La cultura y el arte de EE.UU., un inesperado espejo para los jóvenes iraníes
En el marco de un tibio renacimiento de la escena cultural, las películas, el teatro, los libros y algunos productos norteamericanos, muchos vía Internet, dan voz a nuevas inquietudes en Irán
Teherán. El fútbol y el nacionalismo suelen llevarse bien, una relación que se exacerba en los mundiales. Los partidos son a veces metáforas de conflictos reales, como la victoria de Argentina sobre Inglaterra en la Copa de 1986. A la vez que una fiesta, el campo de juego puede ser analogía de disputas mayores, y también lo es para Irán. El Mundial que comienza dentro de once días en Brasil tendrá para Irán doble significado, gracias al jugador norteamericano de origen iraní Steven Beitashour.
Convocado por el seleccionado iraní, Beitashour, de padre asirio-iraní cristiano y madre persa musulmana, resume en su biografía la pluralidad demográfica de Irán y encarna el papel ambiguo y, a la vez, simbólico, de representar el enlace y la brecha entre dos países enemistados. Nacido en San José, California, donde su padre trabajaba como ingeniero en Apple, le puede tocar jugar contra su país de nacimiento, defendiendo los colores de su patria de origen, cuyas diferencias son mucho mayores que un partido de fútbol, y se remontan a la revolución islámica y la crisis de los rehenes, con la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán en 1979, que originó la ruptura de relaciones que se mantiene hasta ahora y se ha agravado con la política nuclear del gobierno iraní.
Irán es una nación en la que las artes entrañan tanta pasión como el fútbol. Es tan común ver hombres congregados frente a pantallas de televisores para seguir un partido de fútbol como ver mujeres reunidas en torno a una mesa de café, con la cabeza gacha sobre un libro, leyendo poesía en silencio o entre susurros.
Atizada por el atractivo de lo prohibido, la profunda curiosidad intelectual de los iraníes por Estados Unidos es insaciable y desborda los márgenes de lo permitido, con copias piratas de producciones de Hollywood y literatura no autorizada. En comercios y cafés de Teherán es posible ver recuerdos y objetos icónicos estadounidenses, desde modelos a escala de autos clásicos como el Ford Mustang hasta tazas de Starbucks, la cadena estadounidense de café que, al igual que otras empresas occidentales, no tiene presencia en el país debido a las sanciones comerciales.
La fascinación de jóvenes iraníes por la música norteamericana recientemente estuvo en las noticias mundiales, tras el breve arresto de seis jóvenes por haber subido a Facebook un videoclip en el que están bailando con la canción "Happy", del rapero estadounidense Pharrell Williams. En el videoclip, jóvenes hombres y mujeres -maquilladas y con las cabezas descubiertas- bailan en la terraza y el departamento de un edificio residencial en Teherán. "¡La gente está contenta! ¡Mira y comparte nuestra alegría!", había escrito en inglés Reihane Taravati, una de las jóvenes que actúan en el video, en su página de Facebook.
Tras el arresto por "conducta obscena", ordenado por el jefe de la policía de Teherán, Hossein Sajedinia, incluso el presidente iraní, Hassan Rouhani, en su cuenta de Twitter, que usa asiduamente, dijo: "La felicidad es el derecho de nuestro pueblo. No deberíamos ser demasiado severos con conductas causadas por la alegría".
"Es sólo la política..."
Internet ha acelerado el acercamiento de los iraníes con Estados Unidos. Si bien muchas páginas populares están prohibidas o bloqueadas en Irán, casi todo usuario local de la red recurre a servidores proxy para eludir las restricciones. Según la agencia de noticias IRNA, Rouhani recientemente dijo: "Deberíamos ver Internet como una oportunidad. Tenemos que reconocer el derecho de nuestros ciudadanos a conectarse a la Red. ¿Por qué temblamos tanto? ¿Por qué nos hemos acurrucado en un rincón, con un escudo y espada de madera, temiendo que nos alcance una bala en esta guerra cultural?", en aparente alusión a los sectores conservadores opuestos a mayores libertades.
Incluso en la embajada estadounidense en Teherán, hoy convertida en museo, el guía, quien se niega a dar su nombre, de 29 años, muestra el despliegue de murales que celebran la toma de 51 rehenes y representan a Estados Unidos como el "Gran Satán" con la mesura profesional con que un experto contempla antigüedades. "Nosotros queremos al pueblo estadounidense, incluso apoyamos el movimiento Occupy Wall Street", dijo, en referencia al movimiento de protesta estadounidense que se desencadenó tras la crisis financiera en 2011. "Es sólo la política?", agregó, sin entrar en detalles. Se entusiasmó cuando mostró una compilación de documentos destruidos por el personal diplomático estadounidense y que los estudiantes que ocuparon la embajada habían logrado recomponer. "¡Es como mostraron en Argo!", exclamó, en referencia a la película de Hollywood de 2012, protagonizada por Ben Affleck, sobre la fuga de Irán de cinco diplomáticos estadounidenses que habían logrado escapar cuando la embajada de Estados Unidos fue ocupada y se habían refugiado en la residencia del embajador canadiense en Teherán.
Si bien no hay datos oficiales, las conversaciones con jóvenes iraníes parecen corroborar la impresión de que son voraces consumidores de películas occidentales, principalmente estadounidenses. "Los iraníes miramos muchísimo películas norteamericanas", dijo una estudiante universitaria de Teherán. "Todos los estudiantes tenemos un disco rígido externo de 512 megas cargado de películas? intercambiamos films y datos todo el tiempo."
Esta estudiante, que prefirió conservar el anonimato, dijo que parte de la razón de su pasión por la música y las películas estadounidenses es por la alternativa que le ofrecen respecto de la producción local, si bien reconoce su admiración por cineastas iraníes como Abbas Kiarostami. "Pero no tenemos un Al Pacino y sí, los estadounidenses tienen mejor música, mejores letras", dijo.
En un taller literario al que asiste, esta universitaria lee Ernest Hemingway, John Steinbeck y J.D. Salinger. "La literatura persa es poderosa, pero sobre todo en poesía clásica. Para literatura moderna tenemos que leer Hemingway, Scott Fitzgerald, García Márquez", dijo. El taller literario está a cargo del escritor Alireza Mahmoudi Iranmehr, cuya colección de cuentos que escribió en inglés, Pink cloud, fue publicada en 2013 tras un año de impedimentos.
Si bien aún no son pocas las limitaciones, bajo la presidencia de Rouhani hay un renacimiento de la escena cultural del país, con un ámbito público acogedor para expresiones artísticas que eluden las restricciones del Estado islámico y de las sanciones comerciales de Estados Unidos contra Irán.
En un musical de Teherán, Los últimos días de Esfand, sobre una psiquiatra iraní y un atribulado delincuente juvenil a quien ella trata, uno de los protagonista canta "Dance with me", de la banda estadounidense de soft rock Orleans, en una obra impensable en Irán hace apenas unos años por su tema, porque en ella hay una mujer cantante y porque hasta no hace tanto incluso las producciones musicales estaban prohibidas. La puesta incluye despliegues de imágenes de Elvis Presley, Ray Charles, Frank Sinatra, Simon and Garfunkel y Neil Diamond.
De los 60 a hoy
"Aun cuando estamos aislados somos parte del mundo", dijo Bahram Tashakor, director y protagonista de la puesta en escena en Teherán de otra obra teatral del otro lado del Atlántico, The Star Spangled Girl, una comedia del dramaturgo estadounidense Neil Simon, nacido de padres judíos en el barrio neoyorquino del Bronx en 1927. "Si levantan las sanciones de nuestros hombros, tendremos la oportunidad de interactuar apropiadamente con el mundo", agregó el reconocido actor.
Con una abundancia de iconografía estadounidense de la época, incluidos los retratos de Marilyn Monroe por Andy Warhol, la obra se desarrolló en un escenario presidido por los retratos del líder de la revolución islámica, ayatollah Ruhollah Khomeini, y el líder supremo del país, ayatollah Ali Khamenei. El público, mayormente mujeres con las cabezas cubiertas por chadores de varios colores, además del tradicional negro, celebró con frecuentes carcajadas los desencuentros entre los periodistas liberales radicales, Andy y Norman, quienes publican la revista Fallout en el San Francisco de la década de 1960, y el triángulo amoroso que comienza cuando Sophie, una bella sureña de convicción conservadora, llega a su edificio.
"Hay muchas semejanzas entre los Estados Unidos de la década de 1960, cuando liberales y conservadores estaban enfrentados, y el Irán de hoy", dijo Tashakor, sentado en las escalinatas fuera del camarín poco antes de salir al escenario, mientras el público colmaba la sala en el elegante distrito norte de la capital iraní. "Entonces, como en Irán hoy, hay un sector de la sociedad que no tolera el disenso y las críticas."
La identificación con productos estadounidenses no se limita a las artes. Los jeans Levi's y de otras marcas son la ropa cotidiana de millones de iraníes de todas las edades, como también lo son las zapatillas Nike y ropa de marcas como Gap, Tommy Hilfiger y Banana Republic, que generalmente se importan desde Turquía o Dubai. La lencería femenina estadounidense también tiene su clientela, especialmente de la marca Victoria's Secret. "Hay gente que lo trae de afuera y lo vende en sus casas", dijo otra joven estudiante.
Rouhani, quien sucedió al conservador Mahmoud Ahmadinejad -bajo quien las restricciones a las libertades civiles se intensificaron y la economía sufrió un grave deterioro-, ofrece "la promesa de la esperanza", dijo Tashakor. Yekta Nasser, la actriz que encarnó a Sophie en la obra, coincide, y agrega una diferencia crucial que ve respecto de las mujeres estadounidenses. "Como mujer iraní, me siento mucho más poderosa que ellas", dice Nasser, de 35 años. "Aquí nosotras estamos luchando por nuestros derechos, algo que para las estadounidenses ya ni siquiera era una preocupación en la década de 1960."
La actriz Fatemeh Motamed-Arya ofrece una perspectiva distinta en una entrevista en la sede de la productora donde trabaja en Teherán. Protagonista de Aquí sin mí (2011), Motamed-Arya encarna el papel de una mujer sola que pugna por mantener a su familia en el Irán insostenible de una economía golpeada por las sanciones y una inflación galopante, mientras sueña con conseguir un pretendiente para su hija minusválida. Su hijo sueña con irse del país, en una película que es una adaptación de Zoo de cristal, el drama que lanzó a la fama a Tennessee Williams, ambientado en St. Louis, Missouri, a fines de la década de 1930, en los Estados Unidos sumidos en la Gran Depresión.
Orgullosa de los logros de las mujeres iraníes y el reconocimiento que ha obtenido la cinematografía del país, Motamed-Arya rescata la universalidad de la obra. "Una madre es una madre, como la paz es la paz", dijo la actriz, galardonada por su actuación en la película con el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de Montreal, de 2011. "Cuando leí el guión de Tennessee Williams, traté de conectarme con el personaje como madre", dijo Motamed-Arya, cuyo hijo estudia cine en Nueva York. "No importa de dónde sea una madre; ser madre es algo universal."