Gobernar en un mundo complejo
El pensador vasco Daniel Innerarity es autor de una prolífica obra dedicada a estudiar la política en el siglo XXI. En su libro Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI, sostiene: “Nuestros sistemas políticos no están siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes para oponerse a quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora”. Agrega que “la política no tiene que enfrentarse a los problemas del siglo XIX o del XX, sino a los del XXI”. En este sentido, el núcleo teórico y práctico del populismo consiste en una simplificación colosal de la compleja realidad de nuestra sociedad global y tecnológica y en proponer su abordaje con recetas simplistas.
La primera frase de su libro define esta posición: “La principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad”. Que se resume en la frase de Henry H. Mencken: “Para cada problema complejo existe una respuesta clara, simple y equivocada”.
En consecuencia, Innerarity plantea: “Se requiere otra forma de pensar la democracia y otro modo de gobernar si es que sigue teniendo sentido aspirar a que la democracia sea compatible con la realidad compleja de nuestras sociedades”. Ante la ausencia de esa teoría, cabe preguntarse cómo enfrentarán los desafíos de una sociedad compleja los líderes democráticos. No existe una respuesta clara pero sí una norma prudencial: “Entender la lógica de los asuntos complejos no asegura que seamos capaces de gobernarlos, pero podemos adivinar que sin una teoría adecuada a su complejidad cometeremos muchos errores prácticos”. Porque en la vereda de enfrente de los líderes reformistas siempre estarán al acecho los populistas, verdaderos verdugos de la democracia.
Hace casi dos siglos Tocqueville lo definía con su habitual lucidez: “Una idea falsa, pero clara y precisa, tendrá más poder en el mundo que una idea verdadera y compleja”. Este es el drama que persigue a los argentinos desde hace décadas: pretendemos resolver cuestiones complejas con recetas simplistas y demagógicas, alejadas de la verdad y de las políticas que han traído prosperidad a Occidente.
Innerarity aporta otro concepto fundamental que aqueja a las democracias complejas: “El principal problema de los sistemas políticos no es que tengan demasiado poder, sino que tienen demasiado poco, y se convierten así en algo demasiado vulnerable frente a las fuerzas sociales que solo persiguen sus intereses a corto plazo”. Un concepto similar se aplica al Estado: un Estado hipertrofiado y amorfo tiene escaso poder de transformación.
Cabe preguntarse entonces, ¿cómo un líder político deberá impulsar el cambio, en beneficio de toda la población, de estructuras usufructuadas por grupos de presión durante décadas? ¿A qué herramientas políticas deberá apelar para lograr un cambio perdurable? Innerarity propone una democracia de negociación que no sea “el reino de los votos ni el reino de los vetos” y “que equilibra discusión y decisión, negociación y resolución, acuerdo y disenso”. Pero advierte: “Qué cantidad debe haber de lo uno y lo otro para que no haya ni bloqueos ni imposiciones es algo que depende de los asuntos que estén en juego y del momento histórico en que una sociedad se encuentre”.
En el caso argentino, el líder político está obligado a decirle la verdad a una sociedad que exige cambiar de raíz un régimen que la ha empobrecido y a anticiparle que existe un futuro mejor, pero que las soluciones simplistas no existen. Cambio y esperanza. Verdad y esfuerzo.ß