Gabriel Vommaro. "Si fuera reelecto, Cambiemos podría reconfigurar el sistema político"
Análisis. Investigador y docente, es uno de los mayores estudiosos del PRO y Cambiemos, al que considera un fenómeno en su momento subestimado, y que hoy forma parte de un incipiente cambio de época
A contrapelo de la euforia poselectoral de numerosos analistas, Gabriel Vommaro elige la prudencia. Cree que pasaron de la subestimación a la sobrevaloración de las habilidades de este nuevo animal político; y aunque sabe que la victoria de Cambiemos en las elecciones de medio término es un dato insoslayable, considera prematuro hablar de hegemonía y reelección. Acepta, sin embargo, que "si nada cambia radicalmente, hay un 2019 relativamente cómodo para Cambiemos". Quien lo dice es uno de los mayores estudiosos del PRO y Cambiemos. Lo investigó en el libro Mundo PRO, del que es coautor junto a Sergio Morresi y Alejandro Belloti, y luego en La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder (Siglo XXI Editores), de reciente aparición. Allí Vommaro indaga en la historia de este proyecto político pragmático que arrancó en 2001, se profundizó en 2008 al ritmo de la polarización social y el temor a la "chavización", y sorprendió a muchos con el triunfo electoral de 2015.
Aquí, Vommaro analiza el actual mapa político, la crisis del hemisferio peronista y sostiene que si Cambiemos fuera reelegido en 2019, "estaríamos sí frente a una reconfiguración enorme del sistema político en donde hay un actor no peronista competitivo, fuerte, poderoso y frente al cual tendrá que emerger otro actor que le pueda competir y que pueda llegar al poder no esperando que se caiga el otro sino construyendo una opción mejor". Este sería el cambio fundamental en estos 34 años de democracia.
Vommaro es investigador del Conicet, doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales y docente en la Universidad de General Sarmiento.
¿Por qué considera a la de Cambiemos como "una larga marcha" si, a diferencia del radicalismo y el peronismo, es un espacio político nuevo?
Puede ser exagerado pero el objetivo era marcar bien claramente que había sido un proceso de mediano plazo, de 15 años, el que había llevado a constituir el PRO primero y Cambiemos después. Cambiemos no se armó en cuatro días, no fueron cuatro personas que se sentaron en una mesa y no fue una construcción de un año y medio. Cambiemos es el corolario de un proceso que empezó en 2001 y es también una decisión analítica.
¿En qué sentido?
Cambiemos es el producto de ensayos, expectativas y pruebas de esta mezcla de cuadros más tradicionales del centroderecha con políticos que se encuentran y llegan a 2015 con esta idea de "somos fuertes, podemos aliarnos con un partido centenario en posición de conducción". El PRO en su prehistoria entendió que había un montón de energías sociales dispersas que se podían reunir, articular y organizar en torno a un partido nuevo. PRO tenía un poco esta atribución más heterogénea, mucho menos ideológica, más pragmática que Recrear, que es el otro hijo de ese mismo período. El triunfo del ala pragmática sobre la programática marcó el rumbo, de 2005 en adelante, de una fuerza que llega a 2015 como opción de poder.
¿Por qué describe su construcción de poder como "silenciosa"?
Uno se encuentra con una construcción política que, por diferentes motivos, hasta octubre de 2015, se escapó a la atención de la mayor parte de los operadores políticos, de los actores políticos y de la gente. Eso es bastante llamativo porque hicieron mucho ruido, no fue sigilosa.
¿Es posible definir a Cambiemos o hay una identidad en construcción?
Cambiemos tiene una coalición dirigente que es la del PRO. Se agrandó muy poco y a esa mesa chica pueden entrar [Rogelio] Frigerio, [Mario] Quintana o [Gustavo] Lopetegui pero son actores que son parte de la forma de concepción y discusión política del PRO, no son radicales ni de la Coalición Cívica. Después hay segundas líneas importantes que no son del PRO y no son los que toman decisiones. Tampoco podemos pensar que hubo una esencia que se construyó en un año y que después se mantuvo intacta hasta ahora, pero el proyecto político es el proyecto político macrista, el del grupo que rodeó a Macri desde 2001-2002, con algunos agregados a lo largo de los años. Eso incluye la idea de armar un espacio que esté por afuera de los dos partidos políticos mayoritarios y recupere el programa de centroderecha en un partido pro-mercado que al mismo tiempo sea muy flexible, pragmático, que recupere elementos de tradiciones diferentes, y que se piense ante todo como un instrumento de poder y no como la vieja concepción de la centroderecha que era más profesoral y catedrática. Eso estaba en 2001-2002 y fue tomando forma en diferentes momentos de consolidación. El gran trabajo fue, a través de esos espacios como ONG y fundaciones, atraer personal político nuevo, de afuera de la política: el llamado a "meterse en política".
De todas maneras, de 2003 a 2013 converger con el peronismo era una opción posible.
Sí, efectivamente. Una de las cosas que uno puede decir es que cada vez que esa mesa chica tomó decisiones, muchas veces lo hizo en contra de los usos y costumbres de la política y le fue bien. Entonces también hay una legitimación a lo largo de la historia de esa coalición dirigente que tomó decisiones exitosas: una de ellas fue no dejarse absorber o fagocitar por un peronismo disidente que podía resolver su interna por esa vía.
¿Qué lugar tiene el antikirchnerismo en la identidad de dirigentes y votantes de Cambiemos?
Hay buenos trabajos que han mostrado el componente de rechazo que causó el kirchnerismo y que fue recogido por Cambiemos. Hasta en los cuadros empresarios y managers que ingresaron a la actividad política está esta idea de que Argentina se estaba "chavizando" y que el PRO fue como un vehículo para decir "hagamos algo para que este país se salve". El último gobierno kirchnerista fue un gobierno en el que estas elites empresariales sintieron que perdían el control de las coordenadas con las que se manejaba la economía. También cambiaron los cuadros políticos con la entrada de los jóvenes camporistas, y hubo más regulacionismo e intervencionismo. Todo esto generó temor y eso produjo una reacción a un momento político que era vivido como una amenaza. Además, de 2011 en adelante, con el cepo y el impuesto a las ganancias se fueron sumando apoyos de la clase media trabajadora que le dieron impulso a Cambiemos.
¿Cuántas de las banderas republicanas que agitó Cambiemos siguen flameando después de algunas medidas cuestionadas como las de las prisiones preventivas, por ejemplo?
Eso es lo que veo más ambiguamente con lo que está pasando ahora con el tema de la Justicia, que es un poder que está afuera del control directo de la coalición dirigente. Uno puede decir: sin duda que hay actores del Gobierno que influyen, que hablan, que operan, pero no creo que pueda hablarse de una especie de plan orquestado desde el Gobierno y sin embargo, los jueces federales entendieron con su olfato oportunista que la base electoral cambiemista pedía sangre, pedía depuración. ¿Eso es republicano? Parecería que son momentos de saltearse las normas para después llegar al verdadero momento. ¿Llegará ese momento o, en realidad, continúa la instrumentación de la institucionalidad para otros fines?
¿Y usted qué cree?
Creo que ahí hay una interna dentro del Gobierno y que el discurso y el programa republicano fue una agenda que sumó con sus aliados en 2015. Lo que sí es claro es que hay una tensión entre parte del núcleo duro del Gobierno, que considera que hay que utilizar todas las herramientas a disposición, y eso incluye el decisionismo del Ejecutivo, que juega "al límite del reglamento" y un ala, yo diría radical, Carrió, que sí considera que tienen que producir una cierta reinstitucionalización republicana. Están jugando todo el tiempo en tensión.
El kirchnerismo parece estar en agonía o retroceso y se alejó el fantasma de la "chavización", ¿cómo se redefine la mística?
Creo que la idea de una posible marcha atrás va a funcionar hasta 2019 y también la idea de que se necesita consolidar este cambio con cuatro años más de gobierno. El argumento de campaña podría ser "no volvamos atrás, no demos marcha atrás". Uno puede decir que la nueva épica podría ser la promesa de una sociedad más abierta, más libre, más de mercado, algo así como una promesa político-ética y no sólo económica. Si hubiera un consenso desregulador muy amplio con actores que sostengan eso y tuerzan la resistencia de los otros que parecen oponerse, ese sí sería un cambio radical y ahí podríamos hablar de hegemonía. Pero hay que ver para dónde va eso con empresarios que no dieron señales fuertes de apoyo y por ahora compraron más Lebacs que opciones de inversión productiva o en servicios. Ese cambio más societal es algo que hay que ver.
¿Cómo ve el universo peronista?
Es un momento muy problemático. Hoy el kirchnerismo como espacio político tiene un techo muy bajo y un piso muy alto con Cristina como única electora y además, los cuadros intermedios sufren el desprestigio de haber sido funcionarios. El modo de construcción de Cristina es muy personalista, concentrador y centralizador del poder y muy desconfiado de cualquier emergente de cualquier tipo. Eso complica la idea de una posible renovación que no sea alguien muy del riñón. Eso, por naturaleza, no es renovación, es lo mismo.
¿Y el otro peronismo?
Bueno, el peronismo más "presentable", con el que le gusta más dialogar a Peña y a Macri, como Schiaretti y Urtubey, perdió. Veo una situación de enorme incertidumbre de cómo se va a reorganizar y cómo se van reacomodar esas piezas. Ahí tengo una duda y es en qué medida el kirchnerismo transformó duraderamente al peronismo o se sobreimprimió al peronismo, como sucedió con el menemismo: una pequeña coalición dirigente que lo lleva para un lado porque le va bien, porque están en el momento justo en el lugar indicado y después perece y cambia su piel. ¿En qué medida eso es así? ¿O el kirchnerismo transformó y es algo más que esa cosa que sobreimprime? No tengo muy claro hoy en día para dónde va eso. Por eso no creo que en los próximos dos años aparezca una renovación peronista que organice todo; y por eso, si nada cambia radicalmente, hay un 2019 relativamente cómodo para Cambiemos.
¿Se puede hablar de hegemonía hoy o es exagerado?
Es muy pronto. Hay que esperar. Para mí hegemonía sería una renovación ético-política de las bases sociales donde se organiza la economía y el país.
¿Pero ve un germen de cambio de época?
Sí lo veo y hay que ver si se consolida o no. También hay un tema: las bases económicas de este modelo, por ahora, son endebles. Yo no soy economista, pero no hay duda de que, por ahora, un modelo que se concibió basado en la inversión privada todavía se sostiene en base al endeudamiento y la inversión pública.
¿Es prematuro pensar que Cambiemos pueda ser reelecto?
Habrá que ver si este polo no peronista va ser una fuerza política durable que quizás ordene un poco más ideológicamente y habrá que ver también cómo se arma el otro polo. Hay que ver si Cambiemos toma una vía más movimientista y quiere quedarse con todo o si el peronismo se rearma por el centro y complica un poco este esquema. Si no pasa eso, sí estaríamos frente a una reconfiguración enorme del sistema político en donde hay un actor no peronista competitivo, fuerte y poderoso, frente al cual tendrá que emerger otro actor que le pueda competir y que pueda llegar al poder no esperando que se caiga el otro, sino construyendo una opción mejor. Eso sería un cambio importantísimo.
La novedad sería, de 1983 a esta parte, que este espacio político no peronista termine el mandato y eventualmente reelija.
Sin dudas eso sería nuevo. Y hay que decir que todo esto pasó en democracia, una democracia con muchas deudas, pero este es un cambio. Hay un ciclo enormemente largo para este país, de 34 años, que representa una gran transformación del siglo XXI o del siglo XX-XXI: que los actores no vean la vía no electoral,cualquiera sea su forma, como un viable acceso al poder, ese es un cambio fundamental.
¿Por qué lo entrevistamos?
Porque estudió como pocos al PRO y a Cambiemos, un fenómeno político fortalecido tras las elecciones
Biografía
Gabriel Vommaro es doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales, investigador del Conicet e investigador-docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Entre otros, es autor de La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder