Gasto público: de eso sí hay que hablar
No recuerdo en la historia contemporánea argentina una huelga de los sindicatos por tener que soportar una elevada carga tributaria. Normalmente las huelgas eran porque los salarios nominales no subían al mismo ritmo o más que la tasa de inflación. En las huelgas del pasado podían incluirse ítems como condiciones laborales, pero en la mayoría de los casos eran reclamos por aumentos de salarios nominales versus inflación. La novedad que ha introducido esta política populista del kirchnerismo es un creciente malestar social en aquellos sectores que trabajan en el sector formal de la economía, incluyendo a empleados bancarios, el que conduce un camión o trabaja manejando un tractor.
Esta situación inédita deja claramente al descubierto que el ajuste realmente existe y el que lo soporta es el sector privado que paga impuestos, en tanto que hay todo otro sector que son unos 2 millones de empleados públicos nuevos que, en rigor, son desocupados que cobran un subsidio por pertenecer a un sector político. Dicho de otra forma, estadísticamente son 2 millones de empleos nuevos que ganan un sueldo, económicamente hablando son 2 millones de desocupados que cobran un subsidio que el Estado hace figurar como sueldo. Esa gente, más los miles y miles que viven de subsidios llamados sociales, no sufren ajustes. Viven a costa de los que producen.
El kirchnerismo ha llevado la situación fiscal a un nivel realmente muy complicado. Por un lado, el gasto público se ha disparado a niveles récord pero sin ofrecerle a la gente nada a cambio a pesar del récord de carga tributaria. El Estado no brinda seguridad, educación o salud. Es decir, si ajustamos la presión impositiva asfixiante por calidad de gasto público, aquella tiende a infinito.
Por supuesto que ningún candidato que pretenda ganar las elecciones va a formular un planteo de estas características, pero actualmente hasta el oficialista Daniel Scioli destroza a la gente con impuestos como el inmobiliario o ingresos brutos. Es de imaginar que si llegara a ser presidente puede intentar replicar a nivel nacional lo que ha hecho a nivel provincial. El problema es que tengo la impresión que la gente que paga impuestos ya está tan agobiada, que está a punto de la rebelión fiscal silenciosa. Paga si puede y si no puede ya se verá.
Si el próximo presidente quiere bajar la tasa de inflación tendrá que lograr disciplina monetaria
Si el próximo presidente quiere bajar la tasa de inflación tendrá que lograr disciplina monetaria. Para tener disciplina monetaria y dejar de emitir al 35% anual como actualmente está ocurriendo, hay que tener disciplina fiscal, y para lograr disciplina fiscal caben tres posibilidades: a) bajar el gasto, b) subir la carga tributaria y c) una combinación de a) y b). Como hoy es descartable la opción b) ya que no queda mucho margen para subir más la presión impositiva, lo que queda es bajar el gasto. Y el gasto puede bajarse de dos maneras: a) en forma eficiente y b) en forma ineficiente.
Bajar el gasto en forma eficiente significa dejar de gastar en rubros que no son función propia del Estado e invitar amablemente a la legión de militantes que hoy cobran suculentos sueldos a buscar trabajo en el sector privado. Es decir, ordenadamente, y bajar el gasto en lo que no hace falta que el Estado gaste.
Bajar el gasto en forma desordenada es no hacer ninguna reforma estructural del Estado eliminando gastos innecesarios y recurrir al trámite de licuar todo el gasto público mediante una llamarada inflacionaria y cambiaria al estilo Eduardo Duhalde. Se sigue teniendo un Estado con funciones que no tiene que tener, es decir un Estado gigantesco e inútil, pero se le paga menos en términos reales a los empleados estatales, a los jubilados, etcétera.
Cuando formulo este planteo, suelen decirme: ¿Y dónde van a ir a trabajar los que se vayan del Estado? Mi pregunta es la misma: ¿Dónde van a ir a trabajar los que hoy viven de cargos públicos innecesarios cuando la economía agonice (no falta mucho) y no genere recursos para pagarle sus sueldos? El final será el mismo. Matarán con impuestos al sector privado que es el que sostiene al Estado y no habrá forma de que cobren sus sueldos.
¿Dónde van a ir a trabajar los que hoy viven de cargos públicos innecesarios cuando la economía agonice?
Soy consciente que este tema es políticamente tabú y de eso no se habla. Pero la realidad es que este nivel de gasto público es infinanciable y destruye al sector productivo de la economía al punto que, como comentaba al comienzo de esta nota, por primera vez en la historia económica argentina los sindicatos han hecho una huelga por los impuestos que tienen que pagar.
Cuando Cristina Fernández dijo que le dejaba al próximo gobierno una economía cómoda para la gente e incómoda para los políticos, lo que estaba diciendo es que les dejaba una bomba de tiempo difícil de desactivar. Sin embargo, si hay un acuerdo político de la oposición puede desactivarse perfectamente esta bomba fiscal sin que estalle.
En síntesis, el desafío que hay por delante es muy grande pero no imposible de resolver. Por primera vez, si se quiere bajar la inflación y aliviar a la gente de la insoportable carga tributaria que padece, habrá que bajar el gasto público.
Si se hace dentro de un plan económico consistente e integral con economistas que tengan trayectoria, prestigio y que generen confianza, más un acuerdo político de gobernabilidad, este destrozo fiscal que deja el kirchnerismo es perfectamente manejable. Eso sí, los que durante todos estos años vivieron a costa del trabajo ajeno por ser militantes tendrán que empezar a buscar trabajo en serio. Sí, tendrán que trabajar porque la vida es dura.