Guerra en Ucrania: cien días de invasión y las convicciones tambalean
Se cumplen 100 días de la invasión de Rusia a Ucrania. Del repaso de los acontecimientos de estos cien días, poco es lo que se sabe como para ser optimista sobre que la salvaje agresión será detenida o castigada prontamente.
Los acontecimientos de los diez o quince últimos días no paran de traer malos presagios sobre el desarrollo de la guerra infame que se obra en tierras ucranianas. Las convicciones de los diferentes actores internacionales que pretenden apoyar a Ucrania parecen aflojar. Algunos más, otros menos, como siempre ocurre.
Las declaraciones del afamado diplomático estadounidense Henry Kissinger en Davos, Suiza, contribuyeron aun más a debilitar la necesaria moral que se necesita en una guerra asimétrica como la que libra Ucrania contra su infame vecino.
El diplomático de 98 años propuso “ceder territorio por paz” porque según su parecer, la continuación de la guerra, aun más “si ella se convertía en cuesta arriba para Rusia” presagiaría serias dificultades para Occidente a largo plazo.
No es de extrañar esta posición del ex Secretario de Estado estadounidense. Es famosa también su posición, compartida por el ex Embajador estadounidense, George Kennan, sobre “los desatinos de la OTAN en su camino hacia el Este” con la incorporación de los ex países que conformaban el Pacto de Varsovia (y también de las ex Repúblicas soviéticas del Báltico). Estas opiniones han sido profusamente difundidas (y aceptadas) por prestigiosos analistas internacionales de Occidente y también de Argentina.
Quizás cometa una gran irreverencia al decir que no concuerdo para nada con los dos connotados diplomáticos estadounidenses sobre este tema. Podría ser materia de opinión en otra columna el tratar de explicar mi desacuerdo sobre que “la OTAN ha cometido grandes errores en su camino hacia el Este” no cumpliendo con las promesas de George Baker a Yeltsin “not even one inch towards East” (ni una sola pulgada hacia el Este), y que por lo tanto esa es la verdadera razón de la agresividad y temores rusos desde 1991 al presente.
El expresidente Bill Clinton explicó hace 30 o 40 días en una columna periodística de un importante tabloide estadounidense que la permanente agresividad rusa hacia Occidente no era producto de “los errores de Occidente en su camino hacia el Este” sino de “la continuidad de la historia imperial rusa”. Enfatizó asimismo, que “no fue la OTAN la que fue hacia el Este sino que fue el Este el que fue hacia la OTAN”.
Sea lo que fuere, esta posición actual de Kissinger sobre la guerra en Ucrania es perfectamente coherente con aquella otra de hace más de veinte años. Posición actual de Kissinger con la que prontamente se encargó de contrastar el Presidente ucranio, Volodimir Zelenski, quien declaró inmediata y duramente que “Kissinger dice que hay que ceder territorios de Ucrania a Rusia para que Rusia no quede fuera de Europa parecería que Kissinger pensaba que no estaba dando una Conferencia en Davos 2022, sino en Múnich 1938″.
De todos modos, lo concreto es que las palabras del gran estratega de la “real politik” parecen dar sentido o pábulo a ciertas indecisiones que volvieron a hacerse ver en Occidente, en Europa, y también en menor medida, en EE.UU.”.
Viendo el otro día un reportaje difundido en la TV argentina a una alta autoridad de la Unión Europea, sus dificultades para explicar o reconocer que Ucrania es parte de Europa aunque no forme parte de la UE, me motivó a pensar si ese pensamiento de esa autoridad europea era proferida a título personal o, en realidad, formaba parte del verdadero pensamiento de toda la UE pero que, en estado de conmoción bélica cómo está Europa en estos momentos, no es políticamente correcto decir o aceptar.
No es menor la dilucidación de ese enigma, porque de ello depende en gran medida el real apoyo que brinde la UE a Ucrania. También, a los otros actores europeos que pretenden ingresar, vale decir Moldavia, Georgia, los países balcánicos y otros.
De hecho, el Primer Ministro de Italia, Mario Draghi, acaba de reconocer que Ucrania no tiene el voto favorable de la gran mayoría de países de la UE para obtener el título de “candidato” en junio 2022 para ingresar a esa organización, como reclama desesperadamente Ucrania desde el inicio de la guerra.
No extraña esa posición de la UE ya que por distintos motivos, Europa pone permanentemente dificultades y trabas a Ucrania desde 2008. Tampoco resulta nada nuevo ni extraño -dado el potencial “agrícola” que tiene Ucrania- ya que Polonia, en su momento, tuvo que vencer las serias dificultades que planteaba Francia, dicho esto solo solo a título de ejemplo, para “proteger” a su campesinado de la competencia con un nuevo miembro de la comunidad europea con fuerte potencial agrícola. Y Polonia tenía y tiene un potencial agrícola muy inferior al de Ucrania, así que bien viene al caso esta mención para graficar los intereses de todo tipo que se juegan en la aceptación o no de cada nueva membresía.
A pesar de creer que no fue una medida acertada por parte de Gran Bretaña concretar el Brexit -ni para GB misma ni para la UE- sí comienzo a comprender que lo que decían los británicos pro Brexit que impulsaron su salida, algo de razón tenían cuando señalaban que el sistema de decisiones estaba monopolizado por Alemania y Francia y que poco margen se les dejaba a los demás miembros del bloque. Extraño es que fuera el tercer gran socio de la UE de entonces el que manifestara su impotencia para lidiar con la entente franco-alemana, porque de ser así que les quedará a los socios menores.
Por otra parte, en situaciones graves o urgentes, como lo es por ejemplo la invasión rusa a Ucrania, se está viendo y evaluando -en la UE y también en la OTAN- si el método de consenso por unanimidad es el más adecuado para definir esas situaciones. Tan solo el bloqueo de un país -por ejemplo, Hungría en la UE con el tema del embargo energético a Rusia, o Turquía en la OTAN respecto del eventual ingreso de Finlandia y Suecia a esa organización militar- impide que se materialicen rápidamente decisiones que muchas veces también son sumamente urgentes.
Finalmente, las dudas parecen haber llegado también al principal apoyo de Ucrania, los EE.UU.. Las permanentes amenazas y bravuconadas rusas, aunque insólitas, tienen igualmente su efectividad y han permeado algunas decisiones de provisión de armamento, sobre todo los de largo alcance de objetivos. Así, a pesar del ferviente reclamo de dichas armas por parte de Ucrania, EEUU solo ha aceptado brindarle armamento de mediano alcance. El peligro que se corre con esta decisión, es que Ucrania solo pueda llegar a equiparar su armamento al de Rusia, pero en una situación donde Rusia ya se ha apoderado del 20% del territorio ucraniano, lo que dificultaría seriamente la contraofensiva ucrania para recuperarlos y llegar así a negociaciones de paz en condiciones medianamente ventajosas.
Futuros desarrollos
Durante los últimos 15 a 20 días, la guerra en Ucrania se está perfilando, aunque lentamente, como favorable a los planes rusos. El Presidente Zelenski ha reconocido que Rusia tiene ya en su poder la quinta parte de su territorio en el sudeste ucraniano y por primera vez ha manifestado que diariamente está perdiendo entre 60 a 100 soldados ucranios. Clama por armas pero ellas, en cantidad y calidad, tardan en llegar. Puede que la guerra de desgaste se prolongue por varias semanas e incluso meses, pero ese desgaste, en las actuales circunstancias parece mayor para Ucrania que para Rusia.
Asimismo, como se ha mencionado, los aliados que apoyan a Ucrania manifiestan cierta debilidad o reticencia en sus convicciones, aunque en diferentes graduaciones.
Europa parece a primera vista la más reacia a jugarse enteramente por la situación en Ucrania, temerosa por varias cuestiones, sean ellas problemas con la energía, problemas económicos a raíz de las sanciones a Rusia y, aunque sea poco entendible, los temores a que una “Rusia humillada” por la pérdida de la guerra, sea un disparador de una alocada decisión de su Presidente Putin, como ha trascendido en filas francesas.
Por su parte, la OTAN, en declaraciones del jueves 2 de mayo último de su Secretario General, Jens Stoltenberg, se ha mostrado dubitativa sobre hasta donde debe llegar el apoyo armamentístico a Ucrania, y ha manifestado también que sería beneficioso que el conflicto se dirima en la mesa de negociaciones, sin mensurar que esa situación, en las actuales circunstancias de debilidad ucrania en el terreno bélico, sería condenarla a aceptar todas las imposiciones que le presente el país agresor. No obstante agregó, como para suavizar, que esa decisión de todos modos solo le pertenece a Ucrania.
Gran Bretaña, el segundo mejor apoyo que tiene Ucrania luego de EE.UU., continúa brindando armamento ofensivo a Ucrania y, principalmente, entrenando en su territorio a miembros de las fuerzas armadas ucranias para el rápido conocimiento de su maneja de éstas y otras armas recibidas de Occidente.
EE.UU. ha sido el principal apoyo de Ucrania, como ya se dijera. Desafortunadamente para Ucrania, las matanzas de niños y adultos en varios hechos ocurridos en el territorio americano, han hecho que el principal foco de atención del Presidente Biden ya no sea la guerra en el Este europeo ni tampoco, como efecto colateral pero íntimamente ligado, la preocupación manifiesta sobre las acciones de China en el Asia Pacífico, sobremanera en Taiwán, eventual espejo asiático para Biden de lo que ocurre en Ucrania. Las elecciones de medio término de noviembre tampoco permiten avizorar cual seguirá siendo el grado de compromiso e importancia que le dé la sociedad estadounidense a una guerra que se sitúa a nueve mil km de distancia de su territorio.
Por último, el desgaste puede producirse también en el cansancio o acostumbramiento que produzca el conflicto en los medios de información y por lo tanto en su impacto en la opinión pública occidental. Pasados el primer estupor por una guerra en Europa y luego el azoramiento y horror por las matanzas indiscriminadas en Bucha, Mariupol, y otras ciudades ucranias, las noticias que llegan del este europeo han ido disminuyendo en importancia e intensidad hasta con hechos triviales como el juicio de Johnny Depp y Amber Heard o la bofetada de Will Smith, en la premiación de los Oscar.
Si ello verdaderamente es así, el presidente bielorruso Lukashenko habrá tenido razón cuando por los primeros días del conflicto, estimó que “a los cuatro o seis meses nadie se acordará y/o preocupará por la ‘operación militar especial’ rusa”. Lamentablemente, parece tener razón, con lo cual estaría demostrando que Rusia y su satélite aliado, estudian, conocen y decodifican mucho mejor a Occidente de lo que Occidente lo hace con ellos.