Gente brava
"El cepo es sintonía de desequilibrios (...) No venimos a aguantar, sino a tranquilizar la economía"
(De Martín Guzmán, el 13/09.)
Hay que tener un buen equipo, no sumar lastre. Ser precisos en controlar el tiempo, seguir la ruta marcada, no perder de vista al otro y estar bien pertrechado. No hay que actuar al tuntún. ¿Palabras de Alberto Fernández? No, de un instructor de buceo. El Gobierno hace todo lo contrario.
No por nada, la ley de "solidaridad social y reactivación productiva" fue reglamentada el 28 de diciembre, Día de los Inocentes.
Poco antes ya se había suspendido la fórmula de aumento a los jubilados, quienes, en nombre de una curiosa justicia social, empezaron a cobrar menos que lo que hubieran recibido con el cálculo anterior.
Fue apenas el comienzo. Después vinieron, aunque en otro orden, la ley de alquileres (ahora son más caros); la de góndolas (no fomenta la competencia ni evita las distorsiones de precios), y la cuarentena eterna, que no es cuarentena, pero que nos tiene encerrados porque no alcanza la atención sanitaria que se iba a reforzar durante el cautiverio.
Con la no cuarentena vinieron excarcelación de presos y de amigos presos, la fallida expropiación de Vicentin y el embate contra Edesur.
Se produjo la declaración de servicios públicos a la telefonía, internet y la TV prepaga; nacieron los IFE, los ATP y el plan Ahora 12 para corte y baño de crema en la peluquería de Rubén y Miguel; se aprobó la ley de teletrabajo, que no beneficia ni a empleados ni a empresas, y se cajoneó la ley de economía del conocimiento, la única rama de la actividad que crearía decenas de miles de puestos de trabajo y exportaría a lo loco.
Defensa amenazó con fabricar un avión usando plata de la exhausta caja con la que se paga el retiro a los militares y el Congreso dio el puntapié inicial para que en plena mishiadura se creen más de 1700 cargos judiciales con un gasto que supera los 10.000 millones de pesos.
Y es entonces cuando aparece el ministro Martín Guzmán. El domingo pasado le había dicho a LA NACIÓN que el cepo era desequilibrante y que el objetivo del Gobierno era tranquilizar la economía. Dos días después el cepo parió un cepazo.
Todo esto sin que, por ahora, se les mueva un pelo. ¿Por qué por ahora? Porque uno no patea un panal de abejas sin salir picado; no le arranca los lentes a Anteojito sin desatar la furia de Oaky; no le esconde los cosméticos a Cristina sin que le caiga la AFIP, y no compite contra Usain Bolt cuando lo único que corrió en la vida fue la cortina del baño.