General Belgrano: ¿Crimen o accción de combate?
A 23 años de su hundimiento, la Armada insiste en considerar el ataque al crucero argentino como un acto de guerra doloroso, pero legítimo por parte de Gran Bretaña. Aun así, persiste el mito del "crimen de guerra", surgido en las nieblas de la propaganda de 1982
A las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 1982 el submarino británico a propulsión nuclear Conqueror disparó sus torpedos contra el crucero ARA General Belgrano. En apenas 15 minutos, el buque que años atrás había sido emblema de la Armada Argentina comenzó a hundirse, llevándose consigo a 323 de los 1093 marinos a bordo. En ese momento el navío de guerra pasó a la historia. Pero el recuerdo de esa acción en la Guerra de las Malvinas empezó a trastocarse rápidamente. El combate con la Task Force británica había empezado horas antes y en esos momentos nació una versión oficial, tal vez producto de la necesidad de consensuar un sentimiento común ante el conflicto. Se habló entonces de "crimen de guerra" y se forjó un mito que sobrevivió al fin del Proceso y ni siquiera aún, 23 años después, pudo ser mellado por las revelaciones de los protagonistas del hecho.
Pasaron muchos años; quienes vivieron directamente la historia dieron sus versiones. Pero la leyenda del "crimen" del Belgrano sigue viva en el pensamiento colectivo argentino. Lo demuestra la nota escrita por Alicia Pierini, defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, el 25 de abril último: "El buque argentino no sólo estaba alejado de la zona de beligerancia: no navegaba hacia ella y ni siquiera estaba próximo a unidades británicas, por lo que no revestía amenaza ni peligro inminente alguno para el Reino Unido. Torpedearlo fue, lisa y llanamente, un crimen de guerra, por el uso desproporcionado e ilegítimo de la fuerza, violatorio de los derechos de quienes luchaban entonces y del derecho humanitario. ¿Para qué diseñó Gran Bretaña la zona de exclusión, dibujando así los límites del teatro de operaciones, si inmediatamente habría de violarlos?"
Inmediatamente salió a su cruce el almirante (R) Enrique Molina Pico, ex jefe de la Armada, quien por medio de una carta de lectores a LA NACION fijó su posición, común en la fuerza naval, de que el crucero General Belgrano cayó en batalla. Una opinión que el propio comandante del buque aquel 2 de mayo de 1982, el capitán de navío Héctor Bonzo, se preocupa por aclarar desde hace varios años.
El comienzo del mito
El punto de partida de la controversia fue un comunicado de la Cancillería dado a conocer a las 21.45 del 3 de mayo de 1982. En ese mensaje, en plana guerra, se señala que el hundimiento del Belgrano se produjo "en el punto situado a las 55º 24´ de latitud Sur y 61º 32´ de longitud Oeste. Que dicho punto está situado a 36 millas fuera de la zona de exclusión marítima fijada por el gobierno de Gran Bretaña. Que tal ataque constituye un alevoso acto de agresión armada".
Esa historia se impuso a la realidad que marcaba una guerra abierta con Gran Bretaña, pese a que nunca fue formalmente declarada por las partes en hostilidades, y que fue escenario de ataques de uno y otro lado fuera de esa aérea de exclusión, como lo apuntan, entre otros sucesos, los reconocimientos aéreos argentinos y el fuego antiaéreo británico cercano a la isla Ascensión, la operación de ataque a Gilbraltar que quiso llevar adelante un grupo de buzos tácticos y ex Montoneros, y el desembarco en Tierra del Fuego de tropas especiales británicas que procuraban destruir los aviones Super Etendard en Río Grande.
El analista político Rosendo Fraga expone su punto de vista: "La discusión sobre si el ataque británico tuvo lugar dentro de las reglas internacionales que deben respetarse en un conflicto bélico o fuera de ellas, es materia de controversia. Probablemente, resolver el tema será más función de historiadores que de juristas, políticos o diplomáticos. En los próximos meses, será publicado en Gran Bretaña un nuevo libro sobre la Guerra de Malvinas, que por primera vez recogerá los documentos clasificados de este país, que nunca habían sido consultados. Es posible que aparezcan nuevos elementos de juicio sobre la cuestión.
"La realidad -señaló Fraga- es que el sentimiento argentino es que el crucero fue hundido violando las reglas, pero la comunidad internacional no parece haberse hecho cargo del tema, ni compartir mayoritariamente este punto de vista. Para los argentinos, la idea de que el crucero fue hundido en violación de las reglas se mantendrá como una manifestación más del reclamo argentino de soberanía, aunque el mundo no comparta esta opinión y sólo los historiadores puedan dar una opinión más definitiva al respecto."
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"Cada vez que escucho hablar de las víctimas del Belgrano me enfermo. Son héroes y así deben ser recordados", expuso Bonzo a LA NACION en 1997. Escribió un libro en el que cuenta la real historia de ese día. Lo comentó en varias ocasiones con cronistas de este diario: "No me gusta cuando se habla del Belgrano como un crimen de guerra. Si yo hubiese avistado un barco inglés en el momento del repliegue no tenga duda alguna de que hubiésemos atacado. No éramos un blanco inofensivo. El Belgrano tenía 15 cañones de 152 mm, estaba equipado con misiles Exocet?". Los hombres del Belgrano recuerdan el valor de su comandante por haber sido el último en arrojarse al mar, con el buque ya prácticamente bajo las olas.
El lugar del hundimiento quedó fuera de la zona de exclusión dictaminada por Gran Bretaña. Pero dentro del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, que la Junta Mililtar estableció el 7 de abril de 1982 mediante el comunicado Nº 19, donde se lo fija "en las 200 millas marítimas desde la costa del territorio continental y alrededor de las islas Malvinas, Georgias y Sadwinch del Sur". Es más, el Congreso argentino reconoce como veteranos de guerra a todos aquellos que estuvieron dentro de ese teatro de operaciones. Para comandar ese escenario de guerra fue designado el vicealmirante Juan José Lombardo, que en una entrevista publicada por LA NACION el 31 de marzo de 2001 dejó en claro los acontecimientos de esos días.
"Yo di la orden de ataque el 1º de mayo. Cuando una fuerza como la inglesa se expone a desembarcar es el momento clave de peligro y toda la estrategia es para defender a la gente que desembarca. Entonces van a poner a todos sus elementos, incluidos los submarinos, a defender esa posición. Ese era el momento que debíamos aprovechar para hacer algo. No atacar ahí, porque antes que llegáramos nos iban a hundir con los submarinos. Era el momento de pensar en atacar algún transporte, algún buque averiado. Entonces tres grupos de ataque se abren hacia el Oeste para envolver y buscar buques perdidos. Seis horas después mando un nuevo mensaje a Allara (el jefe de la flota de mar): no hay desembarco, serio peligro para sus buques, retírese?"
Bonzo completa el relato en otras de las entrevistas con LA NACION: "El portaaviones 25 de Mayo integraba una formación que iba a ingresar en la zona de Malvinas por el Norte. En tanto, el Belgrano, junto con dos destructores, íbamos a avanzar desde el Sur para conformar un movimiento de pinzas sobre los buques británicos. A las 5 y media de la mañana del 2 de mayo recibo la orden del comandante de operaciones navales de retroceder con rumbo sudoeste y tomar posición de espera. Es en ese momento cuando el buque, con su proa apuntando hacia el continente, es alcanzado por los torpedos del Conqueror".
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Habrá que consignar también la visión británica de los acontecimientos del 2 de mayo. El almirantazgo había descubierto la táctica naval argentina y aconsejó al respecto a Margaret Thatcher en la reunión del gabinete de guerra de ese día. La entonces primera ministra lo recuerda en sus memorias (Los años en Downing Street, Ed. Sudamericana, 1994):
"El almirante Fieldhouse nos contó que uno de nuestros submarinos, el Conqueror, había estado siguiendo al General Belgrano, que estaba escoltado por dos destructores. Se nos advirtió que posiblemente estuviera equipado con misiles antibuques Exocet y se sabía que sus escoltas sí disponían de esos misiles. Todo el grupo navegaba en el borde de la zona de exclusión. Nos había llegado información acerca de las intenciones agresivas de la flota argentina. El día anterior se habían producido intensos ataques aéreos contra nuestros buques, y el almirante Woodward, al mando del destacamento, tenía muchas razones para creer que se estaba desarrollando una ofensiva a gran escala. Nuestro submarino había perdido contacto con el portaaviones 25 de Mayo, que había logrado escapar en dirección Norte. Era muy posible que el Conqueror también perdiera contacto con el grupo del Belgrano. El almirante Woodward había llegado a una conclusión respecto a lo que debía hacer con el Belgrano teniendo en cuenta estas circunstancias. Por toda la información disponible concluyó que el portaaviones y el grupo del Belgrano participaban en un clásico movimiento de tenazas contra nuestro destacamento. Yo tenía en claro lo que hacía falta para proteger a nuestras fuerzas, a la vista de la preocupación del almirante Woodward y los consejos del almirante Fieldhouse. Por lo tanto, decidimos que las fuerzas británicas podrían atacar a cualquier buque argentino con las condiciones acordadas para el portaaviones."
El cambio de reglas de empeñamiento, ordenado el 1º de mayo, significó para la fuerza británica el permiso de atacar a buques de guerra argentinos en cualquier lugar al sur de de los 35º de latitud y al este de los 48º de longitud, con la intención de resguardar las líneas de abastecimiento de la flota británica, que se suponía un blanco redituable para la Armada argentina.
Thatcher, en sus memorias, plantea que sólo se consideró al Belgrano como un blanco militar y que no se hicieron concideraciones políticas en el momento de dar la orden de ataque.
En entrevistas que LA NACION hizo en 2001 con el brigadier general Basilio Lami Dozo, jefe entonces de la Fuerza Aérea e integrante de la Junta Militar, se conoció que, en las horas previas al hundimiento del Belgrano, el presidente Leopoldo Fortunato Galtieri había decidido enviar una misión a Perú para conversar un posible plan de alto el fuego. Luego del ataque al buque se cambió la decisión, para dar tiempo a conseguir una acción militar que equilibrase la balanza de pérdidas. Llegó el 4 de mayo, con el hundimiento del destructor británico Sheffield mediante un misil Exocet lanzado por la aviación naval argentina. Ya no había forma de volver atrás. Y el 2 de mayo pasó a la historia sin una versión única y verdadera.