Guerra en Ucrania: balances, perspectivas y proyecciones a un año de la invasión
El 24 de febrero se cumple un año de la cruel e injusta invasión de Rusia a Ucrania. Como se dijera, el esperado “paseo militar” de la poderosa Rusia no ocurrió y no está tampoco por ocurrir. Por el contrario, si bien el cruel sufrimiento infligido a civiles ucranianos desarmados ha sido enorme, el costo en vidas de los militares rusos ha sido también enorme, en el medio del desprecio mostrado por Putin por su propia gente, los cuales son utilizados como “carne de cañón” sin importar para nada sus destinos.
Medios imparciales de Noruega estiman que las fuerzas armadas rusas han perdido entre 185 mil y 200 mil hombres, entre muertos y heridos, durante este año de conflicto. Por su parte, en las fuerzas armadas ucranianas las pérdidas de combatientes se estima en 100 mil entre muertos y heridos, aunque en otras mediciones también privadas e imparciales, esas cifras llegan a 150 mil vidas perdidas o gravemente heridas.
Además y aun más importante, la pérdida de poblaciones civiles ucranias, cruel y aviesamente bombardeadas por los rusos, ha sido el signo más visible y terrorífico del accionar indiscriminados de esta guerra, criminal por donde se la mire. Las cifras más conservadoras estiman en 65 mil civiles muertos o heridos en esos bombardeos, entre ellos unos 8500 niños. Asimismo, se estima que unos 16 mil niños ucranios han sido secuestrados o separados de sus familias y llevados a Rusia para su “reeducación” (rusa, obviamente). Asimismo, fuentes occidentales inobjetables ya han documentado 65 mil crímenes de guerra o de lesa humanidad.
No puede dejar de mencionarse la cantidad de desplazados y refugiados ucranios a países vecinos o internamente en un número aproximado a unos doce millones de personas sobre una población total de cuarenta y cuatro millones. La buena y conmovedora noticia es que de esos doce millones de desplazados, han regresado a Ucrania entre dos y cuatro millones, muchos de ellos también hombres que regresan para ponerse a disposición de sus fuerzas armadas para luchar por la tierra patria invadida. Se sabe incluso de familias ucranianas que regresan luego de muchos años de vivir en el exterior, de las cuales los hombres de esas familias retornan para ponerse a las órdenes de los mandos militares ucranios. Patriotismo en su más pura expresión.
La guerra, si bien actualmente estancada por los rigores del crudo invierno, pareciera estar en una fase de “rearme de posiciones” por parte de ambos contendientes a la espera de la llegada de la primavera boreal. Rusia ha apelado a la gran leva de conscriptos que efectuó en el ultimo trimestre del año anterior y fuentes occidentales estiman que el 97% de todas sus fuerzas armadas ya están en terreno ucraniano. En cuanto a Ucrania, espera y desespera por la llegada de armamento más avanzado que le permita sortear con éxito la ofensiva rusa que se estima se está por desatar e incluso poder llevar a cabo una fuerte contra ofensiva que le de acceso a seguir liberando ciudades y territorios de las cuatro regiones ilegal y unilateralmente anexionadas por Rusia.
En estos días se produjo la histórica visita a Kyiv del Presidente de EEUU, Joe Biden. El Presidente estadounidense reafirmó en la visita el compromiso inalterable de EEUU y la OTAN de permanecer al lado de Ucrania de manera que ésta pueda ganar esta artificiosa guerra unilateral (unilateral, porque Ucrania solo se defiende de la invasión rusa a sus territorios internacionalmente reconocidos).
El martes último, Putin se dirigió a su país en un evento con motivo de la declaración anual del “Estado de la Nación”. En esa ocasión, repitió una vez más los falaces argumentos esgrimidos desde hace un año: “Ucrania no existe como país, es una invención”, “Ucrania está gobernada por autoridades nazis”, “Rusia salió en defensa de las agresiones ucranias a los habitantes prorrusos de Donbas” (cabe resaltar que el Donbas, no solo Crimea, ya había sido invadido por Rusia en 2014), “Rusia intenta recuperar las históricas tierras rusas”. Respecto de esto último, ya he mencionado cual fue el orígen de Ucrania en el siglo IX (el Rus de Kiev) y cual el de Rusia, cuatro siglos después. En síntesis, que la “madre patria” rusa no es Rusia sino que siempre ha sido Ucrania, razón por la cual la historia no puede venir a ser ahora artificiosamente tergiversada.
Putin agregó un nuevo argumento para “vender” a sus colegas rusos, entre autoridades, referentes, y opinión pública rusa en general: “Occidente lanzó la invasión a Ucrania porque fue Occidente la que ha tratado y sigue tratando de “estrangular” a la “pobre y pacifica” Rusia de siempre. Y Ucrania no es más que un títere, pro nazi eso sí, de esa avanzada occidental agresiva.
Los argumentos esgrimidos muestran que Putin ha sido puesto a la defensiva y su narrativa cada vez necesita de mayor “creatividad” para convencer a propios y extraños, pero sobre todo a los “propios”. Valga una triste anécdota para ratificar tan ignominioso dislate.
A las madres y familias de los soldaditos rusos muertos en gran cantidad durante esta invasión, Putin les ha destinado como “compensación” por esas muertes, automotores de fabricación rusa a los padres, y tapados de piel de Marta Cibelina a las madres. Esto no está documentado por medios ucranianos u occidentales, sino por propios medios rusos de propaganda gubernamental. Que el lector saque sus propias conclusiones sobre la moral de los actuales gobernantes rusos.
Sea como fuere, en este mar de crueldad, cinismo e hipocresía, la “guerra de Putin” ha tenido un estrépito que no se circunscribe solamente a los dos países directamente involucrados o a los vecinos más cercanos, sino que impactan de manera más o menos directa en todos los países y regiones mundiales.
Porque al mismo tiempo de este conflicto, varios otros importantes actores internacionales de mayor o menor peso relativo en el concierto de las naciones, han comenzado a escalar pretensiones que hasta allí parecían estar relativamente adormecidas.
A este nuevo estado de cosas, se lo puede emparentar no tanto como una nueva “Guerra Fría” sino como una nueva “Paz Armada”, como la que sufrió Europa durante los años 1871 a 2014, cuando su finalización se produce con el inicio de la Primera Guerra Mundial. En este caso, esta nueva “paz armada” no es tan solo europea sino global o mundial, porque sus actores son globales o mundiales.
Las principales características de la Paz Armada europea fueron las siguientes:
- Inversión de capital para la elaboración y compra de armamentos (tanto Rusia como Occidente se están viendo enfrentados a una meteórica carrera para la producción de nuevos armamentos en reemplazo de los rápidamente consumidos durante este año);
- Incremento de poder en las potencias de los estados (Rusia, China, Irán, Turquía, son claros ejemplos de ello);
- Se basaba en la siguiente ley: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”;
- Unión de naciones por acuerdos territoriales (hasta ahora esta característica no aplica a la nueva “paz armada” global)
- Los conflictos eran por nacionalismos o coloniales. (Si bien el colonialismo prácticamente ha desaparecido o fenecido, hay un claro resurgir de nacionalismos cada vez mas evidente y respecto de Ucrania -también de Georgia y Moldavia- tambien se aplica la visión “colonialista” de la ex URSS);
- Los grandes imperios lideraban (ahora también, pero ese liderazgo era multipolar europeo y ahora parece estar en la búsqueda de un multipolarismo global o mundial, porque una gran cantidad de actores en todo el planeta están particularmente activos para emerger como líderes por lo menos de su región donde actúan;
- Proceso de industrialización (No aplica. El mundo está en una fase muy superadora de esa industrialización, por razones obvias. No obstante, hoy la lucha es por quien maneja mejor las nuevas Tecnologías Informáticas o incluso quien emerge como el líder en Inteligencia Artificial);
- Da inicio a la Gran Primera Guerra (imposible saber hacia donde podría derivar el actual estado de cosas, pero el peligro de una nueva Gran Guerra existe);
- Desestabilización del equilibrio en el poder europeo (ahora el desequilibrio está vigente en el poder mundial existente que hizo saltar por los aires el status quo anterior a febrero de 2022);
- El Nacionalismo obtiene mayor poder en función del imperialismo (por lo menos, eso es lo que ha pregonado Rusia a quien algunos otros países, más o menos amigos, miran con cierto embelesamiento, porque consideran que copiando esos métodos espurios rusos, quizás los lleve a recobrar algunos sentimientos nostálgicos de “grandeur” pasados y nunca hasta aquí vueltos a recuperar).
Todas estas disquisiciones, que para algunos análisis podrían parecer meramente teóricas, en el terreno de los hechos se demuestran que están plenamente vigentes. Por ello, el mundo se prepara, cada vez con más temor, a que esa nueva Paz Armada Global esté cada vez más vigente. Para colmo de males, a todas esas características enunciadas anteriormente, hay que agregarle un elemento absolutamente primordial que a fines del siglo XIX afortunadamente para la humanidad se carecía: el poder nuclear que detentan hoy día tan solo ocho países del planeta, con solo dos -pero que son los que están principalmente enfrentados, EEUU y Rusia- detentando el noventa por ciento de ese poder nuclear mundial. El tercero -China- está muy lejos de esos dos, pero en las últimas décadas ha incrementado rápida y notablemente su arsenal nuclear acortando distancias pero con el agravante de haber ayudado también a su vecino e imprevisible Corea del Norte para que también lo incremente rápidamente.
Por todas estas razones, es mucho lo que se juega en el conflicto ucraniano. No tan solo Ucrania, no tan solo Rusia, no tan solo EEUU, la OTAN, Europa o China. De lo que termine prevaleciendo en esta guerra, que ya no es regional pero sí global -porque sus efectos se sienten en todo el planeta ya sea de manera directa o indirecta- es como se perfilará o reperfilará el orden internacional en los próximos treinta o cincuenta años.
También es mucho lo que se juega en esta suerte de disputa entre el Norte Global y el Sur Global.
Las palabras “Sur Global” son un nuevo eufemismo para referirse a aquellos países a los que setenta años atrás se los denominaba “países en desarrollo”; desde inicios de los 90 comenzó a llamárselos “países emergentes”; y desde hace cinco o diez años se los denomina “sur global”. La idea es buscar una narrativa, relato o fraseo que no los “estigmatice” utilizando palabras que no denoten o denuncien el estado de pobreza o menor desarrollo relativo que poseen.
El ejemplo más concreto de un país del Sur Global lo representa India. Poco después de que Rusia invadiera un estado soberano vecino, el gobierno del primer ministro Narendra Modi adoptó una política de estudiada neutralidad. Cuando India se abstuvo en la primera votación de la ONU exigiendo el fin de la ofensiva rusa -y mantuvo la pauta en sucesivas votaciones- los medios de comunicación indios se alinearon en gran medida con la postura oficial. Cómo? Prestándole atención a los temas internos mucho más que a lo que se le prestaba a este conflicto.
Mientras tanto, India al igual que China, fueron los recipiendarios más directos del conflicto energético aumentando las importaciones de gas ruso a precios increíblemente menores y hasta incluso en muchos casos siendo ellos los que imponían el precio a abonar. Ambos, India y China, saben que con eso ayudan a Rusia a solventar esta cruel e injusta guerra que lleva a cabo en tierras ucranias. Pero intereses son intereses.
Lo mismo, pero con otras características, niveles y circunstancias, acontece en los países de América Latina, incluida Argentina. La América Latina que alguna vez fue parte muy importante de Occidente cada vez lo es menos. Por ende, esa pertenencia, lenta pero persistentemente se diluye cada vez más. Eso se puede ver claramente analizando las posturas que tomaron la inmensa mayoría de países de la región en las votaciones sobre la “guerra de Putin” y hasta incluso en temas de derechos humanos, donde algunos países importantes -por suerte no fue el caso de Argentina, valga decirlo, aunque nuestro país no estuvo exento de dudas y ambigüedades- votaron a favor de Rusia (Venezuela, Cuba, Nicaragua) o se abstuvieron (por caso, México y Brasil).
Para el conflicto en sí, estas posiciones de los países de América Latina no son para nada determinantes, señal del poco peso relativo mundial que hemos sabido conseguir, pero cuando llegue el tiempo de la reconstrucción de Ucrania -que mas temprano que tarde llegará- esos antecedentes sí van a pesar y mucho, y cuando ello ocurra y puedan devenir complicaciones “tarde será para lamentos”.
Dejando atrás estas cuestiones geopolíticas y volviendo a la invasión en sí, la guerra unilateral rusa en Ucrania entra en su segundo año sin claros síntomas sobre cuál podría ser su final. Como señalara al principio de esta columna, desde septiembre la guerra está prácticamente detenida o estancada a la espera de mejores circunstancias (meteorológicas, de reaprovisionamiento de armas y de nuevos soldados, etc.).
Imaginar como continuará este segundo año implica tener que analizar una serie de circunstancias, algunas de ellas hasta sociológicas. El desgaste de los contendientes, incluido el mental, ha sido muy grande. En las tropas rusas quizás sea mayor porque muchos soldados jóvenes no tienen para nada claro de porque están luchando ahí y los que integran el grupo Wagner, muchos de ellos reclutados de las cárceles rusas o mercenarios pagos, también miran con horror las cada vez más ingentes bajas diarias, lo que lleva a que los lideres de este grupo paramilitar comandado por Prigoshin estén fuertemente enfrentados con las autoridades del ejército regular ruso, poniendo como excusa que las municiones no llegan en tiempo y forma.
En este terreno de las municiones también se juega mucho de lo que pueda ocurrir en este segundo año. Por el lado ruso, las pérdidas de equipos militares destruidos por los ucranios unido a los que claramente quedaron desactualizados por vetustos armatostes de la era soviética, ha hecho que no se sepa cual es la real “capacidad de fuego” que le queda a Rusia para enfrentar este segundo año de lucha. No por nada, Rusia debió apelar a los drones iraníes para bombardear las ciudades ucranias y no por nada existen conversaciones con China para que envíe material bélico letal, tal como lo ha denunciado EEUU. La visita del Canciller chino Wang Yi a Rusia de esta semana y la propuesta de “afianzar lazos” puede implicar un sutil intento de desandar ese camino. No por nada, en el medio privado ucraniano Kyiv Independent, China, junto a Bielorrusia, Irán, Corea del Norte, Siria, India y Myanmar, es considerado aliado de Rusia y no un país neutral como pregonan los líderes chinos.
Ucrania también tiene sus problemas con las municiones y armamentos. El grado de utilización, desgaste o pérdida de ellos ha sido superior al nivel de reposición que proviene por parte de Occidente. También está en duda la velocidad de entrenamiento de nuevos reclutas en reemplazo de la ingente cantidad de muertos y heridos en las filas ucranias. La cantidad de habitantes de uno y otro país juega en contra de Ucrania en una proporción de 3 a 1, aunque Ucrania cuenta con una determinación y patriotismo a toda prueba contra las ya manifestadas dudas que persisten, e incluso aumentan, en las fuerzas armadas rusas, y eso juega como un contundente elemento favorable a Ucrania.
En función de ese supuesto “empate” en el terreno bélico, las especulaciones sobre hacia donde puede derivar el conflicto no paran de crecer. El papel nuclear de Rusia no está fuera de esas especulaciones. Tan es así, que ese temor al poderío nuclear ruso hace que algunos analistas presionen para que se produzcan conversaciones de paz aunque no importe que las mismas sean producto de esa extorsión que practica Rusia desde el 24 de febrero del 2022. Parecieran no tomar en cuenta, incluso, que Rusia con esa invasión, que en realidad es un incremento de la ya perpetrada en 2014, ha hecho tabla rasa con todas y cada una de las normas del Derecho Internacional que con tanto esfuerzo y trabajo el mundo construyó a partir de Yalta 1945.
Tampoco parecieran tener en consideración la historia de expansionismo imperial permanente de Rusia, cuasi legítima en siglos anteriores, porque todos los grandes actores, sobre todo europeos, estaban en la misma sintonía pero que, ya transitando la tercera década del siglo XXI, dicho accionar es absolutamente despreciable y oponible.
Menos aun tienen en cuenta que, así como Putin no piensa en detener la invasión a la espera de tiempos mejores para ello, Ucrania, sus lideres y su pueblo, tampoco piensan en renunciar a la lucha por sus territorios e incluso cada vez están más convencidos y firmes en que la guerra finalizará cuando la invasión a todos sus territorios, incluida Crimea, culmine porque los mismos ya estarán de nuevo en las manos de sus legítimos poseedores, que no es otro que la misma Ucrania.
Todo esto lo sabe EEUU, Europa, la OTAN y Occidente todo, tanto sus líderes como sus pueblos. La apuesta de Putin a que Ucrania y Occidente se fatigara con las consecuencias de la guerra en sus vidas privadas pareciera hasta aquí no funcionar.
Como “botón de muestra” basta con ver las mediciones y encuestas de opinión llevadas a cabo por la OSCE a los habitantes en los territorios ocupados desde el 2014 en el Donbas -incluidos los ucranianos ruso parlantes- donde el nivel de aceptación y simpatía a Rusia pasó de ser del 69% en 2016 a 32% en 2021. Seguramente si hubieran encuestas desde febrero 2022, serían mucho mas lapidarias respecto de la cada vez menor empatía hacia Rusia.
¿Cuál es la razón de esa baja de las simpatías prorrusas? Pues que Rusia ha sido siempre un conquistador o colonizador feroz y el Donbas del 2014 no ha sido la excepción. Las conclusiones de esto valen por si mismas, solo sería necesario que el nuevo Zar ruso en algún momento las tenga en cuenta y entonces la resolución de este absurdo pero muy cruento conflicto sería mucho más fácil.