Gravar los envases descartables
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no sabe qué hacer con la basura que debe recoger diariamente, entre otras cosas, porque los vaciaderos del Ceamse se han colmado, pero también, porque no puede cumplir con los compromisos contraídos en la ley de “basura cero”. Como informó LA NACION recientemente, la ciudad produce actualmente 6760 toneladas diarias de basura. Ahogado por esta marea incontrolable que solo crece, ha avanzado en una ley para la incineración de residuos a gran escala que acaba de ser aprobada, todo ello a un costo que inevitablemente recaerá sobre los contribuyentes. El Gobierno de la Ciudad invierte grandes sumas no solo en la recolección de los residuos, también en el reciclaje de una parte de ellos y en diversas acciones para enterrar la enorme cantidad de basura que diariamente recibe la ciudad.
Nadie sabe responder a la pregunta ¿cómo deshacerse de la basura? Pregunta a la que sigue otra: ¿cuánto cuesta deshacerse de ella?
Pero esas son las preguntas equivocadas. Dos de cada tres camiones que recogen basura, recogen envases y otros descartables. Allí está escondida la razón de su continuo crecimiento: el mayor costo de un envase descartable no es su fabricación, sino recogerlo de la basura y reciclarlo. Al hacerlo gratuitamente, la ciudad está subvencionando a los fabricantes de descartables y desalentando a quienes ofrecen envases retornables.
En la legislación europea más avanzada eso no ocurre, las ciudades alemanas no aceptan envases descartables. La responsabilidad de reciclarlos recae en su fabricante. Eso quiere decir que el fabricante debe recoger los envases usados de los hogares y reciclarlos a su costa, por lo que ese costo se ha visto obligado a sumarlo al precio de venta. ¿Cuál es la consecuencia? La mayoría de los envases que se usan en esas ciudades son de vidrio (más saludables) y retornables, porque son más baratos para el consumidor. Los productos en envases descartables, principalmente las bebidas, se usan poco, en situaciones donde son realmente necesarios, porque son mucho más caros.
Antes de invertir grandes cantidades de dinero público en plantas incineradoras, la ciudad debería poner un impuesto a los fabricantes de envases descartables, y hacer pagar el costo de la basura a quien la fabrica, no a los contribuyentes.
La basura debe combatirse en su origen, antes del momento de su disposición final, momento en que ya es un pasivo ambiental para la ciudad. No solo es más racional y apropiado para cuidar el medio ambiente, sino también es más barato y más justo para el bolsillo del vecino, quien en última instancia paga con sus impuestos la irracionalidad del proceso.
La Ciudad no puede seguir estimulando la producción de basura y al mismo tiempo lamentarse de que no puede cumplir con la ley de basura cero. La usina incineradora sería solo un paliativo de esta enfermedad.
Urbanista, profesor en la Universidad de Palermo, miembro de la Academia Argentina de Ciencias Ambientales