Gustavo Ferrari, el álter ego de Francisco de Narváez
Es el hombre al que escucha el ex dueño de Casa Tía y el referente judicial del Pro-peronismo. Sus amigos destacan su capacidad de gestión y su compromiso; sus adversarios dicen que aún le falta demostrar que tiene vuelo propio y no es sólo un operador político Laura Zommer Para LA NACION
Dicen quienes lo conocen que Gustavo Ferrari no concibe el "no se puede" y que esa filosofía es una de las claves de su vida. A los 10 años, con menos de 1,30 de estatura, además de practicar fútbol -como hace cada sábado en el country Los Cardales-, jugaba al básquet en el club San Lorenzo de su Chivilcoy natal y no se achicaba frente a compañeros enormes. Algo parecido cuentan que hizo en la última campaña electoral, cuando siendo jefe de campaña de Francisco de Narváez y candidato a diputado nacional logró que el Pro-peronismo se impusiera en la provincia de Buenos Aires a la lista que encabezó el mismísimo Néstor Kirchner.
"No quiero que te quedes toda la vida detrás de un mostrador como yo", le repetía hasta el cansancio su padre Humberto, que era propietario de la confitería del pueblo y, al igual que su madre, Azucena, no llegó a terminar la escuela primaria. El hijo único de aquel matrimonio cumplió.
El próximo 10 de diciembre, a los 52 años y después de dirigir más de una docena de instituciones y compañías de primera línea, Ferrari ocupará por primera vez un cargo público y, vaticinan sus allegados, seguirá siendo en el Congreso tan frontal, obsesivo y decidido como ha sido hasta ahora.
No tiene medias tintas ni pasa desapercibido, aunque hasta ahora ha cultivado el bajo perfil. "A Gustavo la gente lo quiere o lo detesta, pero no le es indiferente casi nunca", asegura alguien que trabajó con él durante cinco años.
Se acercó a la política hace menos de una década convencido de que el país necesitaba aire nuevo y más sentido común en sus dirigentes, y dicen sus amigos que se arrepiente de no haberlo hecho antes, porque le apasiona.
A De Narváez y a Mauricio Macri los conoció en una cena en el Museo Renault, allá por el año 2000, porque lo invitaron a presentar una propuesta de reforma judicial que él había dirigido para el Consejo Empresario Argentino (hoy AEA), recuerda un dirigente Pro. "En ese momento -se sincera hoy-, no entendíamos nada de política y confiábamos en que las cosas se podían cambiar desde las organizaciones de la sociedad civil, sin terminar de meterse en el aparato estatal. Con el tiempo, algo aprendimos".
La relación con Macri es buena desde entonces. El jefe de gobierno porteño aprecia su capacidad para tomar decisiones y su tesón. De Narváez lo convenció al poco tiempo de que dejara todas sus tareas profesionales (había estado en la Asociación de Bancos de la República Argentina, ABRA, y dirigía la editorial jurídica El Derecho) y comenzara a trabajar a tiempo completo para él. Estuvo en la Fundación Creer y Crecer, después armaron juntos Unidos del Sud y más tarde dirigió compañías como Quilmes, Pepsicola, algunos medios de comunicación, y otras empresas del Grupo De Narváez. Así se convirtió en el álter ego del empresario, una condición que es hoy su principal activo y, quizás también, su más seria debilidad.
"Gustavo no tiene vuelo propio. O, al menos, no lo tuvo hasta hoy. Ahora que llega al Congreso tendrá que demostrar si está para jugar en primera o es sólo un buen operador", desafía un dirigente cercano a Felipe Solá con un dejo de odio, el mismo que evidencian al referirse a Ferrari varios duhaldistas que quedaron afuera de la última lista de diputados bonaerenses.
Su condición de abogado -es docente de Derecho en varias casas de altos estudios (Universidad Católica Argentina, Austral, Universidad de Buenos Aires y Monterrey)- y su experiencia de más de dos décadas a cargo de la Escuela de Abogacía de Buenos Aires, el Fores y la organización Unidos por la Justicia colocan a Ferrari como el referente judicial del Pro-peronismo.
"Es muy serio, metódico y riguroso en el trabajo, algo que quizás contrasta con su simpatía extrema y con su carácter extrovertido. Es una persona muy intuitiva y excelente para las relaciones interpersonales. Siempre devuelve los llamados y mensajes en el día y está disponible en cualquier circunstancia. En el ambiente tribunalicio es respetado aun por aquellos que piensan distinto", dice Germán Garavano, fiscal general de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y colega de Ferrari en varios proyectos vinculados con la Justicia.
Reconocido como el álter ego del gran triunfador de las últimas elecciones y su principal operador político -dicen que De Narváez no toma ninguna decisión política importante sin su ok-, Ferrari es partidario de estrategias de seguridad más duras y reclama mayor celeridad y eficiencia al Poder Judicial, además de más independencia. "No es que yo sea de derecha, sino que nos hemos ido tanto del centro que hay que encontrar un equilibrio", suele repetir cuando lo cuestionan sectores progresistas.
Padre de dos hijas artistas, Rosario y Agustina, que estudian una Diseño Gráfico y Fotografía, y la otra Teatro, está divorciado y es fanático de Boca, a quien va a alentar seguido a la cancha.
"Es un tipo muy carismático, generoso y que sabe sacar de cada uno lo mejor de sí", dice el abogado Facundo Malaureille Peltzer, que fue su alumno y luego trabajó con él. "Es muy laburador, le pone el hombro a todo y enseña con el ejemplo. A diferencia de muchos, él nunca renegó sino que se jacta de sus raíces y de su origen humilde", agrega.
Ferrari es fruto de la educación pública: fue a la Escuela Normal y al Colegio Nacional de Chivilcoy y más tarde se mudó a la Capital para cursar Derecho en la UBA. En la UCA estudió el primer año de la carrera, pero luego dejó la universidad privada porque ni sus padres ni él alcanzaban a pagar la cuota y la residencia universitaria de Belgrano, donde vivía entonces.
Gracias a un Estado presente también conoció la lectura de chico. Su madre le leía cada noche un cuento distinto, que retiraban de la Biblioteca Popular que quedaba a la vuelta de su casa. Su preferido era "Pedro y el lobo", que en un comienzo le daba mucho miedo pero luego comenzó a apasionarlo por la enseñanza de que no hay que mentirle al pueblo si uno pretende que lo sigan, dice hoy el político.
Nunca se llevó una materia y al igual que sus dos mejores amigos (a los que conoció en el secundario de Chivilcoy y aún frecuenta), estaba en el cuadro de honor porque tenía más de ocho de promedio. Con ellos, además de jugar al fútbol, tocar la guitarra y salir a bailar, se reunía una vez por semana a discutir textos de filosofía y política, que leían previamente y discutían sin terminar de entender. Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer eran algunos de los comentados.
Igualdad de oportunidades
Su padre era conservador popular y odiaba al radicalismo tanto como él. Su madre era peronista y decía que los dirigentes del PJ habían sido quienes la habían tratado dignamente en una Navidad. Ferrari siempre votó al peronismo y considera casi una ofensa que se lo tilde de liberal o de derecha sólo por venir del sector privado. Dice que lo obsesiona recuperar la igualdad de oportunidades que existía en la Argentina y que le permitió a él, que estudió en la escuela pública, ser igual a aquellos que lo hicieron en el Newman.
"El Estado tiene un rol esencial, determinante e irrenunciable, sobre todo en una situación como la que atraviesa la Argentina, donde hay una pobreza que requiere especial atención. El sector privado no puede resolver el problema de la pobreza. Cuando uno transita la Provincia, cuando vive la inseguridad, la falta de salud o la educación, sabe que es deficiencia del Estado. Para eso pagamos los impuestos, y los empresarios deben colaborar. Se necesita que el Estado se meta a resolver los problemas a la gente. Eso no lo va a hacer el mercado. El mercado debe estar inteligentemente regulado para que exista la igualdad de oportunidades y una sana competencia", dijo Ferrari tras ganar los comicios en una entrevista a una radio de Chivilcoy, ciudad donde también nació el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Sin embargo, el flamante diputado no deposita en el rol de los partidos políticos la misma importancia que en el Estado. Cree que la gente ya no vota ideas ni plataformas (como hacían sus padres, que fallecieron en 2000) sino a personas en las que confía.
Ferrari siempre confió mucho en él y en que el estudio y el trabajo lo harían progresar. Su llegada al Congreso le depara nuevos desafíos, como tener que hacerse escuchar por una clase política que mayoritariamente lo considera un paracaidista y consensuar con alguna gente a la que suele descalificar en público por su falta de honestidad o de escrúpulos. La expulsión de esta semana de los diputados Julio Ledesma y Patricia Gardella de Unión-Pro, por haber votado el Presupuesto 2010 junto con el kirchnerismo, es un gesto poco habitual en la política argentina. "Nos defraudaron a nosotros y a sus votantes, por lo que preferimos perder dos votos que tenerlos en nuestro bloque", explicaron cerca de De Narváez. El próximo escollo de Ferrari no es menor y será la definición de si el bloque del Pro-peronismo que venció al kirchnerismo no se separa antes de la primera votación.
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Quién es
Nombre y apellido:
Gustavo ferrari
Edad:
52 años
Trayectoria :
Nació el 24 de marzo de 1957 en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Es abogado, padre de dos hijas y llega al Congreso desde el sector privado, donde dirigió instituciones y empresas de primera línea.
En defensa del Estado :
Es fruto de la educación pública, siempre votó al peronismo y dice que el Estado es clave para combatir la pobreza y devolverle al país la igualdad de oportunidades que le permitió a él ascender socialmente.