevamente sin conexión con el origen del problema, a diferencia de cuando están tristes y sí saben lo que les pasa.
Vemos chicos que estallan con facilidad, parecen no tener espalda para tolerar nada: ruidos en el aula, la cercanía del compañero, compartir la atención del docente, quedarse quietos y sentados un rato largo... Los vemos entonces irritables, hipersensibles, intolerantes, cansados (¿faltos de sueño quizás?), agobiados. También a veces enojados, frustrados, agresivos y con mucha facilidad para proyectar, es decir buscar afuera las culpas sin poder mirar para adentro y hacerse cargo.
A algunos les cuesta salir del lugar de “su majestad el hijo” y ser de nuevo parte de un grupo. Otros tienen dificultades para volver a integrarse al grupo, especialmente los que no venían bien socialmente y a quienes les resultó un alivio quedarse en casa.
A algunos les cuesta salir del lugar de “su majestad el hijo” y ser de nuevo parte de un grupo. Otros tienen dificultades para volver a integrarse al grupo, especialmente los que no venían bien socialmente y a quienes les resultó un alivio quedarse en casa.
Obviamente hay desfases académicos, no todos pudieron aprovechar de la misma manera la escolaridad a distancia, incluso muchos ni tuvieron esa oportunidad.
Por último, todo tipo de síntomas, como tics, tartamudeo, regresiones (pis en la cama o vuelta al colecho) se presentaron con el encierro y pueden aparecer o resurgir al volver a clase.
Ninguno de estos temas se resuelve con discursos, retos y explicaciones, sino con adultos (familiares y docentes) cercanos, disponibles, que se interesen por entender, que pregunten sin invadir, que los ayuden a pensar y ofrezcan un lugar seguro en el que puedan hablar. ¿Qué más podríamos hacer? En primer lugar, estar atentos a lo que los chicos ven y escuchan para que no se sobrecarguen. Si son chiquitos favorezcamos el juego de roles: a la maestra, a la familia, al doctor, excelente camino para procesar las situaciones vividas. Que los más grandes dibujen, escriban, charlen con el mismo objetivo. Que todos se muevan más, la quietud y el exceso de pantallas los cargaron más de lo que podían tolerar. Es importante que tengan menos actividades extraescolares y pantallas, y que los padres les ofrezcamos nuestro tiempo y presencia dándoles sostén para adaptarse a la nueva situación: buscarlos para almorzar, volver temprano del trabajo, tener ratos de disponibilidad para el reencuentro.
Vamos despacio que estamos apurados, sería mi mejor sugerencia para estos momentos. Los chicos tienen que sentirse seguros y estar emocionalmente bien para poder aprender.
Psicóloga