Garibaldi, el héroe de dos mundos
Por Dante Ruscica Para LA NACION
Este es el año de Garibaldi. Se cumplen dos siglos de su nacimiento (Niza, 1807) y en Italia ya hace meses que opera un comité oficial de celebraciones para rendirle homenaje.
Pero no sólo en Italia se aprestan preparativos de homenaje a quien pasó a la historia como héroe de dos mundos, por su protagonismo indiscutible en luchas y acciones en defensa de la libertad, tanto en Italia como en América. En Francia, por ejemplo, las iniciativas en tal sentido han sido ya oficializadas, aunque -claro está- Giuseppe Garibaldi es italiano y no francés. A lo sumo, es su ciudad natal la que cambió, por así decirlo, de nacionalidad: era italiana al nacer Garibaldi y hoy es francesa. Quizá no esté de más, incluso, recordar su fuerte protesta cuando se cedió a Francia el territorio de Niza.
Respecto de las iniciativas que se anunciaron en Francia, en Italia -como era inevitable-, se registró alguna incomodidad, pero sólo formal, puesto que, en definitiva, le queda claro a todo el mundo que, héroe de dos o más mundos, Garibaldi tiene su lugar en la historia muy especialmente como prócer italiano, figura protagónica del largo y sacrificado proceso de independencia y unificación efectivizado en 1861.
Por otra parte, también en la Argentina -como en Uruguay, en Brasil y en tantos otros países, en el curso de este año del bicentenario- será recordada su figura, cuya presencia, especialmente en el Río de la Plata, tiene frondosas referencias históricas, como es sabido. Baste recordar su profunda relación con Bartolomé Mitre y con otros próceres argentinos, a partir de la lucha por la libertad que los mancomunó en determinadas emergencias.
En Buenos Aires, a los pocos años de su muerte -ocurrida en 1882-, se le dedicó a Garibaldi un monumento en Plaza Italia. Se lo considera uno de los símbolos garibaldinos más importantes, entre los numerosos monumentos que, en su honor, se han levantado en el mundo.
Este monumento fue inaugurado por el presidente Julio A. Roca, acompañado por Bartolomé Mitre, en el marco de un acto que reunió a una multitud que incluía a diplomáticos, librepensadores devotos del prócer y más de 50 bandas de música que interpretaron himnos y canciones de la gesta garibaldina.
En la historia patria italiana Giuseppe Garibaldi es figura dominante: héroe popular, padre de la Patria y artífice de la unidad política peninsular. Estaba lejos de Italia cuando en la primavera de 1848 le llegó noticia de que por fin algo serio se vislumbraba en el accidentado camino de la unificación nacional. Y a su patria llegó prestando su brazo, su capacidad de lucha y su enorme influencia personal. Para su compañera del alma, Anita, la joven brasileña con la que se había unido en Brasil, el regreso fue una cita con la muerte: un año después, en 1849, caída la república romana, Garibaldi fue perseguido armas en mano, y en esa lucha perdió a Anita, cerca de la ciudad de Ravenna.
El nombre de Giuseppe Garibaldi debe ligarse siempre con los de Giuseppe Mazzini, el rey Vittorio Emanuele II y el conde Camillo Benso de Cavour, el gran estadista piamontés. A ese panteón pertenece la figura de este guerrero solidario y patriota. Así lo aprenden todos los italianos desde la escuela primaria.
Su vida -tan romántica como la época requería y tan rica en aventuras y sentimientos patrióticos, tan fuertemente arraigada en las tradiciones populares italianas- ha sido narrada en un sinfín de biografías dentro de Italia y fuera de ella, ha inspirado obras y expresiones artísticas de toda dimensión y ha estimulado estudios e investigaciones de expertos en todo el mundo. Las opiniones sobre su actuación no siempre coinciden, pero resultan unánimes sobre algunos rasgos fundamentales de su personalidad y sobre las características más significativas de su proceder: todas destacan su patriotismo, el profundo y manifiesto desinterés personal, su pasión italiana y su afán libertario. Ni en la actividad militar ni en su actuación política -fue senador del Reino- se pudo computar elemento alguno que obrara en contra de su generoso patriotismo. Murió pobre y lejos de luces y honores, en la solitaria isla de Caprera.
También había nacido pobre. Muy joven marinero, Garibaldi se entusiasmó con las ideas y las proclamas patrióticas de Giuseppe Mazzini, y desde entonces estuvo muy vinculado con él y con sus ideales. Y tanto como Mazzini, no hay duda, contribuyó a la causa de la unidad italiana. Se ha dicho que uno fue el brazo y el otro la mente. De hecho, han quedado como las dos figuras emblemáticas de aquel proceso histórico por el cual sufrieron persecuciones, cárcel y exilio durante toda la vida, con fuerte y romántica aceptación. En el caso de Garibaldi, hay que agregarle el papel militar. Este fue relevante en su participación y aun lo llevó a una decisión que lo separó del maestro tan querido: la de aceptar la "necesidad inevitable" de unificar Italia no como república -postulado esencial del ideario de Mazzini- sino a manos de la monarquía, reconociendo los méritos de los Saboya de entonces. Fue un momento triste en la vida de los dos próceres. La ruptura entre ellos resultó insanable. No faltan biógrafos que mencionan esa separación como una de las causas de la muerte de Mazzini, en 1872.
Pero la historia los ha unido para siempre en la memoria de todos, tomando en cuenta su arrojo patriótico y su extraordinaria capacidad de sacrificio personal en aras de la libertad y de la unidad italiana. Son dos figuras inseparables: el nombre de uno convoca automáticamente el recuerdo del otro, a pesar de las diferencias de estilo, carácter y personalidad.
Mazzini fue el pensador, el intelectual altivo, el filósofo profundo, mientras que bien distinto fue siempre el perfil de Garibaldi, hombre de acción y casi de asalto: en tierra, cabalgando, espada en mano, y por mar, comandante audaz y experto navegante. Siempre listo para la aventura, los desafíos fuertes, el riesgo, el peligro. Se lo define como héroe popular recordando su entrega plena e instintiva: "Roma o muerte", decía, despertando entusiasmo y adhesión.