Guerra en Ucrania: lamentablemente, lo peor aun no comenzó
Cuando se iniciaba la segunda fase de la invasión rusa a Ucrania en febrero de este año (la primera fue en 2014 con la anexión unilateral de Crimea y la invasión parcial al Donbas, cabe volver a recordar) eran pocos los analistas o expertos internacionales que confiaban en que Ucrania pudiera salir triunfadora ante la Federación Rusa. Se sobreestimaba a Rusia y se subestimaba a Ucrania.
Tampoco se tenían en cuenta los inmensos sufrimientos que debió soportar Ucrania a lo largo de su tortuosa relación de siglos con su “hermana mayor” (descripción utilizada por Rusia, también cabe aclarar).
A esa tormentosa relación, nunca jamás olvidada por los ucranianos, ni tampoco nunca tomada en cuenta por los analistas occidentales, se agregaba el no haber analizado eficazmente que desde la primera fase de la invasión en 2014, Ucrania se había propuesto “aggiornar” febrilmente sus fuerzas armadas, además de amplificar sus objetivos de relacionamiento con Occidente de manera notable.
Obviamente, la magnitud de la invasión de febrero 2022 fue tan amplia que todos los recaudos ucranianos de años anteriores fueron superados por la realidad. No obstante ello, la “occidentalización” de las armas y entrenamientos recibidos, pero también, y fundamentalmente, las prolíficas ideas y capacidades de las fuerzas armadas ucranias hicieron que, más temprano que tarde, las fuerzas armadas rusas se vieran desbordadas por las ucranianas y lo que parecía ser “un paseo militar ruso en territorio de la ‘descarriada hermanita menor´ y con fanfarria incluida” terminara resultando en un profundo fiasco que prontamente le hizo ver al presidente Putin que debía modificar esos “fáciles objetivos a obtener en tres días y sin costo alguno”.
La dura realidad sepultó esos febriles sueños de Putin y es así como “los tres días” se han convertido en tórridos ocho meses y promete permanecer por mucho tiempo más. Pero lo que es peor para la Federación, es que no tenga claro como finalizará el resultado militar y cuáles serán las consecuencias políticas que deberá pagar, porque si hay algo que está claro para Putin es qué hay un inmenso ticket que la comunidad internacional le está reservando por el bochornoso e insultante desapego al cumplimiento de las normas del Derecho Internacional, a la Carta de las Naciones Unidas, y a las del derecho humanitario.
Lo que es más grave aun, es comprobar que algunas ideas o expresiones de políticos, analistas o periodistas rusos ciertamente hasta ofenden a la condición humana y retrotraen a la humanidad a los peores períodos de su historia, concretamente la Segunda Guerra Mundial y la cacería y exterminación de Hitler a los judíos. Un reconocido periodista ruso de la cadena “Russia Today”, expresó en cámara lo más suelto de cuerpo “que los niños ucranianos deberían ser ahogados o quemados para que Ucrania simplemente deje de existir”. No puede sorprender entonces las amenazas de uso de armas nucleares por parte del presidente Putin. El paroxismo parece haberse apropiado de ciertas mentes en determinados países y entonces se hace muy difícil que haya racionalidad en la determinación de los acontecimientos por ocurrir y por lo tanto es mucho menos predecible que los “pensamientos humanitarios” prevalezcan, como sería dable esperar.
Además, el “contagio” o el “oportunismo” para tomar decisiones que en otros momentos de la historia serían difíciles de tomar, se apodera de otros líderes y por lo tanto no es para nada sorprendente que el líder de la República Popular de China, Xi Jinping, declare que su país “jamás renunciará al uso de la fuerza para recuperar a Taiwan”. Ciertamente, en Taipei autoridades y analistas creen a pie juntillas en las aseveraciones de Xi y saben que deben estar preparados y alertas para que “lo peor pueda ocurrir”.
Hong Kong y Xingiang sirven de claros ejemplos de que el nuevo “líder supremo” (¿y vitalicio?) en que se ha convertido Xi no está ni “cacareando” ni “alardeando” sino que cree firmemente que “su momento ha llegado” y quiere quedar en la historia como el líder chino que trajo a la “oveja descarriada” a su redil.
Unido a esto, la cooperación mostrada entre Rusia e Irán, con el involucramiento de militares iraníes que están entrenando a sus pares rusos en Crimea (y ahora se supo que también en Bielorrusia) para la utilización de drones kamikazes que permanentemente están atacando a infraestructuras críticas y a poblaciones civiles en Ucrania, tiene que servir de lección a Occidente (pero sobretodo a Europa) de que el peligro de la pérdida de las comodidades y comfortabilidades que ha provisto la globalización en los últimos treinta años, va a estar bajo permanente ataque de estos actores internacionales que no trepidan en “bombardear” las ideas y valores de la democracia y de la libertad.
Las nuevas generaciones de europeos, distinto a sus abuelos, no parecen estar muy dispuestos a luchar por esos valores, si eso implica que tienen que renunciar a las comodidades a las que me referí anteriormente. Consideran que “solo hay una vida” y no están dispuestos a renunciar a ella, ni aunque solo sea por tres meses.
Varios de los políticos italianos son un claro ejemplo de cómo “interpretan” a sus ciudadanos y el epítome mas elocuente quizás sea Giovanni Conte, el socialista italiano que fuera primer ministro de Italia, que cayó su popularidad de manera notable en todas las últimas elecciones de Italia, pero que ahora, expresando “comprender a las poblaciones olvidadas del sur de la península” ha recuperado parte de sus acciones en la política italiana, reclamando que no se puede privar a sus ciudadanos de energía barata (la de Rusia, por supuesto) y que se debe reclamar la paz a Ucrania a como de lugar (verbigracia, la rendición de Ucrania).
No es algo que sorprenda demasiado por parte de algunos líderes de países europeos, si uno se detiene a observar cual fue el accionar del Grupo de Minsk creado en 2014 ante la primera invasión y desmembramiento de la integridad territorial de Ucrania en ese mismo año. Francia, pero mucho menos aun Alemania, no parecían ser los dos observadores “imparciales” que se necesitaba para aquellos momentos en ese “Cuarteto de Normandía”, cuyos otros dos integrantes eran precisamente la Federación Rusa y Ucrania.
Por eso, no es de extrañar tampoco el viaje del premier alemán Scholz a China, el cual ha creado mucha controversia entre el resto de las autoridades europeas, las cuales, poco tiempo atrás, acababan de declarar a China como un “enemigo sistémico” de Europa. Los líderes europeos reflexionan sobre el “apoyo encubierto” de China a Rusia, sobre la pérdida de libertades en Hong Kong, el acoso a los derechos humanos de la minoría uigur en la región de Xingiang, al acoso y asedio a Taiwan, e incluso a la falta y abandono de la responsabilidad que debería tener China respecto de su aliado Corea del Norte, el cual ciertamente está produciendo una serie de peligrosos hechos bélicos con el lanzamiento récord de misiles el último mes y que tienen en vilo a Corea del Sur, a Japón, y a otros países asiáticos de la región.
Toda esa parafernalia de hechos y acontecimientos peligrosos para la paz mundial, que están ocurriendo de manera simultánea a la cruenta guerra que se desarrolla en territorio ucraniano, no parece ser plenamente comprendida por algunos intérpretes de la realidad internacional, que claman por una pronta tregua que de inicio a negociaciones de paz inmediatas.
Esas loables intenciones no toman en cuenta que en estos momentos ni uno ni otro bando están en condiciones de negociar ya que ambos no están dispuestos de ninguna manera posible a hacer las concesiones que siempre se deben materializar en cada negociación que se precie. Vale decir, estamos en una situación donde ambos contendientes se ven reflejados en una “no win situation”. Lo peor, que en una virtual situación de “empate” en el terreno bélico, porque a la ventaja militar que está produciendo Ucrania se le contraponen los incesantes bombardeos a las infraestructuras energéticas de sus ciudades por parte de Rusia, para ver si así puede torcerle el brazo al pueblo ucraniano antes de que finalice el duro invierno boreal que se avecina. Nada que Ucrania no haya sufrido ya, como ocurrió con la hambruna impuesta por Stalin (Holodomor)en los años 30 del siglo pasado.
Por lo tanto, en esa eventual negociación ¿qué concesiones estaría dispuesto a hacer la Federación Rusa en la misma? ¿Permitir que se retrotraiga la situación al 23 de febrero último, reconociendo Ucrania la pérdida definitiva de Crimea y la porción del Donbas que fue invadida en 2014, garantizándose asimismo la no inclusión de Ucrania en la OTAN?. Y ello ¿sin hablar ni mencionar los eventuales montos a dar por parte de Rusia para la reconstrucción de la infraestructura crítica y pueblos de Ucrania abatidos y destruidos de manera impiadosa?. Es más, ¿aceptará la Federación que se haga alguna mínima mención al tema de las innumerables pérdidas de vidas humanas (sobre todo civiles) y hasta de eventuales crímenes de guerra? Seguramente y sin lugar a dudas, la Federación ni siquiera querrá oír un susurro de ello.
A esas incógnitas del párrafo anterior, para conocer las intenciones y deseos del lado de Ucrania, simplemente habría que imaginarse, de manera total y absoluta, el lado completamente contrario a las pretensiones, interpretaciones y respuestas por parte de Rusia, entendiendo así que también para Kiev es una situación de casi absoluta imposibilidad de negociar algo, y mucho menos cuando, contra todo pronóstico, en el plano bélico, Ucrania ha pasado a la contraofensiva y está recuperando aceleradamente porciones de territorio que la Federación se anexionó cruenta e ilegalmente.
Pasemos al mediador de esas negociaciones. ¿Cuál podría ser la propuesta para convencer a sentarse en una mesa de negociaciones a estos dos acérrimos enemigos que, para colmo, están convencidos al día de hoy que la victoria en el terreno llegará indefectiblemente?. ¿Y cuál sería la confianza, particularmente de Ucrania, en ese eventual mediador? Tanto en 1994, Memorándum de Budapest mediante, como en 2014, Grupo de Minsk y Cuarteto de Normandía también mediante, Ucrania ha visto como lo escrito en el texto y firmado con toda la pompa cayó en letra muerta y fue brutalmente vapuleado por la realidad. Por lo tanto, para Ucrania, el enigma también podría ser ¿”no habrá dos sin tres” o “la tercera será la vencida”?. Difícil, muy difícil dilema para las autoridades ucranias, y eso sin tener en cuenta que el Presidente Zelensky considere o tenga en cuenta lo que podrían ser los deseos y el mandato de su pueblo.
Hacen bien en alertar algunos analistas sobre que el mundo se está acercando “más temprano que pronto” a una peligrosísima espiral de confrontación que hasta incluso puede tener carácter nuclear, aunque más no sea con armas tácticas de “baja intensidad”. Pero a esas justificadas alertas, habría que añadirle también la comprensión de cuáles son los reales grados y niveles de culpabilidad de los diferentes actores internacionales involucrados en este conflicto para que verdaderamente se haya llegado a este estado de situación.
Se debe ser muy firme y concreto en ello, porque la invasión de Ucrania -con el objetivo declarado de la misma, que en verdad no ha sido otro que el de cambiar “manu militari” los límites y la integridad territorial de un país, infringiendo todas las normas del derecho internacional y, más grave aun, no habiendo existido ninguna provocación o flagrante cambio de un determinado statu quo pacífico por parte del agredido- simplemente no puede ser equiparado, de ninguna manera posible, a la respuesta que ha dado Occidente para defender al país agredido de manera que finalmente no se materialicen estos irracionales, ilegales e inhumanos objetivos, los que además, de tener éxito, convertíria a las normas legales de la comunidad internacional en completa letra muerta.
Esa valoración debe ser debidamente ponderada y sopesada concienzudamente y hasta en sus más mínimos detalles por parte de todos los países integrantes de la comunidad internacional, incluido obviamente el Estado argentino, porque la Humanidad no esta preparada, bajo ningún concepto o excusa, para retrotraerse a los métodos de solución de controversias o de configuración de países utilizados durante los siglos XVIII, XIX y mitad del XX, que tantas víctimas y desolación causaron. Lamentablemente, ese es el peligro que se cierne.
Por eso y mientras tanto, parafraseando al genial Fellini: “E la nave va”.