Guadalupe Nogués: “La pandemia claramente fue un problema salvaje”
La investigadora asegura que, por su enorme complejidad (múltiples actores, dimensiones e intereses afectados), la crisis provocada por el coronavirus exige un esfuerzo de aprendizaje por parte de la humanidad, tanto para lidiar con sus consecuencias como para afrontar próximas catástrofes globales
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Guadalupe Nogués (48) tiene un doctorado en Ciencias Biológicas por la UBA con orientación en biología molecular. Pero desde hace más de una década trabaja en educación, comunicación y popularización de la ciencia. Su interés es explorar el puente entre las evidencias científicas y la toma de decisiones. Es autora del libro Pensar con otros (2018) www.pensarconotros.com y oradora de una charla TEDx “Cómo hablar con otros que piensan distinto”.
En su último libro, Entender un elefante, reflexiona acerca de la pandemia como un ejemplo de los problemas “salvajes”, llamados así por su alto grado de complejidad. Apoyándose en la fábula hindú sobre los 6 ciegos que intentan infructuosamente comprender cómo es un elefante tocando sus distintas partes (trompa, colmillos, orejas, patas, cuerpo…), Nogués intenta demostrar que lo que sabemos de la realidad es limitado e imperfecto y, a su vez, está teñido por nuestras miradas.
Aceptar el desafío de comprender esta realidad compleja y desconocida es el reto -complejo a su vez- que ella propone para afrontar la próxima catástrofe global, que tarde o temprano llegará, y a la que podremos responder mejor si lo aprendido en ésta nos da la posibilidad de estar más preparados
Aceptar el desafío de comprender esta realidad compleja y desconocida es el reto -complejo a su vez- que ella propone para afrontar la próxima catástrofe global, que tarde o temprano llegará, y a la que podremos responder mejor si lo aprendido en ésta nos da la posibilidad de estar más preparados.
-¿Por qué la pandemia es un problema “salvaje”?
-Estamos acostumbrados a los problemas domesticados, que empiezan y terminan, donde vemos con claridad cómo resolverlos porque se comportan como un hilo de dos puntas. Pero hay otro tipo de problemas que son salvajes porque no entendemos dónde empiezan, dónde terminan y qué se supone que tenemos que hacer para abordarlos. Los problemas salvajes no son lineales: participan numerosos ejes interconectados y tienen un fuerte componente social. Se parecen más a una tela de araña que a un hilo, porque cada punto que tocamos cambia otro punto que no estamos tocando, y tenemos que tener cuidado de que no nos pase como a la mosca que, cuanto más se esfuerza por salir, más queda atrapada.
-¿Un problema salvaje entonces no tiene solución?
-Más que aspirar a soluciones definitivas podemos contenerlos, apuntar a mejoras progresivas, a esperar avances y retrocesos. La pandemia claramente fue un problema salvaje: múltiples dimensiones (salud, economía, educación), múltiples dependencias intertemporales (¿hoy o los efectos futuros?), múltiples actores sociales con intereses contrapuestos (¿optimizamos la respuesta para los jóvenes o para los viejos?). Un desafío.
-¿Cuáles son las consecuencias pandémicas más difíciles de afrontar?
-Todavía es difícil de evaluar. Seguramente veremos por muchos años efectos perjudiciales en los niños: al no poder asistir a la escuela de manera presencial hubo retrocesos en aprendizajes, lo que es muy probable que redunde en una mayor dificultad para conseguir empleo y salir de la pobreza, algo que afectó a su vez y desproporcionadamente a los niños más pobres.
-¿Nos enseñó algo nuevo atravesar una situación que nos involucró como una sola humanidad?
-Para responder deberíamos esperar la próxima pandemia. Pero a medida que se aleja el miedo, me da la impresión de que nos alejamos también de aprender las lecciones, lecciones costosas que serían más costosas de no aprenderlas. Por eso escribí el libro, para tratar de extraer una primera versión de esos aprendizajes, abrir la discusión, e intentar mejorar.
-¿Por qué se asegura que habrá una nueva pandemia?
-Que habrá en algún momento una nueva pandemia en sentido literal es un hecho fácil de inferir porque los patógenos siguen evolucionando. Pero lo que más me preocupa es una pandemia metafórica: cualquier problema salvaje que nos afecte a nivel global. Luego de una inundación, todos los gobiernos compran botes. Y no necesariamente es la mejor idea, porque la próxima tal vez sea otra cosa. Es inútil enfocarnos ahora en mecanismos concretos porque no sabemos cómo será. Lo razonable es construir mecanismos (físicos y sociales) para responder a problemas de esta complejidad.
-La pandemia, ¿fue responsabilidad de alguien?
-Es una tradición humana echar culpas. En esta pandemia también hubo versiones conspiranoicas (el virus lo creó China, Soros o la CIA), espiritistas (es la respuesta de la naturaleza por H o por B) o políticas (lo difunden los turistas que vienen del extranjero o los pobres que no se cuidan). Es una tontería. La única responsabilidad nuestra es cómo respondemos a la pandemia.
-¿Qué se hizo bien y qué mal?
-Es difícil aún de evaluar, pero hay cosas que claramente se hicieron mal: convertirla en una disputa nacionalista (el virus chino, la vacuna rusa) o política (la idea de liderazgos paternalistas e infalibles dificultó muchísmo cambiar de dirección cuando se iba consiguiendo nueva evidencia). Intentar definir un problema salvaje como domesticado, mediante consignas simplistas y erróneas -como la falsa dicotomía entre salud y economía- también fue un error. Por otro lado, hubo una respuesta global contundente, desde compartir información científica hasta fabricar y distribuir vacunas.
-En el libro se enumeran 7 herramientas para abordar este tipo de problemas: saber, medir, ser adaptables, tener resiliencia, comunicar, colaborar, ser transparentes. ¿Es posible pensar en su aplicación, en el consenso, en las conversaciones colaborativas?
-No estoy particularmente interesada en el consenso, pero sí en las conversaciones colaborativas. El consenso puede ser apenas el resultado de quien logra imponerle algo a los demás. Las conversaciones, en cambio, son una manera de aprender para todos los que participan, aun si no se logra un consenso, y permiten que a la larga se arribe a consensos estables. Si no aprovechamos para aprender y actuar, la próxima nos va a encontrar tan lejos del problema como ésta.
-¿Por qué y para quiénes fue escrito Entender un elefante?
-No se me ocurre cómo decirlo mejor que con la frase de Paul Valéry con la que abro el libro: “Si les preocupa lo que quise decir, respondo que no quise decir, sino que quise hacer, y esa intención de hacer fue la que quiso lo que dije.” No es una discusión académica. El propósito del libro es cambiar el mundo. No sé si tendré éxito, pero busco llegar particularmente a los decisores y que las ideas les sirvan como insumo para actuar. Y también quiero hablar con todos, porque como sociedad somos parte del asunto. Si queremos entender un elefante necesitaremos más y mejor conocimiento, procesos más eficientes, flexibles y auditables, y muchísima colaboración. No es fácil, pero no hay nada más importante.