Ganancias, otro daño colateral de la inflación
Si en general casi todos defendemos una sociedad más equitativa, ¿por qué cada vez hay más gente que protesta por el peso de este impuesto?
El lunes pasado gran parte del arco sindical, con Moyano a la cabeza, reclamó por la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias que pagan muchos trabajadores. Ante dicha protesta se han escuchado voces encontradas. En un extremo están quienes sostienen lisa y llanamente que no corresponde aplicar dicho tributo a quienes ganan un sueldo. Del otro lado se encuentran los que defienden el alcance actual del impuesto porque afecta "solamente" al 25% más aventajado de los asalariados. Vale la pena, entonces, analizar más en profundidad lo que está ocurriendo.
Los impuestos cumplen varios roles, siendo el principal el de financiar las actividades del Estado. Sin ellos no tendríamos gobiernos nacionales, provinciales o municipales. No podría haber seguridad, justicia, educación o salud públicas. Pero la manera de recaudar, es decir el peso de cada tipo de impuesto, y la forma de gastar esos fondos también alteran la distribución del ingreso. Si proporcionalmente se les saca más a los que más tienen y se beneficia en la provisión de bienes y servicios a los que peor están, el sistema genera un efecto igualador.
En ese sentido, el impuesto a las rentas personales es el que mayor impacto redistributivo posee: quienes más ganan, pagan proporcionalmente más. En el otro extremo está el IVA, que es regresivo porque afecta más a los más pobres. Esto ocurre porque los que menos tienen gastan mes tras mes la totalidad de sus ingresos, con lo que el IVA los alcanza plenamente. En cambio, los más ricos tienen la posibilidad de tener ahorros, que no están alcanzados por dicho impuesto. Entonces, si en general casi todos defendemos una sociedad más equitativa, ¿por qué cada vez hay más gente que protesta por el peso del impuesto a las ganancias?
El impuesto a las rentas personales es el que mayor impacto redistributivo posee: quienes más ganan, pagan proporcionalmente más
Un primer motivo es que no somos muy buenos para determinar en qué tramo de la distribución del ingreso nos ubicamos, tal como lo demuestra un interesante trabajo del CEDLAS, realizado por Cruces, Pérez Truglia y Tetaz. En general todos nos referenciamos en nuestro limitado entorno, en el que no somos ni los más ricos ni los más pobres, e imaginamos que esa posición intermedia es la que que nos corresponde dentro la sociedad en general. Entonces, aunque seas relativamente privilegiado, sentís que lo que ganás está cerca del promedio o inclusive un poco por debajo. Si te cuesta creer esto podés hacer tu propia prueba. Sólo ingresá en http://cedlas.econo.unlp.edu.ar/esp/distribucion-del-ingreso-en-argentina.php , poné tu salario actual multiplicado por 0,75 (para compensar que la web está calibrada con la distribución de ingresos de diciembre de 2011) y mirá el resultado. Si pensamos que no estamos ubicados tan arriba entre nuestros compatriotas, tendemos a objetar el impuesto a las ganancias que nos toca.
Pero esa no es la única causa. El motivo más importante del rechazo se relaciona con que cada vez más gente paga más impuesto a las ganancias. Ello es debido a una actitud del Gobierno que consiste en no actualizar el mínimo no imponible ni las alícuotas que corresponden a cada tramo de ingreso. En consecuencia, la sola suba de los salarios como para seguir el ritmo de la inflación y no perder poder adquisitivo hace que cada vez más trabajadores estén alcanzados por el impuesto y que además tengan que pagar alícuotas mayores. Así, en 2000 el impuesto a las ganancias alcanzaba al 3,4% de los trabajadores, en 2007 al 10%, y hoy al 25%. Y la alícuota efectiva para alguien que en 2000 ganaba 1,5 veces el mínimo no imponible era del 10%, cuando hoy es del 18%.
El motivo más importante del rechazo se relaciona con que cada vez más gente paga más impuesto a las ganancias
El resultado es sencillo: inclusive si tu sueldo sube lo mismo que los precios, te descuentan más por ganancias. Y ello hace que cada año se deteriore el poder de compra de tu salario, lo cual es un genuino motivo de malhumor. Si además te enterás de que aquellos que, en lugar de levantarse cada mañana para trabajar, viven de rentas financieras (vendieron una sociedad, tienen bonos, plazos fijos o ganan en la compraventa de acciones) no pagan un solo Peso de impuesto a las ganancias por lo que obtienen de esas actividades, seguramente se te fruncirá aún más el ceño. Y si lo escuchás a Leonardo Fariña explicar que no tributa por los ingresos que le permiten comprar autos de lujo, viajar en avión privado o comprar equipos de audio de doscientos mil dólares porque provienen de "regalías" (sic), ya tenés permitido ponerte rojo de furia.
El blanqueo que se acaba de poner en marcha tampoco contribuirá a que mantengas una actitud zen. Mientras una parte significativa de tu esfuerzo laboral se va en pagar impuestos, a otros les van a perdonar todo el IVA, ganancias, bienes personales (y en algunos casos ingresos brutos) que evadieron, junto con los intereses y las multas que les corresponden. En lugar de solicitar fondos no declarados y quizás hasta provenientes de actividades ilícitas para tratar de emparchar la merma de reservas, el desplome del sector inmobiliario y la escalada del dólar blue, el Gobierno haría bien en poner el foco sobre la verdadera causa de esos problemas. Seguramente no te sorprenda saber que no es otra que la que carcome tu sueldo día a día y también te hace pagar injustamente más ganancias: la inflación.
lanacionar