Gran Buenos Aires, un modelo para armar
Problemas como el transporte, el déficit habitacional, la basura, la salud y el desarrollo económico reclaman un esfuerzo coordinado de las múltiples jurisdicciones que integran la región metropolitana, hoy sin políticas globales
¿Puede el municipio de Florencio Varela resolver per se sus problemas de empleo?; ¿puede el gobierno de la ciudad de Buenos Aires coordinar el transporte urbano, cuando la movilidad está dominada por enormes flujos de autos, ferrocarriles y colectivos que traspasan varios municipios?; ¿cuántos de los partidos del Gran Buenos Aires tienen resuelto el problema de la basura dentro de su radio jurisdiccional?; ¿el asentamiento en el parque Indoamericano es un problema de la ciudad de Buenos Aires o este tipo de ocupaciones está a la orden del día en toda el área metropolitana y requiere un enfoque global?; ¿cómo se concibe el desarrollo económico, el empleo y el equilibrio social en una región donde conviven los mayores bolsones de pobreza con la mayor ostentación de riqueza del país, y lo mejor y lo peor de la educación argentina?
El Gran Buenos Aires es una unidad compleja donde vive más de la tercera parte de la población y de los votantes del país. Sin embargo, la forma en que se gestiona el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) parece una receta para asegurar que la complejidad se convierta en caos. No existen criterios globales, ni coordinación, ni planificación alguna para el uso del suelo, los problemas habitacionales, el transporte, la basura, el desarrollo económico, la seguridad, los servicios de salud y educación y la atención de los problemas sociales.
El AMBA necesita cambiar la forma en que se gobiernan los asuntos comunes. Estamos en las vísperas de un recambio político, un momento oportuno para imaginar una mejor gestión de esa complejidad.
Tracemos primero un breve diagnóstico del actual estado de cosas. Hoy esa complejidad se gestiona con una lógica simple que puede sintetizarse en lo siguiente:
1. Cada municipio hace lo que puede, con una diversidad variopinta de virtud y de corrupción. Pero siempre con la preocupación clásica de los políticos de preservar el poder, lo que significa preservar votos y conseguir recursos.
2. El gobierno provincial hace poco y nada porque no tiene recursos. Por otra parte, no podría concebir nada integral porque la ciudad de Buenos Aires es autónoma.
3. El gobierno nacional distribuye recursos con el objetivo de fidelizar intendentes: la tercera parte del electorado constituye una presa demasiado importante como para permitir que los municipios tengan autonomía. Este criterio determina que los municipios peor administrados son más propensos a la sumisión, para compensar, con recursos nacionales, la mala administración.
4. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como no depende de los recursos del gobierno nacional, cree ser "realmente" autónoma y su inevitable forma de "hacer lo que puede" es pretender dar la espalda a los problemas globales de la región. Pretensión vana: en los hospitales de la ciudad se atienden más pacientes del conurbano que porteños y crece la matrícula de chicos que viajan hasta escuelas de la Capital.
En el caos no falta un anecdotario de lo patético, como el de un municipio que "resuelve" el problema de los asentamientos a punta de pistola y con topadoras, "tirando" a los pobladores al municipio vecino, con una metodología similar a la de la basura. O el de predios destinados a parques industriales "tomados" por "okupas" y convertidos en villas de emergencia, mientras en zonas habitadas las industrias siguen produciendo efluentes tóxicos. Eso en una región donde el equivalente a la superficie de dos ciudades de Buenos Aires es ocupada por barrios cerrados y countries en los que los fines de semana viven apenas 300.000 personas. Y donde un viaje a un municipio vecino puede ser más difícil y largo que trasladarse a la Capital.
Para superar esta forma de gestionar una región tan compleja, proponemos los siguientes conceptos y criterios, que en verdad constituyen un modelo para armar.
1. Hablar de complejidad supone reconocer la interconexión de los problemas y de los sistemas involucrados. En comunidades pequeñas, el desarrollo urbano depende, en buena medida, del desarrollo económico: una nueva empresa productiva en una ciudad chica "produce" desarrollo de la ciudad y es relativamente sencillo ordenar el impacto urbano de la nueva actividad económica. En megaciudades, a menudo la relación es inversa: el desarrollo urbano "produce" desarrollo económico y empleo; un ámbito con espacios verdes, sin polución ambiental, buenos servicios comunitarios, parques industriales separados del espacio urbano, transporte público de calidad, seguridad, salud, buenas escuelas y universidades, y una activa vida cultural es un atractor de empresas y de oportunidades de trabajo.
2. El AMBA necesita una agencia para el planeamiento y la gestión de aquellas políticas y proyectos que trascienden el nivel de cada municipio.
3. El diseño institucional de una agencia para el AMBA debe hacer coincidir los intereses de largo plazo de los ciudadanos que viven en la región con los intereses -inevitablemente de corto plazo- de la dirigencia política, sea nacional, provincial o municipal
4. En la agencia del AMBA deben estar presentes todos los municipios de la región y los gobiernos de la Nación, la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires. Es la forma de respetar la organización federal de la República y asegurar su legitimidad democrática junto con la coordinación interjurisdiccional. Las máximas autoridades de las unidades políticas mencionadas pueden conformar un consejo del AMBA.
5. De ese colectivo de representantes políticos debe emanar un directorio ejecutivo más pequeño y operativo.
6. El principal brazo ejecutor podría ser un estamento técnico, seleccionado a través de concursos públicos, encargado de la planificación y la gestión de los proyectos que afectan al conjunto del AMBA.
7. Habrá que desarrollar formas de gestión que aseguren que la población del AMBA tenga pleno acceso a la información, y participe y controle el planeamiento y la selección de proyectos de la región.
8. Nada de esto podría funcionar si, en paralelo, no se crea una estructura financiera, un banco del AMBA, con fondos nacionales y de organismos multilaterales, con normas que aseguren el control del uso de los recursos y la publicidad de los actos de toda la organización.
9. Una organización de este calibre debería contar con un comité de asesoramiento técnico con la participación de las universidades de la región. Éstas deben realizar tareas de investigación y docencia en relación con los temas sociales, económicos, institucionales y de servicios de la región. Y, sobre todo, evaluar el impacto de las inversiones y de las políticas que ponga en marcha la agencia del AMBA.
En este "modelo para armar" debe haber debate; seguramente faltan piezas. Posiblemente lo relevante del marco institucional a construir es que debería romper con los criterios clientelares con que actualmente se gestiona (o no se gestiona) el AMBA y poner en primer lugar la planificación de largo plazo, la independencia en la gestión, la participación de expertos, la riqueza de la información y la negociación abierta y el debate democrático en la concepción y ejecución de las políticas públicas.
Visto desde el caos actual de la región metropolitana, el "modelo para armar" parece una labor imposible. Pero la renovación democrática abre opciones y da sentido a la reflexión.
Como decía Wittgenstein: "Lo que es pensable es también posible".