Guerra en Ucrania: nuevas movidas en el reordenamiento del tablero mundial
A más de 400 días del inicio de la segunda invasión a Ucrania por parte de la Federación Rusa (la primera ocurrió en 2014, es necesario recordar) los dos contendientes de esta guerra asimétrica luchan ferozmente en Bakhmut, una ciudad ucraniana del Donbass que geomilitarmente tiene poca importancia, según varios analistas y think tanks militares internacionales, pero que ambos países le asignan una importancia “psicológica” que excede a lo militar.
En ese sentido, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, asigna una importancia vital a la batalla de Bakhmut, al advertir que en estos momentos, donde se empieza a percibir cierta fatiga en la población, cualquier derrota por poco importante o significativa que sea sería un gran golpe para la confianza de las fuerzas armadas y de la población ucranias sobre el destino del conflicto. La pérdida de Bakhmut sería una derrota política más que un revés táctico y eso podría acarrear presiones de la comunidad internacional pero también en su propio país, según declaró el propio Zelensky a los medios.
Simultáneamente con la contienda bélica, se conocieron varias propuestas de paz. A la inicial propuesta de Turquía varios meses atrás, prontamente desestimada por falta de sustento real, le siguen ahora una propuesta de China y también otra de Brasil. Cabe discernirlas o diferenciarlas en si son verdaderas “propuestas de paz” o en realidad son meramente “propuestas de alto el fuego”.
La propuesta china -doce puntos presentados hace más de un mes en un impreciso y ambiguo bosquejo de buenas intenciones- fue ratificada en la visita de Xi Jinping a Vladimir Putin poco más que dos semanas atrás.
Lo más importante de esa visita fue la declaración oficial de ambos países al proclamar que “China y Rusia son socios estratégicos”, cuestión esta que no hace más que relativizar la iniciativa china de proponerse como mediador confiable e imparcial en la búsqueda de un armisticio.
También se supo que China habilitará a Rusia la construcción en fábricas rusas de drones kamikaze con tecnología china, por ahora por montos no demasiado importantes (se habla de entre doce y quince millones de dólares). Esa decisión, de todas maneras, implica un apoyo mayor a la Federación (en este caso bélico) por parte del régimen de Pekín.
Obviamente, continuará China aprovechando las compras de energía rusa a precios de liquidación, como asimismo empresas chinas, de los más variados rubros y sectores comerciales e industriales, han sido invitadas a participar del mercado ruso en reemplazo de las empresas occidentales que se han retirado desde febrero de 2022 a raíz de las sanciones.
Ante este nuevo paso de amistad sino/rusa pocas son las esperanzas de Ucrania de encontrar en China un mediador fiable y confiable. Tampoco resulta un dato alentador, en este caso para Occidente, constatar que la última reunión ha dejado también en claro que por primera vez en mucho tiempo, Rusia está en una clara posición de debilidad frente a China, siendo este el verdadero “socio mayoritario” en la relación.
Otra propuesta de mediación provino por parte del nuevamente presidente de Brasil, Lula Da Silva. Dada la importancia que tiene para nuestro país todo lo que ocurra en nuestro principal socio en el Mercosur, cabe detenerse a examinar como podría ser esa iniciativa brasileña y cuáles serían las posibilidades reales de concreción.
En primer lugar, si por peso e influencia internacional hablamos, la propuesta de Brasil a lo sumo podría ser llevada a cabo de manera conjunta y confluentemente con la de otros países, como por ejemplo la ya citada China o también India, países estos que comparten intereses con Brasil en el llamado Grupo BRICS.
No obstante, esa pertenencia de Brasil al BRICS no le juega a su favor para ser escuchada con atención e interés por parte de Ucrania, porque esta bien podría dudar de la imparcialidad y autonomía de Brasil respecto de Rusia, también socia en el BRICS.
Además, sin ningún tipo de dudas, en Ucrania también va a jugar como antecedente desfavorable para Brasil, la rescisión unilateral brasileña de la construcción de una mega obra de una planta generadora de electricidad que Ucrania ganó por licitación en 2012 (compitiendo entre otros con Rusia y China), se comenzó a construir en 2013 y que en 2015 (teniendo ya de un 30 a 40% de construcción realizada) Brasil decidió discontinuar sin precisar motivos de incumplimiento por atrasos o demoras por parte de Ucrania que hicieran razonable o entendible dicha decisión. El tema está hoy en los tribunales internacionales a los cuales apeló Ucrania por incumplimiento unilateral de contrato.
¿Las verdaderas razones que pensaron y piensan “off the record” las autoridades de Ucrania de entonces y de ahora sobre este incumplimiento brasileño? Imposiciones de Rusia a Brasil motivadas por la primera invasión de Rusia a Ucrania en el 2014. Por ello, se estima que la propuesta brasileña no será demasiado bien atendida en Kiev.
Adicionalmente, las autoridades ucranias declaran en todas las ocasiones que Ucrania solo se detendrá en una negociación de paz cuando Rusia esté totalmente retirada de los territorios invadidos, en el 2022 pero también en los del 2014. Ello incluye Crimea, por cierto.
Kiev teme que estos “procesos de paz” solo sean en realidad simples “procedimientos de alto el fuego”. De ser así, Rusia, habiendo tomado por la fuerza actualmente el 18% del territorio de Ucrania internacionalmente reconocido, comenzaría negociaciones partiendo desde el statu quo actual y buscaría “eternizar” las negociaciones con el fin de “cristalizar” el conflicto en dicho statu quo.
Ucrania, también Occidente, saben perfectamente que de ello ocurrir habrá un nuevo “paralelo 38″ en ciernes (por la partición de Corea ocurrida en 1953) o “un nuevo Chipre”, pero esta vez ya no en los márgenes europeos sino ahora en plena Europa.
Otros elementos desfavorables para la esperanza de Ucrania en procesos de mediación son los recuerdos de los resultados tristemente palpables para ella del Memorándum de 1994 (traspaso del arsenal nuclear en territorio ucranio a manos rusas bajo la promesa que Rusia, pero también EEUU y Gran Bretaña, respetarían la soberanía e integridad de sus territorios internacionalmente reconocidos).
También para desconfianza ucraniana se puede agregar la “opaca actuación” del Cuarteto de Normandía, el grupo conformado por Alemania y Francia, además de Rusia y Ucrania, tildada de parcial, poco ecuánime, arbitraria e injusta, en los procesos de mediación de los “Grupos de Minsk I y II” conformados en 2014 y 2015, respectivamente.
Todos estos antecedentes son desalentadores como para que Ucrania se encamine “rauda y prestamente” a algún intento de mediación, provenga de quien provenga.
Mientras estas cosas ocurren en el estricto terreno de la invasión a Ucrania, el conflicto ha disparado reacomodamientos o reperfilamientos más o menos acelerados en todo el escenario internacional, que también impactan directa e indirectamente en como se establezca un proceso de paz en Ucrania.
La segunda invasión del 2022 arremetió contra todo el orden internacional creado a partir de 1945. De un plumazo, el Derecho Internacional, la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional Humanitario fueron derribados y pisoteados sin tapujos.
Durante ocho años (lo que va de 2014 a 2022) Europa (y Occidente) prefirió mirar hacia otro lado y seguir privilegiando la complementación económica y financiera con Rusia por encima de las cuestiones geopolíticas. El 24 de febrero de 2022 despertó bruscamente de ese sueño.
Alemania y Francia se vieron interpeladas por Ucrania por la ya comentada “opacidad” de sus decisiones en los Grupos de Minsk. Gran Bretaña y EEUU eran endilgados también de haber hecho poco para hacer cumplir, como garantes que eran, con la soberanía e integridad territorial de Ucrania, declamadas en el ya citado Memorándum de 1994.
Todo eso mutó en febrero de 2022. Alemania debió modificar profundamente su política exterior y particularmente su política energética. EEUU y Gran Bretaña se “pusieron al hombro”, a decir verdad, en lo que se refiere a las ayudas brindadas a Ucrania, tanto en lo armamentístico como en lo económico y humanitario. Países con una larga tradición histórica de neutralidad como Finlandia y Suecia, abandonaron la misma y pidieron un pronto acceso a la OTAN, temerosos de los peligros a los cuales los expone Rusia.
Los países del Este europeo, comandados por Polonia, y con quizás la única excepción de Hungría, claman por medidas que los protejan y los pongan a resguardo de eventuales acciones futuras rusas.
Simultáneamente, el conflicto en Ucrania ha sido el “disparador” de nuevas y viejas tensiones en otras zonas “calientes” del planeta, pero la principal ha sido la continuación, ahora con más fuerza, de la disputa por la hegemonía mundial entre EEUU y China. Como parte del mismo tablero convulsionado, esa lucha por ser el nuevo hegemón mundial (China) o continuar siéndolo (EEUU), produce acelerados reacomodamientos a lo largo y a lo ancho del planeta, sobre todo y particularmente en Asia del Este, en Asia Central, en el Indo-Pacífico, y hasta en el siempre convulsionado Medio Oriente.
Las cuestiones de la defensa y de la seguridad de los países y regiones han pasado a ser los bastiones predominantes por encima de la economía, el comercio o las finanzas. Como resultado de ello, el proceso armamentístico se amplifica en Europa, en EEUU y en Asia, así como permanentemente vemos como se pergeñan coaliciones de países basadas principalmente en esos temas de protección y seguridad. Quizás, el ejemplo más claro es el AUKUS, la coalición formada por Australia, Gran Bretaña y EEUU, que tanto resentimiento y desconfianza suscita en China porque incluye la eventual producción de submarinos nucleares.
Lo mismo ocurre con nuevos acuerdos militares y de defensa entre EEUU y Filipinas, donde EEUU implantará nuevas bases militares. Las amenazas de China a Taiwán, o las de Corea del Norte a su hermana del Sur o a Japón no han caído en saco roto. “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, es el lema predominante desde febrero del año último.
También como reacomodamiento de las situaciones emergentes del conflicto, países que desde la posguerra habían dejado guardado y deprimido “bajo siete llaves” el gasto en sus fuerzas armadas, como Alemania y Japón, han retomado el incremento en el gasto bélico a niveles jamás vistos desde la posguerra.
La renovada ambición de Rusia de poner en discusión los límites internacionalmente reconocidos de Ucrania, y quizás también de Moldavia, Georgia y otras ex repúblicas soviéticas -sobre todo los países bálticos- causa fuertes temores en los países de Europa Central que eran parte del Pacto de Varsovia.
La vieja ambición de “la gran Rusia”, que abarcaba territorios, países y regiones desde el Mediterráneo hasta Eurasia -más allá de Siberia, incluso- vuelve a estar presente en los sueños de Putin y en las pesadillas de gran parte de las potencias europeas. Por eso, encabezados por Polonia, los países centro europeos se “curan en salud” y han sido eficaces en lograr llamar la atención de las grandes potencias occidentales de manera de lograr que la geoestrategia europea se traslade a rincones más cercanos a Rusia para contrarrestarla.
En los próximos meses de la primavera boreal, quizás comenzando en mayo, Ucrania estaría ya en condiciones de lanzar una importante contraofensiva con la intención de recuperar la mayor cantidad de territorios actualmente ocupados por Rusia.
La tarea para conseguirlo parece ardua y difícil, pero no caben dudas que del éxito o fracaso de esa contraofensiva, así como también de una extensión en el tiempo de la guerra, no solo depende el futuro de Ucrania, sino también el de Europa, el de Occidente junto a sus países aliados, y hasta del planeta todo. La moneda continúa en el aire.