Grandes tesoros que se pierden
Los argentinos hemos perdido en este annus horribilis dos tesoros que podrían haber sido nuestros. Desde la década de 1940, hay en la Argentina una creciente falta de interés por la cultura, acompañada por una decadencia persistente en el alcance y la calidad de la educación, con un intervalo de renacimiento universitario entre 1955 y 1966 y dos momentos de aceleración en la caída: de 1966 a 1983 y de 1989 hasta hoy. A pesar de la falta de recursos, la calidad universitaria y de investigación es digna, pero está limitada. El principal motivo de la caída educativa fue el magro presupuesto y el auge en los gobiernos de dirigencias violentas, ineptas y tan corruptas como demagógicas. El deterioro y la desidia no han impedido la existencia de pequeñas élites intelectuales y profesionales de nivel internacional, que aprovecharon los restos de la tradición sarmientina y la Reforma Universitaria de 1918, pero buscan emigrar.
Empiezo por el primer tesoro: el archivo del arquitecto argentino Amancio Williams (1913-1989), cuyas obras y proyectos se encuentran entre los más interesantes del siglo XX. En febrero de este año, los hijos de Amancio y Delfina Gálvez Bunge, encabezados por el menor de ellos, Claudio, donaron el Archivo Amancio Wiliams al Canadian Center for Architecture (CCA), con sede en Montreal.
La donación está integrada por 7000 planos, 7500 negativos y diapositivas, fotografías impresas, seis maquetas, una gran cantidad de láminas realizadas por el arquitecto y 5000 cartas. Entre los corresponsables de Williams están Le Corbusier, Walter Gropius, Ferdinand Léger, Pier Luigi Nervi, Oscar Niemeyer, Fernando Belaunde Terry, Ignacio Pirovano y Roberto Burle Marx.
En el conjunto, hay fotografías tomadas por grandes artistas: Horacio Coppola, Grete Stern y Ricardo Aranovich; películas sobre Williams filmadas por cineastas como Manuel Antín; además de una producción de la Universidad de Belgrano con Antonio Carrizo como entrevistador; y noticieros de Sucesos Argentinos. La Casa sobre el Arroyo, de Mar del Plata, considerada una de las mejores casas del siglo XX, es quizá la obra con más documentación del Archivo.
Cuando los hijos de Amancio Williams hicieron la donación señalaron la importancia que tuvo la colaboración de la madre, la arquitecta Delfina Gálvez Bunge, en los trabajos de Amancio. Ella lo ayudaba sobre todo en los interiores y los jardines. Durante muchos años, los descendientes de Williams trataron, como el padre hubiera querido, que ese material quedara en la Argentina. Llamaron a todas las puertas, pero sin resultados satisfactorios. Dice Claudio Williams: "No existe en la Argentina ninguna institución equiparable al CCA en infraestructura, presupuesto y profesionalismo. Desprendernos de todo esto que tan bien hemos conocido y cuidado tiene un costo afectivo muy grande".
Casi con las mismas palabras, hace pocos días, en una entrevista realizada por Pablo Gianera para este diario, el escritor Alberto Manguel, exdirector de la Biblioteca Nacional, comentaba porqué no había donado su ya famosa biblioteca de 40.000 volúmenes al Estado argentino. La acaba de donar a la ciudad de Lisboa. Las razones eran falta de infraestructura, de presupuesto para contratar a los muy buenos profesionales argentinos, para asignarle a la biblioteca un espacio adecuado y para mantenerla en actividad. Lisboa le ofreció condiciones casi inmejorables: la biblioteca tendrá como sede el palacio del marqués de Pombo y será un centro para el estudio de la historia de la lectura, que dirigirá el escritor.
Por motivos semejantes, se perdió en 1995 la extraordinaria colección de arte del argentino Georges Bemberg, que hoy forma parte de la Fondation Bemberg, de Toulouse. Esas obras se pueden admirar en el Hôtel d' Assezas, una de las construcciones renacentistas más hermosas de aquella ciudad. Es curioso cómo la Argentina recibió y recibe millones de inmigrantes, pero termina por expulsar a sus descendientes.