Frivolidad y pesares de los oligarcas rusos
Se la veía venir, sabía que sus últimas declaraciones podían costarle caras. Había dicho que Rusia necesita "una nueva revolución" y que esta revolución "pacífica" debe ponerse en marcha cuanto antes porque "la decadencia ha entrado en su fase final". Lo dijo en Londres o en Ginebra, o tal vez lo dijo en las dos capitales en donde pasa sus días desde que en diciembre de 2013 el presidente le concedió el perdón que le permitió salir de prisión luego de diez años tras las rejas y en condiciones durísimas, acusado de fraude al Estado y evasión de impuestos. Mijail Jodorkovsky (52) alguna vez fue el hombre más rico de su país y cometió un pecado: intentó hacer política en la Rusia de Vladimir Putin. Todo lo que había podido conseguir gracias a su picardía por debajo de la mesa para convertirse en un multimillonario durante el colapso de la URSS no pudo hacerlo a la luz del día y con buenas artes. Ahora, cuando pasaron dos años de aquel perdón presidencial, llega una nueva mala noticia judicial. El Comité de Instrucción de Rusia (CIR) acaba de pedir su captura internacional, pero la causa ya no es por motivos económicos, sino que lo acusan de ser el autor intelectual del asesinato del alcalde de Nefteyugansk, la ciudad siberiana donde Jodorkovsky tenía las oficinas de la petrolera Yukos, su imperio financiero. El crimen ocurrió en 1998; la nueva persecución a Jodorkovsky para que cierre el pico, o para que al menos no lo abra en Rusia, ocurre ahora.
"Putin se ha vuelto predecible", ironizó al enterarse Jodorkovsky, quien sabe muy bien que la puesta en escena jurídica sólo busca mantenerlo fronteras afuera de Rusia, donde el año que viene hay elecciones legislativas en las que Putin necesita retener el control. Londres puede seguir siendo un buen lugar para vivir y hablarle al mundo, pensará posiblemente el conde de Montecristo ruso, quien sigue reclamando al Estado los US$ 50 mil millones que la Corte de La Haya ordenó pagarle en compensación en 2014, luego de determinar que las autoridades manipularon el sistema legal para llevar a su empresa a la quiebra y para encarcelarlo. De todos modos, vale una aclaración: en esta pelea de machos rusos, como en la mayoría de las peleas por política y millones, no hay buenos y malos. Jodorkovsky es emblema de los "oligarcas", como se llama a los que se hicieron multimillonarios negocios durante las volcánicas privatizaciones de la época de Yeltsin y Putin, se sabe, es un presidente con vocación de poder omnímodo y reserva moral del espíritu soviético, aunque al mismo tiempo un gran jugador del capitalismo. El presidente ruso es también sospechado por "dejar hacer" a criminales oscuros que, curiosamente, eliminaron durante estos años a periodistas molestos, políticos perturbadores y denunciantes de abusos en materia de derechos humanos tanto en Rusia como en Londres, la capital elegida por los ricos que no pudieron seguir haciendo negocios en su país, aunque también por los que, aun haciéndolos, eligen pasar largas y entusiastas temporadas en "Londongrad" y se convierten en propietarios de diarios, clubes de fútbol y los mejores pisos de la ciudad.
"Era demasiado inteligente para ser tan rico y demasiado rico para ser feliz", dice el narrador de Gorsky, deliciosa novela escrita por la serbia Vesna Goldsworthy que cuenta, en clave de ficción y con vahos de El gran Gatsby, cómo es la vida lujosa y excéntrica de la comunidad de millonarios rusos a la vera del Támesis. El Gorsky del título es el hombre a quien los billetes no le garantizan la felicidad, un enamorado caído en desgracia que busca atraer a su amada a través de la biblioteca más espléndida y exquisita del mundo. Esa amada es Natalia, una esfinge ("El movimiento del omóplato derecho cuando daba vuelta las páginas era el único signo de que estaba viva"), mujer imperturbable y casada con un inglés inescrupuloso que aprendió muy pronto a intercambiar y hacer negocios con la mafia rusa.
Ah, cómo seduce la frivolidad, a veces puede ser una condena. Me encantaría en estos días poder acercar mi nariz al nuevo perfume con aroma a cítricos y grosellas y toque de madera, "suave pero firme a la vez", elaborado en homenaje a Putin que acaba de salir al mercado, según informa The Guardian. Se llama Líderes Numero Uno y el frasco negro que reproduce el perfil del presidente ruso cuesta US$ 85. Por ahora lanzaron una edición limitada de 2000 ejemplares, que se venden en GUM, la megatienda de la Plaza Roja, aunque dicen sus fabricantes que enseguida recibieron online pedidos desde Alemania y China. Dicen, también, que ya están pensando en una versión femenina del perfume, así que ya saben: cumplo años en junio.
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