Fuegos de artificio
Quizás, cuando Europa caiga el ruido será lo suficientemente fuerte como para distraernos
La Argentina genera tantas novedades internas por minuto que tiende a pasar desapercibido casi todo lo que ocurre en el resto del mundo. Boudou, Ciccone, la renuncia de Righi y los errores de tipeo, ortográficos y de sintaxis de Reposo. La tragedia en Once y los avances en la causa judicial. El viaje a Angola y la extraña subasta de pollos, vacas, carne y leche (para todos), libros, motos, sastrería y otras cosas que pareció comandar la Presidenta con su abanico. El sube y baja del dólar blue, las reuniones del Secretario de Comercio para domesticar una actividad ilegal, y el senador Aníbal Fernández –con y sin bonete- haciendo declaraciones que, o bien se contradicen de un día para el otro o son luego refutadas por miembros del Gobierno. El lento desguace y vaciado de poder al que es sometido Julio De Vido. Los torpes embates de Mariotto anunciando la conspiración, y las sutiles respuestas de Scioli (fútbol con Moyano, charlas con Lavagna) apenas maquillando sus intenciones. Una razonable línea de créditos hipotecarios del Banco Ciudad que es respondida con otra menos lógica, de una escala mucho mayor y financiada con las futuras jubilaciones.
Con semejante despliegue de recursos –casi todo un espectáculo de fuegos artificiales- para llamar la atención ¿cómo desviar la mirada hacia otros lugares? Quizás, solamente cuando Europa caiga el ruido será lo suficientemente fuerte como para distraernos un rato de lo local. Después de Grecia, Irlanda y Portugal llegó ahora el turno de España para recibir un paquete de auxilio: esta semana el Eurogrupo aprobó un préstamo por la friolera de 100.000 millones de euros para el gobierno español, que lo utilizará para capitalizar a su sistema financiero por las pérdidas en sus balances.
La Argentina genera tantas novedades internas por minuto que tiende a pasar desapercibido casi todo lo que ocurre en el resto del mundo
Una cifra de semejante magnitud amerita algunas reflexiones. La primera, y para algunos la más importante o urgente, es si resolverá el problema. La respuesta, lamentablemente, es que no. Está claro que el agujero de los bancos ibéricos requiere algún tipo de asistencia y por un monto tal que disipe la falta de confianza que padecía el sistema y que sólo tendía a espiralizar la situación. Pero, aunque suene increíble, es probable que el problema bancario español sea sustancialmente superior a la ayuda comprometida. De hecho, hay analistas que llegan a situarlo en alrededor de 300.000 millones de euros.
Quizás, solamente cuando Europa caiga el ruido será lo suficientemente fuerte como para distraernos un rato de lo local
Ello no sólo genera dudas respecto de la capacidad del parche para impedir que el bote se desinfle en medio de un brioso océano. El lío es que si de verdad el agujero es tan grande, el gobierno español difícilmente pueda recuperar el dinero que otorgue a las entidades financieras. Y entonces el país habrá asumido una nueva deuda soberana, justamente en momentos en que es su capacidad de repago lo que los mercados están crecientemente poniendo en duda.
Sin embargo, hay una cuestión que, si cabe, resulta aún más profunda que la efectividad de la medida adoptada: su legitimidad. La política económica en la Unión Europea está cada vez más sometida a las presiones de los intereses financieros, y se aleja a pasos agigantados de sus ciudadanos: los bancos son salvados una y otra vez mientras el padecimiento de la gente se profundiza.
Lo peor es que ese sacrificio se revela insuficiente y por ende gratuito e inútil, a punto tal que las manifestaciones de descontento ya trascienden las ocupaciones de espacios públicos por indignados de distinto tipo y comienzan a expresarse en los sistemas políticos, como ocurre en Grecia. Cuando los gobiernos supuestamente más serios olvidan su mandato fundamental es probable que los discursos facilistas calen más hondo y que el populismo, con su desdén del largo plazo, se transforme en el reemplazo lógico, tal como la propia América latina lo ha atestiguado en numerosas oportunidades.
Las inconsistencias que se han ido acumulando en la Zona Euro desde la entrada en vigencia de la moneda única son tan grandes que ningún país es capaz de encauzarlas por cuenta propia
Las inconsistencias que se han ido acumulando en la Zona Euro desde la entrada en vigencia de la moneda única son tan grandes que ningún país es capaz de encauzarlas por cuenta propia. Y si no hay acción conjunta, el descrédito de la clase política y de la propia democracia excederá casos aislados. A pesar de ese riesgo, recientemente Angela Merkel ha expresado su insistencia en la actual la receta de ajuste sin fin. Si hay alguien que parece más distraído que los argentinos con lo que ocurre en la Unión Europea es, precisamente, la propia Canciller alemana.