Gobernabilidad 2.0, una fórmula para llegar a diciembre de 2023
La derrota del gobierno en las PASO abre interrogantes sobre la gobernabilidad del país, teniendo en cuenta que faltan más de dos años para el recambio presidencial. En el caso de repetirse el resultado en las elecciones legislativas de noviembre próximo estaremos ante un panorama inédito: un Presidente que perdió credibilidad, con su fuente de poder delegado deteriorada por la caída de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires, y su partido, el peronismo, sin liderazgo y en retroceso territorial. Enfrente, la crisis, que exigirá de un gobierno debilitado y exhausto un plan político y económico para llegar a diciembre de 2023. La inmensidad de este desafío obliga a pensar fórmulas que faciliten la gobernabilidad en un contexto de fuerte competencia entre el gobierno y la oposición, y por lo tanto de escasez de incentivos y recursos para lograr acuerdos. Presentamos a continuación una propuesta.
Primero tenemos que focalizarnos en las dos coaliciones competitivas, porque explican mejor las decisiones del gobierno y la oposición y la posibilidad de llegar a acuerdos.
Respecto de la oposición, la novedad es que se ha mantenido unida y competitiva desde su salida del gobierno en 2019, a pesar de las tensiones que provocaron la definición de las candidaturas y las diferencias entre los principales dirigentes dentro de los partidos mayores que la componen, el PRO y la UCR. El incentivo de no romper se origina en el convencimiento de que en 2023 podrá desalojar del poder a un kirchnerismo jaqueado por los malos resultados de la gestión. La reciente derrota electoral del oficialismo acentuó esa motivación.
Enfrente, la dinámica del oficialismo está limitada por la confrontación y la falta de definiciones del gobierno debido al inédito desdoblamiento entre la que tiene el poder y el que maneja los recursos de la administración, Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Es a todas luces una crisis de liderazgo, que impidió la definición de un rumbo y paralizó la acción.
El resultado adverso de las PASO para el oficialismo ha tenido como única respuesta una débil redefinición de su coalición. No queda claro hacia dónde se movió el poder, tampoco quién gobierna ni con qué plan, si hay alguno. La propuesta se reduce a un cambio de escenografía y a una serie de anuncios de resultado incierto que profundizan la irresponsabilidad fiscal del gobierno.
De este mapa surge el interrogante de cómo el gobierno encarará los dos largos años de su segunda etapa. Salta a la vista que lo que tiene resultará insuficiente. Además, es posible que en la elección de noviembre pierda diputados y senadores. Con este complejo panorama la coalición oficialista deberá ensayar fórmulas novedosas para poder gobernar.
Gobernabilidad 2.0 es una fórmula por la cual el gobierno y la oposición nucleada en Juntos por el Cambio deciden acordar para los dos años por venir una agenda acotada que facilite la transición, que será aprobada en el Congreso y respetada por las partes; una práctica inédita entre nosotros. Ambos tienen incentivos para hacerlo: el gobierno, porque quiere moderar los efectos de la crisis con la esperanza de recuperarse y poder reelegir; la oposición, porque sabe que una aceleración de los acontecimientos puede dejarle una situación mucho más grave cuando asuma el poder. Ambos bandos ganan sin alterar el statu quo ni poner en riesgo la posibilidad de competir en las elecciones. No se trata de un cogobierno ni de una coalición ampliada por la cual una parte de la oposición integra el gabinete para garantizar los acuerdos.
Algunos gobernadores e intendentes peronistas y los dirigentes del oficialismo que están más alejados de la dominación kirchnerista, por un lado, y por el otro las cabezas de la oposición con responsabilidad de gobierno y los principales candidatos, podrían tener mayores incentivos para acordar una agenda de gobernabilidad de temas medulares como el presupuesto y la ley financiera, la distribución de los recursos federales, el acuerdo con el FMI, las líneas rectoras de la política exterior y las reglas electorales, que de este modo quedarían al margen de la diatriba y la competencia electoral. El conglomerado de dirigentes kirchneristas tendría incentivos contrarios para sumarse a esta fórmula.
Esta propuesta, que no tiene antecedentes en los períodos de democracia plena en nuestro país, desafía los límites de la política argentina. Choca, además, con la extendida opinión en contra de los acuerdos políticos, considerados por nuestra limitada cultura cívica como pactos espurios, negociaciones de cúpulas, golpes de palacio y contubernio. A pesar de ello, la fórmula de la gobernabilidad 2.0 puede facilitar la estabilidad y la moderación en un paisaje dominado por el stress político, la crisis económica y el vacío de poder, al reducir los altos niveles de confrontación y preservar espacios y temas para la negociación y el acuerdo, lo que no es poco.
Politólogo