Glauce Baldovin, un hito entre el ayer y el mañana
Sigue siendo una escritora secreta, pero enormemente influyente en las letras cordobesas; a poco del comienzo del Festival Internacional de Poesía en esa provincia, recobramos su figura y un fragmento de sus obras
"Mi sola culpa –escribió Glauce Baldovin– es la rebeldía ante una sociedad piramidal, cuadriculada, que no acepta en su rebaño oveja descarriada." Baldovin hizo de esa rebeldía un canto de resistencia activa por la libertad y la memoria. Nació en Río Cuarto, provincia de Córdoba, en 1928. En 1972 Baldovin había ganado el prestigioso premio Casa de las Américas por su libro La militancia. Cuando iba a viajar a Cuba para recibir el premio, la policía allanó su casa y la detuvo; ese antecedente hizo que le fuera negado el certificado de buena conducta necesario para salir del país. En esos años, ella militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Baldovin padeció los años de dictadura que ensombrecieron la Argentina desde 1976. En ese año dejó de tener noticias de su hijo, que cumplía el servicio militar. "No estoy de acuerdo con la palabra desaparecido. Mi hijo no desapareció: lo secuestraron y fueron los militares", decía. Años después, Claudio, su otro hijo, enfermó gravemente. "Estuvo seis meses internado. Lo exoneraron de la universidad y tuvo que irse de Córdoba, pero no pudo seguir estudiando. Tampoco pudo abandonar el país porque no teníamos dinero. Entonces fue cuando me quebré. En el 81 me arrojé a la pileta del alcohol. Y digo me arrojé porque nunca había probado una gota", contó en una entrevista con Alejandro Mareco. Falleció en 1995.
Alejada de los artificios
Su obra poética representó un salto cualitativo en la poesía cordobesa. A los registros sensitivos, eruditos o domésticos, Baldovin sumó una potencia existencial dominada por el impulso de cambio y la atención al contexto, además de incorporar células narrativas a sus poemas. "Alejada de artificios, su poesía recorre líneas precisas por al menos dos carriles fundamentales: un discurso en el que predomina una narración de fuerte y equilibrado tono emotivo de montaje y construcción de la subjetividad. Y el de un cuerpo que transparenta apelaciones de carácter social. Los recursos utilizados por la poetisa riocuartense fueron de extrema sencillez. Pocos como ella lograron, con cierta economía, una expresión honda, cabal, con riqueza significativa y ajena tanto a la autocomplacencia como a innecesarios desbordes", escribió Julio Castellanos.
Consultada por Ideas, la poeta cordobesa Eugenia Cabral comenta: "Glauce Baldovin es un nombre crucial en la poesía de Córdoba. Deliberada y literalmente crucial. A comienzos de los años 70, eligió abandonar el realismo socialista, vigente desde aquellos años 50 de su juventud, y ubicarse próxima al denominado surrealismo argentino y también a corrientes americanistas, como el neobarroco y el realismo mágico, sin traicionar su devota lectura de Saint-John Perse. Así, atravesó el cruce desde haber sido madre y militante hacia ser madre de secuestrado, no de desaparecido, concepto que ella negaba. Y este nuevo cambio debió asumirlo durante la transición desde la dictadura militar hacia el Estado de derecho, aunque soñando todavía con la transformación socialista. De ese lado la esperaba la soledad y lo sabía; el dolor y lo sabía. En particular, su poesía nos alentó a todas las mujeres cercanas a Glauce a reconocernos en una nueva posición. Consciente, ante todo. Paciente y empecinada en hablar cara a cara con nuestros fantasmas. Glauce marcó ese hito entre el ayer y el mañana".
Pese a que su obra es aún poco conocida, Baldovin publicó varios libros en sellos de su provincia: Poemas (1987), Libro de los poetas (1991), Libro del amor (1991), Con los gatos, el silencio (1994), entre otros. Luego de su muerte se publicaron Poemas crueles (1996), Yo, Seclaud (1999), El rostro en la mano (2009) y Poesía inédita reunida en 2011.
A propósito del comienzo, mañana, del Festival Internacional de Poesía de Córdoba, recuperamos su figura y su obra.
I
Lucía.
Con mi nombre hay una flor azul que llora
y su lágrima
larga y pesada
me cae en las manos.
Lucía.
Con mi nombre hay una canción napolitana
hay santas heroínas aldeas;
pero Lucía Bertello solo soy yo.
Con el pañuelo negro siempre a la cabeza
con todo lo callado
con todo lo sufrido
con el hijo muerto con el marido muerto
con el pan escaso
Amarga, amarga.
(De Poemas)
El miedo
Lo conozco.
Escorpión dorado
hongo venenoso
brebaje emponzoñado.
Me lo dieron de beber una tarde de agosto
en taza verde con filigrana de plata.
Dosificado al principio
enmascarado con almendras y jalea de durazno
mezclado con poemas en inglés
"It's many and many years ago in a country
by the sea..."
Lo conozco.
Lentamente me lo hicieron beber porque yo amaba
por entonces
las palabras.
Escorpión dorado.
Nadie sabe que si enciendo fuego a mi alrededor
me clavarás la cola justo en el centro del corazón
y moriremos los dos
tan juntos como hemos vivido.
(De Poemas crueles)
Aún no sé cómo llegó a pesar de todos los años transcurridos.
Se sentó frente a mí.
Yo tejía una bufanda con agujas de metal blanco
o de un gris casi blando
y me pidió que siguiera tejiendo.
Quería ver cómo movía las manos.
Nunca le pregunté por temor quizá a la respuesta
o porque estando con ella era tanto lo que teníamos que hablar
tan sugestivo el silencio,
que ese detalle el por qué, el cómo
perdía importancia.
Lo único que recuerdo
y que se repite a diario
entre esfumado
entre nebuloso
es que las anémonas violetas que llenaban la jarra de plata
se marchitaron de pronto
y los pétalos blanquecinos lilas de ceniza
cayeron a la mesa
al suelo.
Se levantó el velo
que le cubría el rostro
y sus ojos azules, negro de tan azules,
se clavaron en mis ojos.
Nunca más hablamos de ello
pero cuando me dijo
después de haber recorrido toda la casa
de haberse detenido en los rincones, en las colchas, en los espejos
"Yo soy tu soledad"
nos abrazamos entre llorando y riendo
nos acariciamos la cabeza
y fue el momento más tierno del que tengo memoria.
(Del Libro de la soledad)
Vuelvo temprano.
Ella me aguarda leyendo el destino en las hojas de té
bordando paneles con pájaros rosados.
A veces calla
y espera que sea yo quien hable de las últimas lluvias
de la revolución que avanza.
A veces habla.
Como una bruja que dice que hice en el día
en la noche
y por qué lo hice
A veces callamos las dos
descorremos las cortinas
y miramos en el horizonte no sé si el pasado o el futuro.
(De Libro de la soledad)
Yo Seclaud I
Soy Seclaud
la de dos cabezas y cinco corazones
la que reparte el pan de la alegría
y se somete a los presagios y las maldiciones.
Nada podrá contra mí gallina
de plumas encrespadas
que llora como mujer parturienta
ni los perros que aúllan a la luna.
Él vendrá con la vara de nardos cuajada de abalorios
a inaugurar nuevas conmemoraciones
porque he tallado azules sus ojos en el granito
y he amasado con hierbas olorosas su corazón.
Nadie podrá dañarme.
Resbalarán en mí los conjuros como en el cuerpo de
Las serpientes acuáticas.
Yo, Seclaud, desde la ribera de las cenizas
Y los ungüentos aceitosos
De las cacerolas y los espejos
Veo partir las naves hacia nuevas conquistas.
¡Adelante, viajeros que llevan en los mascarones de proa el mensaje último de los filósofos
la sabiduría de los científicos
los poemas que nos perpetúan!
Yo quedaré cuidando la tierra
los ángeles de manos callosas
las mermeladas.
(De Yo, Seclaud)