Guapos de WhatsApp
Traigo una noticia de último momento: el mundo no es un grupo de WhatsApp. Un estudio científico ha demostrado de manera irrefutable que nada cambia en la realidad por mucho que una persona o un número de personas se quejen, pataleen, difamen, calumnien, injurien, amenacen u opinen en un grupo de WhatsApp o en varios grupos de WhatsApp simultáneamente.
Según la medulosa investigación, medios de mayor alcance, como Twitter o Facebook, sí puede catalizar acciones que efectivamente podrían llegar a modificar la realidad (por ejemplo, sirven para organizar manifestaciones públicas sin aparato partidario). Pero el trabajo ha podido replicar en pruebas de laboratorio que por mucho tiempo que pase uno tirado en el sofá despotricando contra todo, desde el Big Bang para acá, estas emisiones vitriólicas y recargadas de indignación no alteran en absoluto un cierto estado de cosas.
Por supuesto, tal estudio científico no existe; sabrán excusar la ironía de los párrafos precedentes. Pero tampoco hace falta. Mensajeros y redes sociales están muy bien y cumplen una función nueva y poderosa. Pero a veces corremos el riesgo de confundir el desahogo de la rabieta con el coraje de actuar. No son lo mismo. Nunca lo fueron.