GPS presidencial: recalculando
Si se analizan los hechos y los dichos del presidente de la Nación desde que asumió el cargo, es fácil advertir que tiene un profundo desdén por el sistema republicano de gobierno, caracterizado por la existencia de diferentes órganos, a cada uno de los cuáles la Constitución nacional les asigna ciertas y determinadas potestades. Pareciera considerar que los contrapesos que, desde la ley fundamental, el funcionamiento institucional propone para limitar el poder que ejercen los primeros mandatarios constituyen una suerte de obstáculo que se interpone entre él y sus objetivos.
En efecto, la saga de desplantes e improperios presidenciales se inició el pasado 10 de diciembre, en el minuto uno de la asunción: si bien allí Milei juró ante la Asamblea Legislativa, evitó dirigirse a ella en su discurso inaugural, y prefirió leerlo en las escalinatas del Congreso, pero de espaldas a él, hablándole directamente a la gente.
A los pocos días, el primer mandatario dictó un decreto de necesidad y urgencia, atribuyéndose una enorme cantidad de potestades legislativas, sabiendo que, al enviarlo al Congreso para su aprobación, y por imperio de la ley que reglamenta el ejercicio de facultades legislativas por parte del presidente, los legisladores están obligados a aceptar o rechazar en conjunto.
Prácticamente en forma paralela, convocó al Congreso a sesiones extraordinarias para el tratamiento de un proyecto de ley “ómnibus”, en el que también se abordaron cuestiones de la más diversa índole (casi setecientos artículos y seis anexos), para que el Congreso los apruebe en el exiguo plazo de un mes.
De pronto, entre el decreto de necesidad y urgencia, y el proyecto de ley referidos, los legisladores se encontraron con que tenían que analizar, debatir y votar más de mil artículos vinculados a cuestiones de las más variadas disciplinas jurídicas, políticas e institucionales. La intención del Presidente no fue que esas cuestiones fueran debatidas por las cámaras, sino que el Congreso las aprobara sin vacilar, por considerar, probablemente, que ahí estaría la razón universal revelada por las “fuerzas del cielo”.
Como ello constituyó una subestimación de la labor legislativa, constitucionalmente consagrada para funcionar como contrapeso del poder presidencial, la estrategia fracasó con respecto a la “ley ómnibus”, y actualmente está peligrando la continuidad del “megadecreto” de necesidad y urgencia, que en un futuro no muy lejano podría ser rechazado por ambas cámaras del Parlamento. Ello generó la ira del primer mandatario, que calificó al Congreso de un “nido de ratas”, y a los legisladores de “traidores”. Al mismo tiempo, continuó despotricando contra “la casta” y se enfrentó con los gobernadores.
No transcurrieron aún tres meses desde que se inició el nuevo período presidencial, y aunque el Presidente no lo haya reconocido en forma explícita, evidentemente entendió, al menos por ahora, que el país no es una pista de autitos chocadores, y que la estrategia de la confrontación no lo conduce a buen puerto. Es así, entonces, que decidió escuchar a su GPS, recalcular, retroceder en el tiempo y pronunciar, en la pasada inauguración de las sesiones ordinarias, el discurso que debió leer cuando juró. El hecho de que haya convocado a un “pacto” fundacional, invitando allí a los gobernadores y a miembros de “la casta” a la que tanto desprecia, es un claro reconocimiento, aunque no manifestado, de que ha revisado su estrategia.
Milei ha reproducido en su discurso del 1º de marzo las medidas que había volcado previamente en el DNU Nº 70/23 y en la denominada “Ley de bases”, las que, en su gran mayoría, merecen una decidida aprobación. Lo que vienen fallando son los métodos abruptos, intimidantes, intempestivos y dudosamente republicanos, que le hicieron perder noventa eternos días.
Si detrás del vehemente discurso en el Congreso el Presidente esconde un cambio de estrategia política y personal, el futuro se verá claramente despejado, las perspectivas recuperarán optimismo, y al ya célebre grito de “¡viva la libertad, carajo!” se le agregará el deseo de que también vivan la templanza, la prudencia y la institucionalidad republicana.ß